El astro

Los vecinos luchan contra el agua y el barro

Uruñuela, Húercanos, Cecinero y Fuenmayor, zona cero de las tormentas, kilómetro 1 de colaboración vecinal

Con los brazos en jarra, un vecino de Huércanos contempla el desastre antes de decidir por dónde empieza a limpiar.

Diego apura su cigarrillo hasta el filtro. Lo chupa hasta el final. Le ha durado tres caladas. Diego está preocupado aunque quiere mostrar tranquilidad. Como si el agua no le llegara hasta las rodillas, como si su improvisado dique de chapa contra el agua fuera un sofisticado sistema que evita lo inevitable, porque el agua le está entrando en casa. Se cuela en su vivienda, a escasos 10 metros de la rambla del Yalde, que cualquier 22 de junio bajaría como nos explica Luis, “con un pequeño ‘hilillo'”. Pero que tras las dos tormentas del pasado 21 de junio, y “más de cien litros en poco más de dos horas”, tal y como asegura Enrique, el Yalde ya no es una esponja, no recoge más agua, y Uruñuela (fotogalería) espera que el río se retire de sus calles para comenzar a limpiar el barro. Diego sigue fumando, aguantando el tipo, soportando el chaparrón, porque al menos le han dejado volver a su casa, después de ser desalojado de madrugada porque “el asunto pintaba realmente mal”.

Diego, vecino de Uruñuela, se muestra impotente con el río hasta sus rodillas.

El Yalde no puede absorber más agua, y la devuelve a un pueblo, Uruñuela, que no ha dormido en toda la noche. En medio de la tormenta se tomó la decisión de romper los muros que separan al río de la localidad para que el agua fluyera hacia abajo. Que el Yalde chupara a destajo. Las botas de goma arrugan los pies de unos vecinos que se han pasado la noche dando paseos por el pueblo, con un ojo en el cielo y el otro en las entradas de sus casas. “Aquí hay gente que ha perdido muchas cosas, porque hay bodegas, hay calados, hay merenderos que están por debajo del nivel del río, y ahí el agua les llegaba anoche hasta el pecho”, apunta Diego, que se enciende otro cigarro.

De Nájera a Uruñuela, lejos ya de la A-12, comienza a observarse la magnitud del problema. De no haber apenas agua en las fincas, a, de golpe y porrazo, viñas, olivos, parcelas y huertas totalmente anegadas; que permite seguir perfectamente el rastro que fue dejando la primera tormenta, a la que se le unió una segunda para acabar de complicar el asunto. “A eso de las siete y media cayó bastante agua”, apunta Ricardo mientras con una manguera y un cepillo saca agua de su garaje. “Ahí le pegó bien, pero la de las nueve y media fue algo que no había visto en mi vida”, recuerda un vecino que está echando una mano a quien la necesite.

Enrique señala por dónde venía el agua la noche anterior.

Es Enrique, al otro lado de la carretera principal, el que apunta datos, los recogidos en su pluviómetro. “En la primera tormenta cayeron 36 litros. En la segunda más de sesenta. Así que más de cien litros. Y eso que esta mañana ni he mirado, porque encima es que ha estado prácticamente toda la noche lloviendo”. Lo sabe bien. Enrique no ha dormido, tampoco su mujer, que habla por teléfono para tranquilizar a los familiares que escuchan las noticias con preocupación. “Todos estamos bien, sacando agua”, le explica a quien está al otro lado del teléfono.

La bota verde de goma aja los pies de los vecinos de Uruñuela, Huércanos, Cenicero o Fuenmayor, por donde entraron las dos tormentas para complicar una tarde en la que se hizo de noche una hora antes de lo previsto. Luis ayuda a su hija de buena mañana, con los primeros rayos de sol. Ha venido de Logroño a Uruñuela para echar una mano. Tienen un alojamiento turístico y quieren recuperar la normalidad cuanto antes. “Nada, no queda otra que limpiar”. Su hija lo lleva con tranquilidad. Luis nos enseña las nuevas piscinas de Uruñuela, que han surgido justo detrás de su casa. “El agua vino por allí, buscando una salida al río y por medio nos ha pillado a muchos”. Es vecino de Enrique, el de los más de cien litro recogidos en su pluviómetro. El agua de uno baja hasta la del otro, y así hasta al río, que ya no puede más. “Habrá que ir poco a poco. De dentro hacia afuera, y echar una mano al siguiente”.

