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La esquina Andreu: el yin y el yang

Las esquinas son esos lugares donde puede pasar cualquier cosa. Lo mismo recibes un navajazo que pierdes de vista para siempre al amor de tu vida. Un ángulo de noventa grados resguardado por dos paredes sirve para echarse llorar escondiendo la cabeza entre las rodillas o para esperar una Presidencia acompañado de tu familia. Al final de tus días, cuando ya no tienes nada que ganar ni que perder, una esquina con los tuyos es el mejor lugar en el que pasar las horas.

En esos pocos metros cuadrados te sientes invencible. Indestructible. Como si encabezaras el ejército de Esparta en el paso de las Termópilas y tuvieras los abdominales de los tipos de la película ‘300’. Concha Andreu lo sabe bien. En el exconvento de La Merced, antes de someterse al escrutinio de otros 32 diputados para dirigir el Gobierno de La Rioja durante los próximos cuatro años, creó lo que a partir de ahora se conocerá como ‘la esquina Andreu’.

En un rincón de la sala principal de la Cámara tenía la líder socialista montada su pequeña aldea gala con sus más incondicionales e irreductibles defensores: su familia. Para allí se fue en cuanto terminó de leer los 28 folios con los que pretende convertirse en la sucesora de José Ignacio Ceniceros y se olvidó de todo lo que le rodeaba. En ‘la esquina Andreu’ no había pactos ni negociaciones. Tampoco se pensaba en tirar la toalla.

Antes de llegar a esa numantina esquina para recibir el cariño de los suyos, Concha Andreu había mantenido una intensa batalla con la diputada de Podemos, Raquel Romero, durante cerca de noventa minutos. Se saludaron en el hall antes de empezar la sesión, pero luego todo fueron miradas en las que intentaban emular a Cíclope en The X-Men. Adiós al amor que se profesaban en la campaña electoral.

El presidente José Ignacio Ceniceros y Diego Ubis (Ciudadanos) tardaron algo así como tres años en acabar con su amor. Andreu y Romero no han tardado ni tres semanas. Lo peor: tienen cuatro años por delante para gobernar y se necesitan. Lo mejor: tienen cuatro años por delante para gobernar y se necesitan. Cuanto antes lo entiendan, mejor les irá a ellas. De nada sirve ponerse frente a frente en el Parlamento -una en el atril y otra en su solitario escaño- y recibir la dialéctica política a puerta gayola.

Sin esconderse, la diputada morada escuchaba el discurso de la candidata del PSOE con el mismo interés que un adolescente escucha al profesor de filosofía un viernes a última hora de la mañana. Salvo para corregir entre dientes un “Podemos” por “Unidas Podemos”, intentando autoconvencerse de que la coalición del pasado 26 de mayo sigue viva en La Rioja, Raquel Romero pasó el rato intentando lanzar una especie de miradas intimidatorias hacia Andreu y buscando a sus asesores en los pasillos del Parlamento.

La casualidad llevó a estos dos -Nazaret Martín y Mario Herrera- a colocarse en ‘la esquina Andreu’. Allí, donde toda la familia de la lideresa escuchaba sin pestañear, los dos asesores pergeñaban una estrategia que nadie entiende a golpe de móvil mientras se comunicaban con la diputada con el voto más codiciado. Allí, en ese rincón donde nada malo puede pasarle a la candidata del PSOE, se encontraban el yin y el yang de los apoyos para la Presidencia.

Allí, en ese lugar donde puede pasar cualquier cosa, ha comenzado la verdadera carrera de Concha Andreu para convertirse en presidenta. Pase lo que pase, triunfe o fracase en su asalto a los cielos de la política riojana, siempre podrá acudir a esa esquina y llorar. Le esperarán los suyos. No se van a mover hasta que apaguen las luces. Sea de alegría o felicidad, ‘la esquina Andreu’ espera su final. Este lunes ha sido la introducción y este martes toca el nudo. El desenlace… vaya usted a saber. Reflexionaremos en una esquina diferente.

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