Tinta y tinto

Tinta y tinto: ‘Todos somos gilipollas’

Foto: Fernando Díaz (EFE)

El ministro es un gilipollas. Los burócratas de Bruselas -es posible que los de cualquier sitio- son gilipollas. El presidente de España, ni te digo. El de La Rioja, otro que tal baila. No hablemos ya de consejeros, directores generales, alcaldes, concejales o Joe Biden. Si seguimos buscando por diferentes sectores de nuestra sociedad encontraremos gilipollas en todos los sitios. Funcionarios, policías, bomberos, camareros, empresarios, agricultores, ganaderos… por supuesto, en la prensa, los que más. ¡Menudos son en los medios de comunicación! Todos somos gilipollas. No se salva nadie. Y quien diga que él no lo es se llevará premio doble.

Además de ser gilipollas, todos hemos decidido joderle la vida al prójimo como si nos fuera nuestra propia vida en ello (quizás esto sea redundante). Me imagino a cada persona frente al espejo cada mañana pensando en cómo va a joderle la vida al otro. Como si no tuviéramos suficientes preocupaciones propias. Recién salidos de la ducha, todavía con el pelo mojado, maquinando cómo llegar a tu puesto de trabajo haciéndole putadas al resto. Incluso si en un paso de cebra puedes ponerle la zancadilla a un anciano, adelante con ello. Así el día nos habrá salido redondo y estaremos más contentos con nosotros mismos.

“¿Pero qué dice este tío? Menudo gilipollas”, estarás pensando. ¡Correcto! Tampoco me salvo. Igual que no se salvan nuestros agricultores y ganaderos con los tractores por las carreteras haciendo que la gente llegue tarde a donde quiera que vayan o colapsando las ciudades. Mucho menos el ministro, primer citado en esta columna, empeñado en destrozar un sector primordial en la economía española sin darse cuenta de lo que tiene delante. Tampoco los propietarios de los supermercados ni sus intermediarios, centrados en cuadrar sus cuentas para dar trabajo a miles de personas.

Qué desastre de sociedad en la que todos somos tontos, pese a que esta siga funcionando con relativa tranquilidad y calidad de vida. A ver si en realidad lo que no funciona es el sistema. Así, en general, cuando lo analizamos en primera persona del plural sin reflexionar sobre todo ello como un conjunto en vez de pensar en todo ello como un engranaje en el que todas las piezas deben encajar. Con su contexto, su desarrollo en el tiempo, sus complicaciones y sus conflictos de intereses en los que cuanto más gana uno más pierde el otro. Es entonces cuando aplicamos ese principio aristotélico que asegura que “en el término medio está la virtud”, sabiendo que el problema está en encontrar ese “medio” que contente a todas las partes.

En medio de conflictos que se prevén sin solución a corto plazo, sería bueno destacar la importancia de la empatía. A ver si va a resultar que no todos somos gilipollas sino que estamos en posiciones con intereses contrapuestos que provocan roces y choques. Todos tenemos nuestras propias perspectivas de los problemas y sólo si tomamos algo de tiempo en comprender por qué hacen lo que hacen los demás, podremos comenzar a construir puentes hacia las soluciones. Las reivindicaciones de todos, en este caso del campo, son legítimas y tienen sentido. Igual que tiene sentido la famosa “agenda 2030” -ojalá a todos nos diera por leerla- para no cargarnos el planeta en tiempo récord o la apuesta por la bicicleta para movernos en nuestro día a día. Otra cosa es que esto nos incomode porque supone un cambio en nuestro modelo de vida con el que estábamos cómodos hasta hace cuatro días.

En lugar de quedarnos atrapados en un ciclo interminable de culpas y reproches, deberíamos centrar nuestros esfuerzos en la empatía y en el diálogo constructivo como medio para abordar nuestras diferencias. La difícil tarea de abandonar la brocha gorda para encontrar un terreno común en el que seguir avanzando para superar los obstáculos que el tiempo ha ido dejando por nuestros pueblos, caminos y viñedos. Un desafío para buscar soluciones, reconociendo que a veces es necesario ceder en ciertos aspectos para lograr un resultado globalmente positivo. Sólo así conseguiremos desatascar nuestros problemas y nuestras carreteras. Por suerte y por desgracia, todos somos gilipollas.

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