Los barrios de bodegas forman parte del paisaje rural y urbano en La Rioja. Ejemplifican la arquitectura tradicional de cada zona. La formación y desarrollo urbanístico de estos enclaves vinícolas reflejan el estrecho vínculo entre la cultura, la economía y la sociedad. Un potencial cultural, social, económico y turístico que está aún poco impulsado y que, de no conservarse en buenas condiciones, puede provocar demasiados quebraderos de cabeza a los ayuntamientos.
Casi un centenar de municipios (94) presumen de contar con alguno de estos 131 genuninos barrios, compuestos por calados -espacios subterráneos ocultos al exterior- y valorados como elementos de cultura material en la Declaración del Paisaje Cultural de Vino y Viñedo de La Rioja, amén de obtener la catalogación de Bienes de Interés Cultural (BIC).
Tras lo sucedido a finales de abril en Autol, cuando nueve familias tuvieron que ser desalojadas por el deslizamiento de tierras sobre la ladera en la que se asienta el barrio de bodegas, la pregunta es si estos enclaves urbanos suponen un peligro para los municipios y los vecinos de viviendas cercanas.
Para Ana Belén Quintanar Soto, delegada del Colegio de Geólogos de La Rioja, suena demasiado alarmante asegurar que los barrios de bodegas son una bomba de relojería en los municipios, atendiendo especialmente a que depende de aspectos como el estado de su conservación o las actuaciones urbanísticas que se llevan a cabo en ellos. «Mientras estos calados están operativos y bien conservados, el riesgo de que puedan surgir problemas similares al de Autol es menor», explica.
Eso sí, advierte de la necesidad de llevar a cabo estudios geológicos, geotécnicos e hidrogeológicos de detalle, como medida totalmente necesaria para poder edificar en esas zonas con total seguridad. Pocos son los municipios que tienen este tipo de estudios al detalle de sus barrios. Alberite y Quel cuentan, por ejemplo, con un plan de actuación que incluyó modelos en 3D de alto detalle que permitieron conocer las cavidades subterráneas que convierten los cerros donde están ubicados en una especie de queso gruyere.
¿Qué pudo pasar en Autol?
Sin trabajar sobre el terreno aún es complicado dar una respuesta certera a la pregunta de qué pudo pasar el pasado fin de semana en Autol, pero la principal hipótesis apunta al colapso de una de esas bodegas interiores del cerro Santiago «por la velocidad del movimiento de las primeras horas (de más de 20 centímetros) y la forma en la que ha frenado ese movimiento». Una vez que el calado se llenó de material del cerro, los movimientos comenzaron a cesar.
Viendo la cartografía de la zona, se aprecian al menos tres bocas de bodega en la zona. El problema en estos casos es conocer con precisión la ubicación en 3D de esos calados, para así poder establecer con certeza las posibles afectaciones derivadas de actuaciones urbanísticas (cimentaciones, muros, viales…) y la integridad de las cavidades. Por todo ello, estos estudios geológico-geotécnico-hidrogeológicos son imprescindibles.
«Convendría que en todos los barrios de bodegas se hiciesen estos estudios cuando se lleven a cabo actuaciones que puedan afectar a los mismos, y que éstos quedasen definidos dentro de los planes urbanísticos en estas zonas», explica Quintanar.
El Colegio de Geólogos pone de manifiesto que en la mayoría de los barrios de bodegas existen varios niveles de calados superpuestos en la vertical que inestabilizan aún más el macizo rocoso, especialmente cuando el agua accede al interior de los mismos y va erosionando los materiales. En ese sentido, no hay que perder de vista las posibles afectaciones por agua, debidas a fugas en las redes de abastecimiento o saneamiento, además de las causadas por los sistemas de riego.
Posibles soluciones
No hay una solución sencilla al suceso ocurrido en Autol; al menos a corto plazo. «Todo pasaría por instrumentalizar la ladera, haciendo sondeos inclinométricos y tomando medidas de manera quincenal o mensual para recabar información sobre posibles desplazamientos de la ladera», apunta Ana Belén Quintanar.
Tras el análisis de estas mediciones se podrían plantear diferentes soluciones. Entre ellas, cabe la de ‘macizar’ la zona, es decir, inyectar lechadas de cemento para mejorar el terreno, rellenando los huecos (calados), pero siempre en función de los resultados obtenidos de las mediciones. También habría que recalzar la casa de la zona alta del cerro, apoyando sus elementos de cimentación en roca sana, «para lo cual los estudios geotécnicos con fundamentales».
Finalmente, en estos casos, es de vital importancia controlar las aguas freáticas como de lluvia, así como las posibles fugas de las redes de abastecimieto y los sistemas de riego.
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