Tinta y tinto

Tinta y tinto: ‘Podemos, DEP’

El 15-M supuso la última gran explosión de la conciencia social y política en nuestro país. En plena crisis, los españoles tomaron las calles y las plazas para decir aquello de “no nos representan” a sus dirigentes y provocar un cambio en la mentalidad de todos. Las asambleas ciudadanas se acabaron transformando en partido político y así nació Podemos, por resumirlo con brocha gorda sin entrar en detalles de cómo Pablo Iglesias -el coletas- y varias personas cercanas a él se hicieron con el control del movimiento.

La Rioja vivió su propio 15-M con la Plaza del Mercado de Logroño, junto a la Concatedral de La Redonda, como centro de operaciones (políticas, fumatorias e incluso sexuales). De allí también surgió la coalición Cambia Logroño con el joven Gonzalo Peña como líder y por el resto de la región se fueron creando diferentes “mareas” que acabaron con multitud de concejales en los diferentes ayuntamientos. Todos los pueblos y ciudades querían tener su “círculo” cuanto antes, lo que llevó a cientos de personas -fundamentalmente de izquierdas- a dar el salto a la política sin saber muy bien dónde se metían. Otros, sin embargo, llevaban toda su vida pululando alrededor de otras formaciones o movimientos sociales muy cercanos a las instituciones.

Podemos desembarcó entonces en La Rioja, formó un equipo de ‘trabajo’ y abrió un proceso de primarias entre Raúl Ausejo y Germán Cantabrana para elegir candidato a la Presidencia. La cosa terminó en disolución de la dirección regional y el ganador apartado por posible fraude, lo que más tarde se repitió sucesivamente en cada proceso que abría la formación morada. El rosario de la Aurora. El aparato genital de la Bernarda. El caos. El sindiós. Aprendices de políticos jugando a políticos para sentarse en la mesa de los mayores.

Corría entonces el lejano 2015 y, pese a los líos internos, el proyecto había conseguido ilusionar a los españoles a base de ver ‘al coletas’ por televisión. Las mayorías absolutas del PP se rompieron en casi todas partes y Podemos logró una amplia representación parlamentaria en La Rioja (cuatro diputados), aunque no resultaron decisivos para la gobernabilidad porque entonces también estaba de moda Ciudadanos -cuando Albert Rivera se veía con posibilidades de desbancar a los populares-.

Los problemas internos continuaron (denuncias de acoso laboral en el Parlamento incluidas) y Podemos no lograba crear una estructura orgánica en La Rioja que le sirviera para sentar las bases de un proyecto político a medio plazo. Todo mal. Pese a su amplia representatividad (también lograron una diputada en el Congreso), no eran relevantes en la política regional más allá de algún que otro circo mediático con sus propuestas: un día se debatió durante 45 minutos eliminar en el diccionario la acepción “trapacero” como sinónimo de gitano. Así, el partido fue muriendo poco a poco. Sin darse cuenta porque seguía manteniendo los salarios de sus diputados, concejales y asesores.

Así llegamos al 2019. La dirección nacional de Podemos impuso a una desconocida como candidata y, carambolas de la vida, acabó como consejera en el Gobierno presidido por Concha Andreu para desgracia de los riojanos. Raquel Romero (¿qué será de ella actualmente?) logró lo que pocos compañeros suyos de partido habían conseguido hasta la fecha. Sillón de los buenos. Tocar pelo de verdad. Con la sartén por el mango para llevar al PSOE hasta donde quisiera en la negociación, la peor dirigente política en la historia de esta comunidad se aseguró cuatro años de sueldo para solucionar su vida y la de sus compañeros -llegados misteriosamente desde Castilla La Mancha-. ¿Y afianzar la estructura del partido en la región? Já. Otro clavo en el ataúd. Otra piedra en la mochila. Otro paso hacia el abismo.

Cuatro años más tarde (el pasado mes de mayo), IU y Podemos volvieron a concurrir en coalición a la cita con las urnas. Pese a haberla hecho saltar por los aires al día siguiente de votar en 2019, en 2023 se veían con fuerzas renovadas para caminar juntos y la vicepresidencia oficiosa de Henar Moreno -la Reina Roja- durante cuatro años servía como aval para defender esa posición -no Henar, no party-. Con la líder de IU como cabeza de cartel y única posibilidad de repetir en el Parlamento, la formación morada colocó al desconocido Raúl Pérez como número dos y la gente de Henar se reservó el número tres por lo que pudiera pasar. Y pasó.

La coalición logró nuevamente dos diputados el 28-M y hace unos días Raúl Pérez dijo que dimitía por “motivos personales”. Sin dar más explicaciones, pese a haberse visto superado por la situación desde el primer minuto y haber obtenido una mejora laboral en una empresa pública, deja la política y a IU con dos escaños en el antiguo Convento de La Merced. Podemos, con la concejal Amaya Castro en el Ayuntamiento de Logroño como única gran dirigente, suma otro clavo más en su ataúd. O media docena. Incluso lo mete directamente en la incineradora para que no haya ninguna duda de que su tiempo ha pasado.

Con una estructura inexistente y la ausencia de dirigentes a sueldo, sin olvidar que a nivel nacional sufren el mismo problema (recordemos el caso de Irene Montero en Sumar), Podemos sólo puede pensar en unirse a los violinistas del Titanic para esperar la muerte de manera más amena. Mientras tanto, Henar Moreno dispondrá de tres años para erigirse como la auténtica Reina Roja con el Parlamento como su campo de batalla y toda su asignación económica para engrasar la maquinaria de IU. Henar sonríe. Henar disfruta. Henar sólo ha tenido que esperar ocho años para ver cómo el ataúd terminaba de cerrarse para despeñarse por un abismo que ya se barruntaba desde el sindiós de 2015.

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