El astro

Las lluvias borran el rastro de uno de los años más secos en La Rioja

No hay mal que cien años dure y, gracias al cielo, la sequía queda ya como un vago recuerdo de un pasado no tan lejano. Más bien al contrario, pues hasta esta misma semana la Confederación Hidrográfica del Ebro no ha borrado los colorines de un mapa de La Rioja marcado por la ausencia de precipitaciones.

La última actualización de los Indicadores del Plan Especial de Sequías de la CHE dibuja con un pálido “estable” el estado de las cuencas en la región: las del Tirón y el Najerilla y la del Iregua. Esta última, precisamente, ha vivido uno de los años más secos que se recuerdan, hasta el punto de que ha permanecido en situación de “emergencia” buena parte del año a causa de la escasez de lluvias.

Basta echar la vista atrás para darse cuenta de la dimensión del problema, resuelto al fin con la llegada de las lluvias en el tramo inicial del otoño. Hasta finales de octubre, los embalses riojanos se encontraban visiblemente por debajo de los niveles registrados el pasado año y en abril los datos aportados por la CHE reflejaban que los pantanos de la comunidad habían perdido en los últimos doce meses el volumen de agua necesario para llenar casi por completo el González Lacasa: 31.000 millones de litros.

Vista del embalse de Pajares a finales de abril. | FOTO: EFE/ Fernando Díaz.

No en vano, la propia Confederación destacaba al cierre del año hidrológico (en el mes de octubre) la dura sequía que ha marcado un ejercicio con un déficit de lluvias del 12 por ciento, enfatizando el esfuerzo colectivo para evitar medidas drásticas asociadas a este tipo de escenarios.

Un esfuerzo que ha permitido superar la crisis hídrica sin necesidad de adoptar restricciones severas -como sí han tenido que tomar en otras comunidades- y limitando la austeridad al cierre de suministro en contados puntos de la región durante breves espacios de tiempo. Eso sí, durante los meses más secos los envíos de agua a pueblos desabastecidos se duplicó en relación a los registros del año anterior.

A grandes males, grandes remedios

Tenía que llover y llovió. Y vaya si lo hizo en la transición de octubre a noviembre, cuando las precipitaciones enmendaron la situación en un visto y no visto. Tanto, como que Mansilla necesitó apenas tres semanas en duplicar sus reservas almacenadas, pasando del 40 al 84 por ciento de su capacidad en 21 días.

Una recuperación que, si bien no fue tan acentuada, también tuvo su eco en el resto de pantanos de la comunidad y ha permitido que todos ellos presenten ‘superávit’ hídrico respecto al pasado año por estas mismas fechas. En su conjunto, los tres embalses conectados a la CHE albergan hoy 86,3 hectómetros cúbicos de agua, que son 43,7 más de la que almacenaban hace justo un año. Otro símil gráfico para ‘aterrizar’ el frío dato: si volcáramos la ganancia de este ejercicio se ‘sobrarían’ el pantano de González Lacasa (con 33 hectómetros cúbicos de capacidad) o el de Pajares (con algo más de 35 hectómetros cúbicos).

La mejora de la situación tiene en Mansilla a un claro abanderado, pues presenta un volumen positivo de 30,3 hectómetros cúbicos respecto a hace un año. Le siguen el González Lacasa, que hoy cuenta con 10,75 hectómetros cúbicos más de agua que hace un año; y Pajares, con un ‘superávit’ de 2,66 hectómetros cúbicos.

Es ahora, en tiempos de ganancia, cuando conviene recordar que reservar bienes en previsión de tiempos peores es siempre una decisión acertada.

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