La Rioja

El riojano Javier Murillo rescata de la guerra a 52 mujeres ucranianas

El riojano Javier Murillo pone a 52 mujeres ucranianas a salvo de la guerra

No es la primera vez que Javier Murillo se convierte en un héroe patrio para todos los riojanos. Lo ha vuelto a hacer. Si primero fue en Lesbos con la crisis humanitaria que llenó de cadáveres el Mediterráneo y después en Tesalónica, donde durante años ha colaborado con la ONG Rowing Together (‘Remando juntos’) ofreciendo atención ginecológica a mujeres víctimas de violencia de género; ahora no podía ser de otra forma y Ucrania ha llamado a su conciencia, siempre activa y pensando en cómo ayudar a los demás.

El cabo del Parque de Bomberos de Haro ha vuelto a enfundarse su capa invisible y se ha lanzado a poner su granito de arena en la ayuda humanitaria a Ucrania. “Tras la pandemia tuvimos que dejar de lado la labor que estábamos haciendo en Tesalónica y justo ahora estábamos buscando un proyecto nuevo en el que trabajar, cuando la situación de Ucrania nos cayó encima casi sin pensarlo”, explica a NueveCuatroUno. Sin casi darse cuenta, ya estaban ideando cómo ayudar a los que, sin saber por qué, han visto cómo las tropas de Vladimir Putin han invadido sus ciudades.

Su labor siempre es actuar de la manera más rápida posible, “no como los gobiernos y las instituciones, que son mucho más lentas y para cuando se ponen pasan semanas”. Así, los primeros días en los que los bombardeos empezaron a ser el pan nuestro de cada día en el país del este, su oenegé comenzó a buscar qué necesidades había en el país. Un par de días de labor de investigación, tirando de contactos, y manos a la obra. No había tiempo que perder. Había demasiadas vidas en juego.

“Enseguida nos dimos cuenta de que la primera labor que debíamos hacer era sacar al mayor número de gente posible de allí”, cuenta. Por ello, contactaron con una asociación de ucranianos de Torrevieja (Alicante), donde la comunidad ucraniana es muy amplia. Alquilaron un autobús, organizaron el papeleo, lo llenaron de comida para dejarla allí y hace cuatro días partieron hacia la frontera polaca con Ucrania. Przemysl era su destino. Cincuenta y dos personas les esperaban para salir del horror de una invasión que desde hace unas semanas ha sacado al país de su día a día para introducirlo en un escenario que recuerda demasiado a lo vivido a principios del siglo XX.

Ya en la frontera entre Polonia y Ucrania, “la situación es durísima”. “Allí todo son mujeres y niños, el frío es horroroso y tienen que cruzar la frontera a pie, a 9 grados bajo cero y muchas veces teniendo que hacer noche a la intemperie para salir lo antes posible del país”, relata Murillo, a pesar del cansancio acumulado tras cuatro días sin casi dormir, comer, ni beber.

Más allá de las carencias, lo peor es la carga emocional y psicológica de estas personas. “Hay que tener en cuenta que están dejando allí a sus maridos, a sus padres, a sus hermanos, a sus hijos… Cualquiera al que le corra sangre por las venas entiende el drama para estas mujeres”, explica el bombero de Haro.

“Se te cae el alma a los pies”

Mientras dialoga en el autobús de vuelta a España repara en que junto a él viaja una mujer joven: “Se viene a España con su hijo de 14 años, pero ha tenido que dejar a otro allí con 21”. La duda es siempre la misma: ¿volverán a verse? Y así, mujer tras mujer, familia tras familia. “Ayer se despedían los padres de los hijos y las mujeres cuando subíamos al autobús. Se te cae el alma a los pies”, relata. Nadie sabe cómo va a terminar esta historia de dolor y horror que les ha pillado casi por sorpresa.

Javier Murillo, durante el despliegue de su ONG en Lesbos.

Intenta comparar con otras crisis humanitarias en las que ha estado pero es imposible. “Lesbos fue durísimo porque la gente se nos moría en las manos pero es que aquí ni siquiera hemos entrado en el país”, reconoce. Ante la posibilidad de seguir ayudando, la primera noche que estuvieron en Przemysl hicieron labor de campo. “Prácticamente no pegamos ojo mirando a ver cómo podíamos ayudar cuando volviésemos a España, mirando las necesidades, lo que les va a hacer falta si la guerra se alarga…”, cuenta.

“El silencio es atronador”

Ya de vuelta para España con 52 refugiados, el activista riojano explica que las horas de autobús no están siendo fáciles. “Hay un silencio atronador, aunque poco a poco estamos intentando animarlos, pero es muy duro”. Este sábado tienen previsto llegar a Torrevieja, donde familiares y amigos esperan a estos refugiados.

“Hay que dejar claro algo, las cosas hay que hacerlas en condiciones; aquí hemos traído gente porque tienen a sus familiares y amigos esperándolos con los brazos abiertos, que nos está empezando a dar miedo lo que puede pasar con esas mujeres que se han quedado solas en la frontera”, enfatiza, alertando del riesgo de que las redes de trata puedan aprovecharse de las miserias de la guerra.

Además, Murillo advierte de que “tampoco se puede traer a gente y luego dejarla tirada en España; las cosas hay que hacerlas bien”.

Mientras avanza la ayuda humanitaria, la ONG piensa seguir ayudando desde España: “Esta primera colaboración no ha terminado hasta que no suene el pitido final y los dejemos a todos con su gente”. Llegado ese momento, se plantearán nuevas acciones. Y es que gente como Javier consigue que lo más complicado siempre parezca sencillo y así, sin darse importancia, se convierten en ángeles sin alas. Héroes con una capa invisible que les permite ayudar a todos aquellos a los que la vida no se lo pone nada fácil.

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