Gastronomía

Kilómetro cero: la Bodeguilla Gutiérrez y su croqueta de callos, el ‘pancato’

Me había hablado mi primo Víctor muy bien del ‘pincho pote’ de la zona de Valcuerna. “No veas cómo se pone los viernes, majo”. Y como lo tengo por buen crítico gastronómico, para allí que me fui en la fría y ventosa noche del primer día de febrero. No hay miedo. La primera parada fue Bodeguilla Gutiérrez (Gonzalo de Berceo, 30), pero estaba tan lleno el garito que el intento fue fallido. “Vamos a buscar otro bar y volvemos luego”.

Un torrezno en el cercano ‘D2′ y un espárrago en la taberna ’11 metros’ después, volvimos a insistir. No hay nada en esta vida como que a uno le pongan las cosas difíciles para que haya más empeño en la empresa. Y es que no podía dejar de pensar en una cosa. Pese a que ‘oficialmente’ los pinchos del XVIII Concurso de La Rioja sólo se sirven los sábados y domingos de febrero, en Bodeguilla Gutiérrez van contra el sistema y también los sirven el resto de días porque cierran el fin de semana. Olé.

Tanto el ‘D2′ como la taberna ’11 metros’ participan en el mismo concurso, pero al preguntar a los camareros por los mencionados pinchos nos dijeron que hasta el día siguiente nada de nada. Qué se le va a hacer. Habrá que volver. Así que en esas estábamos. “Un pancato y un vino, por favor”. Aúpa. Gracias, jefe. La receta: callos, tomate, cebolla, cayena, pan rallado, panko, huevos, sal, pimentón, gas para sifón.

No paraban de salir ‘pancatos’ de la cocina. Uno tras otro. Todos querían saber si podía ser el ganador y numerosos clientes ojeaban el libro con todos los pinchos de los 89 establecimientos que había sobre la barra. “El año pasado tenían uno muy bueno en el Sensaciones”, apuntaba un parroquiano, experto a tenor de lo comentado en este certamen gastronómico. “En el Alhama también tienen pinchos de estos”, se afanaba en explicar a sus compañeros de ronda.

Tanto era el movimiento con los pinchos que tres mujeres sentadas a la mesa se interesaron por el asunto. “¿Es que han ganado algún concurso”. “No, no, señora, empieza hoy la juerga”. “¿Y eso qué lleva? ¿Es helado?”. Podría serlo, pero no. El ‘pancato’ es una croqueta que lleva, fundamentalmente, los mismos callos que se sirven en el bar, pero hechos masa sin bechamel. Y pican que da gusto. Incluso que se jode, que diría otro.

En NueveCuatroUno nos hemos propuesto un reto: comernos los 89 pinchos del concurso. Ya hemos probado el primero en Bodeguilla Gutiérrez. Kilómetro cero. Un viernes, fuera de día ‘oficial’ y por ir al ‘pincho pote’ de la zona de Valcuerna. Nada puede salir mal.

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