La Rioja

‘Aquí no hay quien viva’

Si el primer día del Debate del Estado de la Región es un anuncio de Estrella Damm, el segundo es una reunión de vecinos de ‘Aquí no hay quien viva’. Ojalá en el próximo suene una voz como en el teatro antes de empezar. “Apaguen sus teléfonos móviles y no fumen. Para hablar me levantan la mano y para insultar también me la levantan”. Jesús María García (Jesusmari Como Puños) es nuestro particular Juan Cuesta y Concha Andreu nuestra particular Paloma.

Bien es cierto que nuestro Parlamento es un pelín más grande que el salón del matrimonio y que sus sillones tienen pinta de ser más comodos que las sillas de los Cuesta, pero el aire se antoja igual de irrespirable que en esas discusiones vecinales entre Mauri, Marisa, ‘la hierbas’, Emilio y compañía. A veces, por suerte, también igual de cómicas e hilarantes. Tenemos incluso nuestra particular “qué mona va esta chica siempre”, pero le dejaremos al lector que sea quien decida a qué diputada otorga tan insigne distinción.

Recordaba la sesión de este jueves a ese capítulo en el que los vecinos se intercambian regalos y Juan Cuesta tiene una cámara de vídeo de esas grandes de principios de los 2000. “Las caras, Juan, grábales las caras”, repite todo el rato Paloma mientras Fernando y Mauri lo flipan con una “lamparita” que no saben ni lo que es. Algo así nos ha dejado este segundo debate. Porque si la cara es el espejo del alma, en el caso de nuestros diputados refleja cierto abatimiento. Cansancio. Dejadez. Desidia. Otra vez lo mismo.

Incluso en los más entusiastas como Pablo Baena (Ciudadanos) y Jesús Ángel Garrido (PP), protagonistas de los cara a cara con la presidenta. De hecho, Concha Andreu ha intentado llevar la presión hacia el resto de partidos políticos hablando de ciertas divisiones al no tener estos líderes definidos para el 2023. Un debate de trámite como una reunión de vecinos en un día entre semana a las ocho de la tarde. Porque si coges la cámara de Juan Cuesta y haces caso a Paloma, te encuentras caras que no quieren estar en el Parlamento sino en los despachos en los que se deciden las listas electorales.

Suelen ser estas dos jornadas el pistoletazo de salida para la precampaña electoral en La Rioja, pero esta vez no tenemos claros los candidatos a pelear por el voto riojano el próximo mes de mayo. Ni siquiera Conrado Escobar en Logroño, que se ha dejado ver un ratito por el antiguo Convento de la Merced como ese amigo que se pasa por tu casa al saber que hay fiesta. Alfonso Domínguez y Alberto Bretón tenían esas caras de circunstancia como de quien está esperando al autobús, tiene prisa por llegar al sitio y ve que no viene, lo que le condena inexorablemente a llegar tarde. Muy tarde. Aunque más vale tarde que nunca. Carlos Cuevas miraba muy concentrado, gafas mediante, la pantalla en la que seguramente estuviera su interminable discurso de la tarde y todos los posibles caminos que le llevan a la tercera vía. Mientras tanto, Cuca Gamarra acariciaba un gato en algún lugar de Génova pensando en sus dos hombres con un mismo destino.

Si seguías grabando las caras, dándole mucho al zoom, Pablo Baena se te acababa pareciendo a Keanu Reeves por aquello de su obsesión con Matrix. Tanto que Concha Andreu le dijo que seguramente tomara la pastilla azul y entonces todos nos empezamos a poner nerviosos no fuera a ser que estuviéramos en un geriátrico y no en la citada película. Por suerte, ya hemos dicho que la calle Marqués de San Nicolás es el escenario de una serie y en su último aburrido capítulo nada aportará a la historia de la política riojana. Sólo un vídeo con caras abatidas de muchos diputados que ya cuentan los meses para su salida sabiendo que no volverán y otras que recuerdan a esos adolescentes después del recreo en clase de Lengua y Literatura.

Y es que nos hace falta alguien que ponga orden en la casa. Nos hace falta tener a alguien como en ‘Aquí no hay quien viva’ tienen a Emilio. Nos hace falta oposición. Nos hacen falta candidatos -sólo Concha Andreu está confirmada-. Nos hacen falta proyectos políticos. Nos hacen falta nuevas ilusiones. Nos hacen falta vacaciones para coger fuerzas y afrontar con ganas la fiesta de la democracia. Y eso que todavía queda un año. En resumen, nos hace falta un poquito de por favor.

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