Gastronomía

El emparedado: los herederos del Beti (III)

Emparedados del Serenella.

El emparedado es un asunto importante en La Rioja. Más incluso del esperado. La madre de todas las batallas nos sitúa en lo que fue y ya no es, aunque gracias a la numerosa participación de los lectores, los amantes de este aperitivo estarán tomando buena nota para recuperar la ilusión por el emparedado. Para muestra un botón. Escribe Sandra Martínez sobre uno de sus planes favoritos porque se confiesa “una amante de los emparedados”. Afición compartida: “Para mí y mi marido si hacemos una tarde un recado no falta buscar un bar con emparedados ricos para merendar”. Y hace una recomendación: “El Tertulia en la Fuente Murrieta. Jugosos y ricos ricos”.

En la memoria colectiva del riojano destaca sin duda el Don Torcuato. Amaya Alcalde se suma a la idea lanzada por otro lector de crear el premio ‘Emparedado de Honor’. Dice Amaya que “este reconocimiento se lo daría al Don Torcuato”. Confiesa que “hemos recorrido bares”, buscando algo similar, “pero nada”, apunta, aunque reconoce que “el de tomate del café Cervantes, buenísimo”. Resulta que el emparedado nos conecta con el pasado, es un tentempié nostálgico. Porque entre las sugerencias de nuestros lectores se ha colado otro nombre que fue y ya no es. El Beti, situado en Juan XXIII, ya cerrado.

Javi Palacios nos ha puesto sobre la pista. “Yo ya comía emparedados en el Don Torcuato cuando tenían 16 años, y ahora tengo 68 años”. Así fija su capacidad para prescribir buenos emparedados. Ha comido los mejores. Y por lo visto estaban realmente buenos los del Beti. “Eran buenísimos. Los hacían a cientos”. A él le gustaba “los de anchoa, con su jarrita de cerveza. Era lo mejor de Logroño”.

Fachada del Bar Beti en 2014, ahora El Florida.

Hemos seguido la pista del Beti y Mac ha despejado el camino a través de un email. “Dos emparedados permanecen en mi recuerdo: el que ya ha dicho mucha gente, el Don Torcuato; y el del bar Beti, enfrente del Cine Diana, en la calle Juan XXIII”. Los datos cuadran. El recuerdo es real. Mac explica que “el de huevo, mayonesa, lechuga y anchoa es imposible de reproducir hoy en día”. E indica las razones: “Porque se hacía con el pan de molde de Garpesa. Era un pan distinto, con una rebanada finísima, una corteza de pan auténtico, una miga de poro microscópico. Era además un pan muy poco salado lo que ayudaba a compensar muy bien la potencia de la anchoa”. Y mantiene lo de que es imposible copiar los emparedados del ya desaparecido bar Beti. “Por desgracia hace años que Garpesa decidió dejar de hacer este tipo de pan. Y parece ser que no tienen intención de recuperarlo, por lo que parece”. Mac se lamenta por ello, “por eso este emparedado queda ya solo en el recuerdo”.

La perfecta crítica gastronómica de Mac profundiza en el asunto de las salsas, esenciales para un buen emparedado. Recuerda entonces los del Don Torcuato: “Su secreto residía en usar salsa de tomate de la marca Orlando. Si usas otra, te pongas como te pongas, no funciona”. Y da un último consejo que sin duda es determinante y que observamos en algunos bares pero no en la gran mayoría: “Hay que tenerlos siempre cubiertos con una servilleta húmeda para que estén siempre jugosos”. Porque los amantes del emparedado coincidirán con Mac: “No hay cosa peor que un pan de molde reseco”.

Pero Mac no quiere mirar solo al pasado, y afortunadamente remite una sugerencia a los lectores de NueveCuatroUno. “Hay buenas noticias para los nostálgicos”, dice. “En el bar El 23, situado en el Mercado del Corregidor, su dueño José los prepara con mucho acierto”.

Más recomendaciones

La experiencia del emparedado es completa. Va de ir por ahí, descubrir el que sea del gusto y sacarle partido a la menor posibilidad. Como Sara: “Hace cinco años dejaba a mi hijo en la guardería a las 7:30 de la mañana. Me esperaba una mañana larga de trabajo, sin tiempo casi ni para comer. Decidí entrar en el bar San Mateo de Avenida de La Paz”. Se llevó dos emparedados. “Pan tostado, tomate, huevo, mayonesa... y muchas sorpresas más. Sigo entrando. Espectacularmente buenos”.

Para Luis San Juan su “emparedado favorito lo tienen en el bar Galdós, de la calle Pérez Galdós, enfrente de Garpesa. Sigue la tradicional mezcla de lechuga, huevo, mayonesa y anchoa. ¡Delicioso! Con el sabor de siempre en Logroño”. A Celia le gustaría recomendar “e invitaros a que probéis los emparedados del bar California en Avenida de Colón 22. Impresionantes”. Alfredo Martín muestra su agrado con los emparedados del ‘Más que Migas, en calle Serradero. “Un manjar”, señala.

Emparedado de tomate en El Tertulia.

Luis y María recomiendan el Tapas Oslo; otro lector explica que “mi mejor emparedado está en Albelda, en Las Sirenas; son los mismos que hacían en el Palio de Jorge Vigón. Tenían mucho éxito y ahora los podemos encontrar en Albelda”. Los lectores han recomendado también la cafetería Jordan de la calle Pérez Galdós, y Rafa contacta para “hablar sobre el asunto de la semana: sobre los emparedados. Primero un recuerdo: “Los que se elaboraban en el antiguo bar Donosti de la calle Laurel, de tomate, de lechuga y mixtos de tomate y lechuga. Deliciosos. Volaban de la barra”. Algún recuerdo más, “como los que hacían al momento y delante del cliente en la recordada Chocolatería Moreno de la calle del Peso”. Y varias recomendaciones: “Destacar los que actualmente sirven tanto en el Serenella, una de las barras más clásicas y auténticas; en El Pilar (calle Club Deportivo), en especial los de tomate; así como los que ponen en los diferentes Porto Vecchio de la ciudad, muy sabrosos y jugosos”.

Es el presente de los emparedados, producto nostálgico porque los lectores recuerdan los del Cibeles y también los que servían en el Danubio de Muro de la Mata, “desgraciadamente desaparecido hace muchos años”.

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