Gastronomía

El emparedado: la madre de todas las batallas (I)

Dice David Farley en este reportaje que La Rioja y Logroño resultan lugares ideales para el goce. Viene a decir que se come de lujo, que se bebe de lujo y que la compañía es de lujo. El amigo David ha estado por La Rioja y Logroño dando una vuelta larga… y tranquila. Con tiempo para comer de lujo, para beber de lujo y para hablar largo y tendido con los amigos que ha ido haciendo.

El periodista Farley, que escribe para una de las principales cabeceras del mundo, ha disfrutado de la gastronomía, vida y cultura riojanas. Ha pisado la calle y lo ha contado de lujo. A los riojanos nos encanta ver cómo extranjeros se acercan hasta aquí con los ojos bien abiertos para reconocer las bondades de una pequeña comunidad autónoma uniprovincial que dispone de una cultura gastronómica propia.

Sin embargo, hay una frase que es una maravilla. Un pequeño párrafo que puede pasar por alto, pero que define perfectamente lo que somos. Dice David Farley lo siguiente: “Está ubicado en el norte, pero la gente es amigable como en el sur, y nadie está particularmente preocupado por la procedencia de la gente. Aquí solo te aceptan por lo que eres”. Estamos en el norte pero somos majos.

Una maravilla literaria que se aplaude, a la espera de que Farley se dé otra vuelta por la región y profundice en la madre de todas las batallas, que activamos esta semana en NueveCuatroUno, y así conozca a riojanos en modo discusión. Porque buscamos emparedados que merezcan realmente la pena. Queremos saber en qué bares, cafeterías y tabernas ponen emparedados ricos.

No queremos emparedados secos. No buscamos emparedados viejos. No vamos a escribir sobre emparedados insulsos. El nivel está alto. No hay bar sin su emparedado que alivia cualquier mediodía, así que las recomendaciones deben estar a la altura. Haznos llegar tus lugares favoritos para disfrutar de un buen emparedado, en el email [email protected] y en el número de Whatsapp +34 602 262 881.

Porque el emparedado es una cosa seria por estos lares. Hasta la llegada del papel film y la normativa sanitaria, el emparedado coronaba barras casi hasta el techo. Montañas de emparedados que se despachaban a toda velocidad. Ahora el emparedado ocupa el lugar que le corresponde, con los cuidados sanitarios que merece por la presencia de mayonesas, huevos y más asuntos que se pueden torcer si no hay un refrigerado idóneo.

El emparedado clásico puede ser un éxito o un rotundo fracaso. El de tomate, atún, huevo y jamón cocido puede ser una delicia o un desastre. El otro gran clásico es el de mayonesa, huevo, lechuga y anchoa. Puede ser un tentempié ideal o una experiencia desagradable. Son las dos grandes referencias en las barras riojanas. Pero hay espacios en los que apuestan por mezclas que funcionan, y que se han convertido en absolutas creaciones gastronómicas, porque el emparedado no es ponerle cosas y ya está.

Al emparedado hay que darle un sentido culinario porque, por ejemplo, hay quien insiste en pasar por la plancha emparedados con una carga considerable de mayonesa, o quien no acepta que se vuelva a calentar un emparedado que debe tomarse caliente. Emparedados fríos, calientes, con salmón o con aguacate, de cecina, de txaka, con queso o sin queso… El pan lo aguanta todo, pero siempre hay que tratarlo con cariño.

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