Luis barre agua, la vida pone pruebas inesperadas.

Los servicios de emergencia han llegado a Uruñuela, también están trabajando en Huércanos, Cenicero y Fuenmayor, que completan la zona cero del tormentón histórico del pasado miércoles. Son pueblos ‘marismeños’, agua y más agua, que ha afectado seriamente a viñedos, olivos, cereales… “La tierra ya no chupa más porque llevábamos diez días en las que llovía al menos diez litros todas las tardes”, advierte en Huércanos (fotogalería), Marcos. Va hasta arriba de barro. “Saca bien las fotos para que lo vean clarito los del seguro”. Huércanos, cubierto por una densa lengua de barro, ha adelantado las labores de limpieza respecto a Uruñuela, que sigue a mediodía de jueves cubierta de agua. Pero tras el agua surgirá el barro. “Hay que quitarlo cuanto antes porque viene calor y esto se convertirá en una arcillla durísima si no actuamos rápido”. Marcos saca con las manos enseres cubiertas de lodo. Sonríe con orgullo, “aquí estamos todos. Nos ha tocado a todos, y esto lo sacamos entre todos”.

Los vecinos contra el barro, en colaboración directa con la Brigada de Refuerzo de Medioambiente. “En el colegio tienen bien tomate”, señala una vecina manguerita en mano. El colegio de Huércanos es la radiografía que enseña la dimensión del problema vivido el miércoles a partir de las siete de la tarde. “Por suerte el cole estaba cerrado”, explica Begoña Gallarta, directora del CRA Cuenca del Najerilla. La primera planta es una piscina de barro. “Todo el material está para tirar”, a pesar de que lavan con una manguera muebles y algunos juguetes de los pequeños mientras la Brigada tira de pala para “quitar lo mayor” antes de entrar con las mangueras a presión. El barro ha llegado hasta la cintura. “Habrá que arreglarlo todo. Es una pena porque hace nada estrenamos un nuevo cuarto de baño”. Las maestras, de barro hasta la cabeza, ya han empezado a recuperar su colegio.

Las maestras del CRA limpian todo el material escolar recuperable.

A Javi le sale un juramento que se oye hasta en Cenicero, y eso que la carretera que une ambas localidades está cortada al tráfico. “Es que no puede ser que vengan por aquí curiosos a echar un ojo. No se dan cuenta lo que molestan”. Es la frustración lógica ante el desastre. El barro se adhiere, se fija y si se seca es aún peor. “Que nos dejen trabajar a los que nos está tocando vivir esta situación”. Huércanos es una lengua de barro que requiere de toda la ayuda posible, “los que no vengan ayudar sobran”.

Una vecina de Fuenmayor se afana con cepillo en retirar la maleza que ha arrastrado el agua a su paso por las calles de la localidad. Foto: Estudio 8

Contra el barro, brazos. Es la única estrategia posible. Se afanan en Fuenmayor (fotogalería), a los que les ha tocado acelerar el ritmo de las labores de limpieza. Arrancan sus fiestas y quieren dejar el pueblo como una patena. No hay tormenta que agote las ganas de festejar. Este sábado bailarán, se agarrarán, danzarán y echar un chacarro juntos, pero antes toca unirse por un accidente meteorológico que les ha tocado de pleno. La solidaridad vecinal surge en situaciones tormentosas, y Uruñuela, Cenicero, Fuenmayor y Huércanos son un ejemplo de que tras la tormenta llega el barro y surgen los vecinos para acabar con él en cuanto el agua se retira de sus calles.

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