Firmas

Conversación en el Parlamento

“¿En qué momento se jodió el Perú?”, se pregunta Santiago Zavala, Zavalita, protagonista de la novela ‘Conversación en la Catedral’ (Mario Vargas Llosa, 1969), para arrancar una deliciosa reflexión sobre su situación vital. Lo mismo pensé este jueves desde mi asientito en la zona de prensa del Parlamento, incluso ahora que nos han puesto auriculares para conectar a unos nuevos altavoces con los que todos parecemos traductores, eurodiputados y dj’s.

“¿En qué momento se jodió La Rioja? ¿Y la política? ¿Y el Parlamento?”. Y yo qué sé. Quizá haya sido siempre así. O no. Porque estos últimos debates ya huelen a elecciones y a desgaste de relaciones. ¿Se nos jodió el diálogo de tanto usarlo como se le rompió el amor a Rocío Jurado? A buen seguro que al presidente José Ignacio Ceniceros y al líder de Ciudadanos, Diego Ubis, sí se les ha acabado el idilio de amor adolescente.

Ya no hay bromas ni risas. Sólo bronca. Colmillos afilados. “Señor Ubis, no pierda usted los papeles”, le dijo Ceniceros, antes de abroncarle por llamar “camorrista” a su colega Roberto Varona, presidente de la Federación de Municipios. A vueltas con la Agencia de Desarrollo Económico de La Rioja (ADER), Ubis emulaba a Loquillo: “¿Qué hace una agencia como tú gestionando las ayudas de una empresa como esta?”. ¿Qué clase de aventura ha venido a buscar el portavoz naranja? Diputado fatal, siempre con problemas.

“¿Una reunión de cuatro presidentes era lo más importante que tenían ustedes para preguntar este mes en el Parlamento?”, le espetó Ceniceros a la oposición. La cosa iba de hacerse preguntas. Eso está bien. En la reflexión está el primer paso para llegar a la solución. Le dijo entonces Ubis que se contradice: “Lo que no le gusta es cómo preguntamos, no el qué”. Y así. Tuya, mía. Mía, tuya. Se les rompió el amor de tanto usarlo.

Al menos, alguna vez lo han tenido. No pueden decir lo mismo la diputada socialista Nuria del Río y la consejera de Salud, María Martín. Nuevo choque de trenes. Las cuentas y las contrataciones del hospital de Calahorra a la palestra. La sanidad, esa gran damnificada en todas las políticas. “Tiene bemoles y tiene cuajo que alguien del PSOE hable de déficit en presupuestos”, señaló Martín, aunque quería decir “cojones”. Luego se marchó a tomar un café y por el camino se encontró con su homólogo de las cuentas, Alfonso Domínguez, quien volvía de tomarse el suyo. Cosas de la vida, dio media vuelta y acompañó a la consejera toledana a echar otro. “Para lo que hay que oír…”, comentó entre risas a este plumilla.

Y qué razón, María. Al menos, aprendimos una palabra nueva: chandrío. A saber, un vocablo que no recoge la RAE, pero sí el diccionario de riojanismos (tenemos uno, no es broma): m. Mezcla revuelta de cosa. Cervera. // 2. Estropicio, desaguisado. Cervera. También salchucho. Le quería decir la diputada del PSOE que el PP es “el problema” por sus “chandríos” y sus “chanchullos” de siempre, además de sus divisiones de internas. Siempre nos quedará la compañía para tomar el café.

Para terminar, emulemos ese inicio de ‘Conversación en la Catedral’ que nos invita a la reflexión con el inicio de una novela que bien podría ser ‘Conversación en el Parlamento’.

Desde la puerta del antiguo Convento de La Merced, José Ignacio Ceniceros mira la calle Marqués de San Nicolás, sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido La Rioja? Los canillitas merodean entre los vehículos detenidos por el semáforo de Murrieta voceando los diarios de la tarde y él echa a andar, despacio, hacia el Palacete. Las manos en los bolsillos, cabizbajo, va escoltado por transeúntes que avanzan, también, hacia el Paseo del Espolón. El era como La Rioja, Ceniceros, se había jodido en algún momento. Piensa: ¿en cuál? Frente al Hotel Los Bracos un perro viene a lamerle los pies: no vayas a estar rabioso, fuera de aquí. La Rioja jodida, piensa, Ubis jodido, todos jodidos. Piensa: no hay solución. Ve una larga cola en la parada del Espolón, cruza la Plaza y ahí está Concha Andreu, hola hermana, en una mesa del Bar Delicias, siéntate José Ignacio, manoseando un chilcano y haciéndose lustrar los zapatos, le invitaba un trago. No parece borracha todavía y Ceniceros se sienta, indica al lustrabotas que también le lustre los zapatos a él. Listo jefa, ahoritita jefe, se los dejaría como espejos, jefe.

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