Firmas

Qué tortura, vaya suplicio

Qué tortura. Vaya suplicio. Levantarse de buena mañana, encender la radio, leer El Tempranillo y el periódico mientras se toma el primer café de la jornada, ducharse, elegir una ropa medianamente elegante que combine lo de arriba con lo de abajo (hasta con el calzado), perfumarse y salir de casa. Vamos a por el día. Llaves, móvil, cartera, cuaderno y boli. Todo en su sitio. Presto y dispuesto para afrontar una nueva sesión en el Parlamento de La Rioja.

Caminar calle Portales arriba, encontrarse con Jorge Alacid en la puerta de la biblioteca escondido bajo una gorra como si fuera el comisario Villarejo, doblar la esquina y llegar al antiguo Convento de la Merced. He ahí el corazón de la política riojana, el lugar que guarda las esencias de nuestra democracia. Sigamos. Puerta abierta de manera automática, saludos a la gente de la entrada, vistazo rápido al ambiente y búsqueda de sitio. Cuando no molesta una columna, el altavoz que no funciona. Qué tortura. Vaya suplicio.

Acomodarse en el asiento, mirar a sus señorías, escuchar las primeras preguntas con las que arranca la sesión, los primeros roces (turno este jueves para la socialista Nuria del Río y la consejera de Salud, María Martín, a cuenta del gerente del Hospital de Calahorra) e intentar buscar algún titular en ese primer bloque donde la oposición ‘controla’ la labor de los chicos de Ceniceros, el hombre con el 100% de su espalda pegada al asiento para practicar durante varias horas su ya mencionado truco de dormir con los ojos abiertos.

Qué tortura. Vaya suplicio. “Aquí no se respeta la libertad de expresión”, dice el multiconsejero Conrado Escobar al ser interrumpido por los socialistas. Vaya, hombre. Si aquí hemos venido a hablar y a tirarnos un poquito los tratos a la cabeza. Esto no lo levanta ni una intervención estelar de mi diputada preferida: Rebeca Grajea de la Torre. No todos los días hay ese aire de fiesta que cantaba Karina: “Los chicos y chicas, radiantes de felicidad […] Con alegría, cogidos del brazo, con aire de gran amistad”.

Vamos a por el segundo café de la mañana. Hagamos una pausa. Volver a entrar, volver a saludar, volver a coger asiento. Que si proponer una subida del salario mínimo es un “brindis pancartero”, que si Diego Ubis (ahora sin barba y con un aire a quinto Beatle) intenta ponerse más a la derecha ideológica que el PP, que si el Parlamento es como ‘La historia interminable’ de Michael Ende, que si no hay que tener la mente sucia… Joder. Ningún chascarrillo es lo suficientemente bueno. No puede ser. ¿Dónde ha quedado el ‘Efecto Turruncún’? Qué tortura. Vaya suplicio.

Vamos a dar una vuelta por fuera a ver qué se cuece. Parece que hay lío. La alcaldesa de Haro, Laura Rivado, atiende a los medios. Han llegado desde la capital del Rioja a la capital de La Rioja para tomar la ciudad. Cuidado. Son muchos. Si un jarrero fundó Bilbao, a saber qué pueden hacer ahora con los dominios de Cuca Gamarra. El ejército está en Recajo y tardará en llegar. Repasemos qué hicieron los logroñeses en 1521 para resistir ante los franceses. No hay tiempo para más.

Menos mal. Al final, parece que no traen malas intenciones, sólo quieren que la Cámara apruebe una Iniciativa Legislativa Popular que trajeron semanas atrás con 9.500 firmas para preservar el paisaje del viñedo en la región, aunque fundamentalmente en La Rioja Alta. Haya tranquilidad entonces. Aprobemos esta historia por unanimidad y dediquemos el resto del jueves a otra cosa. Así sea. Caminar calle Portales abajo, comer, echarse la siesta. Fin. Qué tortura. Vaya suplicio. O quizás no sea para tanto. Así es la política.

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