TRIBUNA

‘Más brillo para el futuro de todos’

La Guía Michelín acaba de repartir sus florones (estrellas) por la península ibérica, engrandeciendo el firmamento riojano, en la que el restaurante Nublo de Miguel Caño ya luce su primera estrella en plena Herradura de Haro, una distinción ‘Bib Gourmand’ al ‘Morro Tango’ de Cristóbal Castillo en Alfaro, que lo coloca en el mapa nacional, y por supuesto, riojanicemos esa pica en Andorra que Francis Paniego ha colocado en el restaurante Ibaya que asesora, en el que a diario dirige los fuegos Jordi Grau.

Una gran cosecha, la de este 2021 tan difícil, en la que a pesar de las circunstancias, nuestros cocineros han sabido seguir haciendo lo que mejor se les da: dar satisfacción a quien cruza el quicial de sus casas.

Estamos hablando de una las guías más consideradas dentro de la profesión, la que todo el mundo reconoce como paradigma de la excelencia; sigamos picando piedra y hagamos una microlectura: siendo la comunidad menos poblada del país, somos la que tiene una ratio más elevada de reconocimiento en la guía. Se ha generado un escenario en el que, gastronómicamente, el talento apuesta por echar raíces en la propia tierra y demuestra que el corazón es el motor más potente para echar a andar proyectos.

Se ha banalizado continuamente el papel fundamental de la hostelería en la región, apostando de manera excluyente por modelos de crecimiento económico que se agarran a neologismos como digitalización, sostenibilidad energética y demás eufemismos para reconvertir un territorio que tiene en el sector primario su transformación y en su sector servicios una red construida, adaptada y actualizada, a la par que arrinconada y olvidada.

Francis Paniego en su restaurante Tondeluna (Logroño)

Este año, los proyectos riojanos reconocidos por la guía tienen bastantes puntos en común: son proyectos familiares, dirigidos por personas expertas y reconocidas internacionalmente y que transmiten en sus elaboraciones la cultura y el paisaje que se puede observar desde las ventanas de los pueblos donde están enclavados los proyectos. Tenemos en esta, nuestra pequeña región, un fenómeno de repercusión mundial; hay que saber venderlo y reconocer con hechos a quienes han trabajado por ello.

Dejar pasar la oportunidad sería imperdonable. En el horizonte más cercano, las grandes citas anuales de turismo y gastronomía son una buena oportunidad para escuchar y proyectar de la mano de quienes son reconocidos como excelentes por los mayores prescriptores de excelencia mundial, un camino que ya está construido y certificado, y que atomiza la economía permeando en amplia parte de la sociedad.

O podemos seguir vendiendo desde la provincia nubes de bits y neomegavatios verdes.

Yo no me lo pensaría.

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