Gastronomía

Calimocho: ‘Fans de Kalimero y Motxongo’ (I)

En los años setenta aún quedaban cosas por inventarse, además de una democracia para un país como éste. Y en aquel proceso creativo en los bares a media luz, repletos de humo y suelos de serrín, surgían nuevas invenciones cuando la coctelería no era tan fina y las evoluciones habitualmente comenzaban de la necesidad de solventar la escasez habitual de ciertas bebidas por el elevado consumo.

Había entonces un impulso permanente por estar de fiesta, sin selfies ni fotos para el recuerdo. La chupa, la cazadora vaquera, la permanente, las rejillas y “mucha marcha para mover el body con la vasca”, que decían, parece ser, por aquel entonces. En este contexto apareció una bebida de plena vigencia, y que desde surgió lo hizo con ánimo de permanencia, traspasando fronteras al convertirse en un trago refrescante, apetecible, rico… un trago largo pero en el que el peso alcohólico está algo más controlado que los elevados licores destilados que están recorriendo el camino contrario presentando productos ‘light’ con la mitad de alcohol o incluso ‘0.0’.

Las modas van y vienen, pero el calimocho permanece, siendo una de las bebidas más populares, por supuesto también en verano. Cerveza y calimocho caben perfectamente en una verbena de pueblo o en un bar de cócteles donde se cuidan todos los detalles. Se bebe este cóctel igualmente en una botella de dos litros de refresco, en una vaso grande de plástico con hielos, o en una cristalería fina con hasta una rodaja de limón coronando el perfil del vaso.

Así que esta semana, en La Rioja la Mesa, queremos saber cómo te gusta el calimocho, qué bares lo ponen bien, si te lo preparas para ir a la piscina, o cuándo lo probaste por primera vez, por ejemplo.

Origen

En los setenta, en el puerto de Algorta surgió el calimocho como bebida internacional. Empezó con el pequeño aleteo de dos mariposas, llamadas Kalimero y Motxongo, que fueron resueltos en medio de la zozobra habitual de unas fiestas patronales en agosto. Porque en Algorta hacen buenas fiestas, y viene siendo así desde hace muchas décadas. Y en aquel 12 de agosto de 1972 la cuadrilla Antzarrak, que eran de salir de fiesta, compraron 2.000 litros de vino, que debían ser los justos para llegar con buen cuerpo hasta el 15 de agosto.

Pero el vino llegó picado. Por el calor, porque les timaron, porque no supieron explicarse bien a la hora de hacer el encargo… pero el tinto llegó picado. La posibilidad de arruinar las fiestas era una posibilidad real. Kalimero y Motxongo, de la cuadrilla Antzarrak, cambiaron el mundo para siempre. Había que ocultar el mal sabor del vino. Vieron la luz gracias a la presencia de una bebido por aquel entonces novedosa, porque la Coca-Cola no había despegado aún en nuestro país, teniendo en cuenta que la primera fábrica de Coca-Cola en España se había puesto en marcha en el año 1953, solo 19 años antes.

El vino picado se vertió sobre una bañera. Los 2.000 litros. Otros tantos de refresco de cola. Al 50 por cierto, dato importante que debería apunta la hostelería riojana, y por arte de las matemáticas, 4.000 litros de una nueva bebida a la que había que ponerle nombre porque no solo salvó las fiestas que corrieron peligro por culpa de un vino picado, sino que las mejoró, porque esa bebida hizo las delicias de los fiesteros. Había que ponerle nombre, marketing setentero para no reconocer el error en la compra del vino. Kalimero y Motxongo tuvieron la idea. Kalimotxo, en euskera; Calimocho, al sur del Ebro, que coqueteó durante muchos años con la idea de Rioja Libre, que finalmente no parece haber calado del todo. En Latinoamérica, donde también es muy popular, existen infinidad de nombres: Rocanrol, Rifle, Vinola y Karimocho, en Argentina. Vinhoca, en Brasil. Vino Cortado, en Uruguay. O Tincola, Vinocola y Jote, en Chile.

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