La Rioja

La pesadilla continúa treinta años después: “Me llevaba a su despacho para ayudarme con los exámenes y me tocaba”

David sólo quiere que la sociedad riojana sea consciente de que no fueron tres casos como dice la Diócesis ni seis como los que obran en poder de la Fiscalía sino muchos más. La pederastia en el seno de la Iglesia Católica ha sido durante décadas un tabú hacia el que nadie ha querido mirar. En España, pero también en La Rioja. Una comunidad lo suficientemente pequeña para que todo el mundo se conozca y en la que las víctimas sólo han pretendido olvidar. “Por no revolver más la mierda”.

Después de tres décadas, a David ya no le importa contarlo. Su pretensión no es otra que esos niños como él, que sufrieron abusos por parte de los que se suponía tenían que acompañarlos en su crecimiento, no piensen que han sido los únicos. “Tiene que haber muchos más, seguro que no sólo me lo hizo a mí. Alguna vez hay personas que me han dado a entender que a ellos también les pasó, pero sale el tema y duele tanto que, a veces, es mejor no hablar”.

No busca reparación. Sabe que su caso posiblemente haya prescrito. No quiere denuncias ni que se publique el nombre del sacerdote en cuestión, pero sí que se sepa la verdad de lo que a principios de los noventa le pasó a él. Entonces cursaba quinto de EGB en los Jesuitas de Logroño. Una infancia normal como la de cualquier chico logroñés de aquella época. Marcada por el esfuerzo que le costaba estudiar, ya que nunca fue bueno frente a los libros.

Fue entonces cuando llegó una mano amiga, o al menos eso pensaba en un principio. El padre J.M.A. le iba a ayudar a sacar sus exámenes adelante. Sólo tenía que acudir después de clase a su despacho alguna tarde, él le enseñaría cómo estudiar. “Era el tutor y daba clases de Religión y de Sociales. No solo me ayudaba con esas asignaturas, también con el resto. Como él se encargaba de hacer las fotocopias para los exámenes, trabajábamos el día anterior con ellas. Me iba marcando dónde tenía que centrarme a la hora de estudiar e incluso me decía algunas preguntas”, recuerda.

No tardó mucho hasta que el profesor y sacerdote comenzó a tocarle. “Primero por encima del pantalón e incluso algunas veces por debajo. También me daba ‘besitos’. No llegó nunca a consumar una violación, pero yo empecé a entender que eso no era normal. Era un crío. No sabía lo que estaba bien y lo que estaba mal”, se justifica ante una situación que nunca debería justificar, porque nunca debería haber vivido.

Su afición por los ordenadores también supo aprovecharla. “Me ofrecía la posibilidad de utilizar uno que había allí, me enseñaba a hacer cosas con él. Recuerdo que se ponía muy nervioso y que sudaba mucho. Con el paso del tiempo, cuando fui adulto, entendí que realmente lo que le pasaba es que se excitaba con la situación”.

David tuvo, afortunadamente, la confianza y el valor necesarios para un día contarlo en casa. “Les dije a mis padres que no quería volver a ese despacho, prefería suspender que aprobar de aquella manera”. Recuerda que su padre, cuando escuchó lo que le estaba pasando, le dijo: “Ni se te ocurra volver”. Poco más. “Creo que hicieron lo que pudieron, o lo que supieron en ese momento”, explica David.

Realmente hicieron lo que les aconsejaron. “Te pasas tanto tiempo intentando olvidarlo que ahora que quieres recordarlo resulta complicado”, cuenta la madre de David, quien animó a su hijo a contar su historia después de leer en NueveCuatroUno el caso del padre ‘Vitori’ en El Rasillo, fallecido en 2011 e investigado por dos posibles abusos, aunque se trataba de “un secreto a voces”.

Lo que sí recuerda la madre de David a la perfección sobre su caso es que fue a un reputado pediatra a decirle qué estaba pasando. “Me dijo que no denunciase, que quién iba a creer a un niño frente a un sacerdote, que lo único que iba a conseguir era más sufrimiento para el niño. Que el chaval había actuado bien sin dejar que pasara a mayores, que una vez dicho en casa no se iba a volver a repetir”. Y realmente así fue.

El traslado del profesor

David no recuerda bien si fue su padre o su madre quien también habló con alguien del colegio. La realidad es que sólo una frase más cruzó el profesor: “Te vas a acordar de lo que has hecho”. Lo que quedaba de curso lo terminó suspendiendo y el sacerdote casi ni le miraba a la cara. Al año siguiente dejó de dar clases y pronto lo trasladaron a otra diócesis.

Recientemente, a través de los medios, la familia ha sabido que el sacerdote riojano falleció el año pasado y fue despedido casi con honores por su congregación en otra comunidad autónoma. El mismo ‘modus operandi’ que con el padre ‘Chema’, párroco que estuvo desde 1984 hasta 1997 en Logroño y que fue investigado por varios casos de pederastia. Traslado a otra diócesis y borrón y cuenta nueva.

Lo mismo ocurrió después de la Navidad de 2019. El padre J.E.M. fue trasladado de Logroño a otra localidad, tras tener constancia la congregación de una denuncia presentada contra él por mantener relaciones sexuales con una niña de 13 años en Gijón (él tenía entonces 37). En marzo de 2021 fue condenado a siete años de prisión.

Lo que más le duele a David no es el daño físico. Ni siquiera el psicológico. Lo que más le duele es la perdida de la inocencia. “Desde entonces cada vez que alguien se acercaba a ayudarme pensaba que me iba a pedir algo a cambio”. Mutilada esa inocencia que todo niño de poco más de doce años debe tener, David intentó olvidar, pensar que no había sido demasiado lo que le había pasado, que podía haber sido peor.

Desde entonces, las barreras para relacionarse con otras personas las ha tenido que romper a martillazos. “Yo no sé si ya era así y por eso me consideró una víctima perfecta o si empecé a ser así después de lo que me pasó, pero siempre he sido muy reticente a las personas que se acercaban a ayudarme. Nunca he tenido confianza en ellas”.

Duele recordarlo, pero cree que es necesario que si hay alguien que pasó lo mismo que él sepa que no ha sido el único. “Es una pena que haya gente que piense que está sola en este dolor que sientes cada vez que lo recuerdas”.

Oficialmente, el problema de la pederastia en la Iglesia Católica española era casi inexistente hasta 2018. Parecía una excepción dentro del mundo católico occidental, junto a Italia y Portugal. La Conferencia Episcopal Española se negaba a investigar el problema y aseguraba que eran muy pocos los casos. El Estado nunca se había preocupado por la cuestión. El resultado es evidente: no existen estadísticas que permitan conocer el alcance de la situación. En otros países, como Francia, la Iglesia, el Gobierno o los tribunales han emprendido investigaciones en profundidad. Allí, se han contabilizado 216.000 víctimas y al menos 3.000 sacerdotes han sido acusados.

En el otoño de 2018, El País abrió un buzón en el que poder denunciar públicamente este tipo de casos.  Desde el principio comenzaron a llegar decenas de correos electrónicos y en tres años las cifras se habían multiplicado por diez. A través de la investigación se han sacado a la luz 910 casos con más de 1.700 víctimas. David sigue convencido de que tiene que haber muchos más que como él y que nunca, hasta ahora, han dado el paso de contarlo.


Si conoce algún caso de abusos sexuales que no haya visto la luz, puede escribir con su denuncia a [email protected] o WhatsApp (602262881).

Otras direcciones y contactos: 941 27 47 97 (teléfono de protección de menores en la Diócesis de La Calzada, Calahorra y Logroño), [email protected], [email protected] y [email protected].

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