La Rioja

El pederasta del ‘Caso Gaztelueta’ se somete al proceso “injusto y arbitrario” abierto por el Papa

José María Martínez Sanz deberá, al fin, rendir cuentas ante Dios. O, al menos, ante sus máximos representantes en la Tierra. El pederasta, numerario del Opus Dei condenado por abusos sexuales continuados a Juan Cuatrecasas en el Colegio Gaztelueta de Leioa (Vizcaya) entre 2009 y 2011, ha rectificado su postura y se someterá al procedimiento canónico abierto a instancias del papa Francisco.

Según revela el diario Religión Digital, el pederasta ha nombrado a una nueva abogada, que la próxima semana se reunirá con el obispo de Teruel, José Antonio Satué, a quien el pontífice ha encargado el procedimiento eclesiástico.

No obstante, José María Martínez Sanz ha aceptado a regañadientes someterse a la causa vaticana y ha empleado toda suerte de obstáculos para eludir su responsabilidad ante la Iglesia. Cabe recordar que la Audiencia de Vizcaya ya condenó al pederasta a once años de prisión, si bien el Supremo rebajó la condena a dos años. El numerario trató de eludir la condena con un recurso de amparo que el Tribunal Constitucional rechazó el pasado año.

El pasado verano el Vaticano relevó a la defensa presentada por el abusador, al considerar que sus abogados carecían de “capacidad” de representación al no haber acreditado su titulación en Derecho Canónico, además de carecer de experiencia forense.

La resignación del pederasta queda patente en una misiva que dirige al papa Francisco -al que reclama por tercera vez un encuentro personal- y de la que se hace eco Religión Digital, en la que expresa que “me cuesta comprender por qué, hasta donde yo sé, soy el único fiel laico del mundo al que la Iglesia juzga retroactivamente por un caso de abusos”.

En su carta, José María Martínez Sanz, considera “injusto y arbitrario” el procedimiento canónico instado por el pontífice y augura que “mi condena ya está escrita” y se saldará con “mi expulsión del Opus Dei” y la obligación de indemnizar a Cuatrecasas “con una elevada suma de dinero”.

Testimonio “falso” de la víctima

En su misiva, el pederasta condenado reprocha al Papa el fundamento del procedimiento canónico. De hecho, expresa que “la tesis más probable -por lo que he oído a unos y a otros- es que, en la preparación de un programa de televisión en el que participaron usted, Jordi Évole, Juan Cuatrecasas y varios jóvenes más, a usted le conmovió el testimonio -conmovedor, pero falso- de su interlocutor y decidió abrir de nuevo el proceso”.

Y va más allá al asegurar que el procedimiento está trufado “patentes irregularidades jurídicas, contrarias a los más elementales derechos humanos: aplicación retroactiva de una ley penal, filtraciones a la prensa previas a las comunicaciones oficiales, o el hecho de que quien abre el proceso recibe a una de las partes y no a la otra, por citar sólo algunas”.

“He dicho y siempre diré que soy inocente”, recalca el condenado,acusando al Papa de “una completa parcialidad a la vez que una evidente falta de valentía”. “Espero que alguna persona cercana y leal a usted y con verdadero amor a la Iglesia le muestre este escrito mío, y le ayude así a evitar una injusticia tan descomunal”, añade el pederasta, apelando al pontífice porque “solo usted puede parar este despropósito y decidir con verdadera imparcialidad”.

La víctima, “diez años vegetativo”

En el otro extremo del procedimiento se encuentra la víctima de los abusos, Juan Cuatrecasas, que en diciembre de 2020 rompió su silencio para criticar la postura del Colegio Gaztelueta y el Opus Dei, pues “se aferran a seguir tapando y protegiendo al agresor”. “Yo no miento ni estoy loco, pero es la única manera que les queda para protegerse”, recalcó.

También lamentó la falta de apoyo de sus compañeros en el centro escolar: “Solo uno se atrevió, no solo a estar de mi parte, sino a contar lo que sucedía. Lo que vio, aunque no vio todo”.

Cuatrecasas admitió que los abusos se repitieron a lo largo de tres años, aunque las secuelas se prolongaron durante mucho más tiempo: “Diez años he permanecido en estado vegetativo, sin poder hacer lo que hace un chaval de mi edad. Quieres, pero no puedes”.

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