Gastronomía

Pulp Fiction sabe a esto

Todo salta por los aires durante el atraco prácticamente improvisado de la pareja de turno. Al final todo se descontrola: “¡Todo el mundo quieto! ¡Esto es un atraco!”. El ritmo es vertiginoso. “Y como algún jodido capullo se mueva, me cago en la leche, me pienso cargar hasta el último de vosotros”. Ahí está la amenaza que acaba por agitar el asunto.

Es la bienvenida a una película, Pulp Fictión, que ha revisado gastronómicamente el chef Juan Carlos Ferrando con motivo de una nueva edición de Octubre Corto, en Arnedo. El Hotel Victoria Ibis acogió este evento que arrancó, como el film, con sabor auténtico y ritmo alto con la empanadilla de pollo asado al estilo argentino, la terrina de morcilla de La Rioja con manzana asada, y el buñuelo de bacalao, polvo de chiles y ali oli de ajo negro.

En el Acto II, el de Vincent y Jules, cuando cita a ‘De Ezequiel, 25-17’ y el ya famoso: “¡Y tú sabrás que mi nombre es Yavé, cuando mi venganza caiga sobre ti!”. Booomm. Tomate asado durante cuatro horas con alcaparrones encurtidos y sopa ligera de albahaca. Así entiende el chef Ferrando que sabe esta famosa escena de Pulp Fiction, que se instala para siempre en el cerebro de los cinéfilos como ese baile de Vincent Vega y la esposa de Marsellus Wallace.

“¿No lo odias? Esos silencios incómodos. ¿Por qué necesitamos decir algo para rellenarlos? Es por es que sabes que has encontrado a alguien especial. Puedes estar callado durante un puto minuto y disfrutar del silencio”, para degustar la cebolleta de Recajo confitada, anguila ahumada, cremoso de patata y yema de huevo con salsa.

Surge entonces el Capitán Koons, en un monólogo inolvidable para el Acto IV de este film de Quentin Tarantino. Con su reloj de oro advierte lo siguiente: “Oculté este incómodo trozo de metal en mi culo durante dos años. Entonces, después de siete años volví a casa con mi familia. Y ahora, jovencito, te entrego mi reloj”. Hora del pescado, con un rape de costa asado, beurre blanc, caviar, migas ibéricas y pequeños brotes.

Un reloj que da juego. Vaya si da juego. Porque Marsellus Wallaces sabe que no está bien. Confirma que “no estoy bien. Estyo a mil jodidas millas de estar bien”. Y el asunto salta por los aires. Puro sabor cinematográfico con una paletilla de cordero deshuesada, compota de peras, milhojas de patata y su juego. Ni un huesecito sobre el plato de Juan Carlos Ferrando, de lo más oportuno.

Toca limpiar la escena con un postre de frutos rojos silvestres macerados en vino, sabayón de vino y helado, en una comida de cine perfectamente maridada con el blanco de Queirón Mi Lugar, el Ontañón LaGarnacha, y el Queirón Ensayos Capitales. Magníficos caldos, aunque no dice Sr. Lobo: “No empecemos a chuparnos…” los dedos.

Subir