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Gol en Las Gaunas: ‘La estrella y el esperado’

La UD Logroñés aún no ha sentido directamente el peso del lodo de la cuarta categoría del fútbol español y ya se ha dado un primer baño reparador. De esos que ayudan a superar una larga jornada laboral infructuosa tanto como su última temporada en Primera Federación. La típica ducha que permite un primer sueño cicatrizante para, a la mañana siguiente, comenzar a ver las cosas con algo más de claridad.

Pronto estará en el sótano de nuestro fútbol, al que accederá con la mirada clara, la barba afeitada, el pelo cortado, las uñas limpias, el duelo superado, con las heridas sanando. Es al menos lo que pretende este proyecto retorno, que se puso en marcha en cuanto se supo descendido a tres jornadas para el final, con la vergüenza que esto ha provocado en todas las instancias del club. La comparación es inevitable: hace dos temporadas competía en Segunda, ahora lo hará en Segunda Federación. Es la constatación deportiva de que se han hecho las cosas rematadamente mal. Y que por tanto toca empezar prácticamente de cero. Porque de todo se aprende.

El sonrojo dentro del club es mayúsculo. Las conversaciones de pasillo vuelven a ser normales. La gestión del éxito ha sido calamitosa. Todo el mundo quiso hacer de todo porque prácticamente todos los profesionales deportivos del club se sentían en disposición de hacerlo todo a mayor gloria personal. La gestión del fracaso se está digiriendo algo mejor. En la victoria no se habló lo suficiente. La derrota conviene afrontarla con mucho diálogo. Carlos Lasheras ya ha dejado claro en la ciudad deportiva de Valdegastea dónde comienza su trabajo y dónde acaba el de los responsables de la cantera. Cada uno a lo suyo y Dios en lo de todos.

El demoledor golpe contra el muro de la Segunda Federación parece haber provocado movimientos sísmicos en una entidad que reconoce íntimamente haberle perdido durante el último año y medio el respeto a la capacidad que tienen todos los rivales para hacer mejor las cosas que los riojanos, que decidieron volar demasiado cerca del sol sin darse cuenta de que tenían las alas pegadas con cera. Se miraron tanto al espejo que acabaron por perder de vista todo lo que les rodeaba. Ahora manda Carlos Lasheras, y al resto le toca ocupar una parcela secundaria y discreta tras el socavón provocado.

En la sombra, desde el sótano, el club se reconstruye habiendo descubierto una virtud del todo insospechada, que aquí la gente quiere volver. Buenos profesionales vuelven o llegan incluso en el peor momento. Y algo tendrá el agua cuando la bendicen. La UD Logroñés se presenta en el fútbol español, a diferencia de otros, como un proyecto posible. Es real. Existe. Y desde ya, en su peor momento deportivo, se han dado la mano para levantar al club la vieja y la nueva escuela de este deporte. Por un lado, Carlos Lasheras. Un director deportivo solvente, con mejores ofertas, pero aquí está. Es de los que no juega a filtraciones ni dobles verdades. Va de frente, respaldado por proyectos serios y solventes. Las cartas sobre la mesa. Esto es lo que hay: o lo tomas o lo dejas. Y a su lado, desde este pasado 7 de junio, con mucho tiempo por delante para planificar bien, Lasheras por fin ha logrado traer al técnico que venía anhelando desde hace tiempo, al menos para entrenar en Las Gaunas.

Diego Martínez, un joven preparador, de la nueva escuela de técnicos, que podía haber entrenado en una categoría superior, también muy cerca de su casa. Su oportunidad de estar donde anhelaba le ha llegado ahora y parece dispuesto a aprovecharla. Un profesor con plaza pública en un colegio de Logroño que entrena simplemente porque le gusta y se le da bien. Se ha preparado para ello. Ha estudiado mucho. Le decida muchas horas. Si le sale, perfecto. Si el fútbol le atropella, como en Soria, de vuelta al colegio.

Acude ahora al rescate. Lo hace como un ejercicio de responsabilidad, que le obliga acercarse a lo que siente como propio en su peor momento. Lo ha explicado: “Es un sueño hecho realidad”. Pero está más que advertido. Ha seguido de cerca la carrera de Sergio Rodríguez: “Sabes que tienes detrás mucha gente a la que conoces, que emocionalmente tienes vínculos con ellos, tanto con aficionados como con familiares”. Su gente es de este club. El éxito será compartido. El fracaso colgará sobre sus hombros.

Carlos Lasheras, la estrella durante este verano, y Diego Martínez, el esperado, han logrado lo que hace poco parecía imposible: dotar al club de un nuevo color esperanza. La era Sergio Rodríguez toca a su fin. Será complicado saber si se arrepiente de haber aparecido casi por sorpresa el verano pasado tras la dimisión de Manu Franco. Carlos Lasheras le ayudó a elevarse como entrenador para conducir al fútbol riojano a la élite veinte años después. Costó mucho conseguirlo y duró demasiado poco, quizás lo justo, porque el club no parecía del todo preparado para ocupar el espacio que intentaba reclamar. Ahora, Lasheras inicia un nuevo proyecto. Ha vuelto a la UD Logroñés solo porque ha querido hacerlo. Y pretende elevar a otro profesor a espacios insospechados, esperando que el resto de los miembros del club les dejen trabajar y hagan al mismo tiempo el trabajo que les corresponde: hacer prosperar la cantera sin gastar una fortuna en ello, porque ahora la prioridad es levantar al primer equipo hasta el lugar que le corresponde, como hace cinco años.

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