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La superación de Jaime Sierra: “Mi representante me la jugó en verano”

Jaime Sierra (Madrid, 18 de marzo de 1998) acumula ya un auténtico reguero de vivencias. Pese a su todavía desbordante juventud, ha pasado por muchas pantallas de este videojuego de la vida. Comenzó a dar patadas al balón en el barrio de Carabanchel, pasó por las canteras de Real Madrid, Valencia y Leganés. Quedó libre en julio, pero no se rindió y pudo llegar a la UD Logroñés. Tras pasar un periodo de prueba, se ganó su primera oportunidad en Segunda División B y ante el Valladolid Promesas pudo disfrutar de su primer partido completo.

El centrocampista ha pasado esta semana por los micrófonos de SER Deportivos (Radio Rioja) para repasar muchos aspectos de su vida, sus sueños y sus pensamientos sobre este entorno tan peculiar. En primer lugar, valora su titularidad ante el filial pucelano, pero se muestra con mucha cautela: “Es difícil cuando llegas tan tarde, llevaba prácticamente seis meses sin jugar noventa minutos y lo noté en la segunda parte, voy yendo a mejor. Al equipo le veo muy bien, hay buen ambiente y poco a poco, seguro que conseguiremos el objetivo”.

Sierra se muestra contento en Logroño, pero viene de un mal verano; ya que concluyó su trayectoria en el Leganés B y se quedó sin equipo al terminar la pasada temporada: “Es una mala gestión de mi anterior agente, cosas del fútbol que pasan”. Pese a ello, no se rindió y siguió con su entrenamiento: “Me cogí un preparador físico y entrenaba aparte todos los días, porque sabía que en cualquier momento iba a tener la oportunidad”. Y después de casi dos meses de trabajo duro, llegó la llamada que esperaba, con destino Las Gaunas.

“Vino otro representante, habló con el Logroñés, me dio esta oportunidad y cuando vine aquí lo intenté aprovechar al máximo; fue muy especial saber que me quedaba”, relata. Lo pasó muy mal, ya que el representante le vendía ‘humo’ con ofertas que no existían: “Es algo que no depende de ti, lo único que depende es trabajar. Esperaba un buen equipo y para mí estar en el Logroñés es un placer, es un equipo que tiene que estar más arriba”.

El inicio de una carrera prometedora

“Yo estaba en el Carabanchel en mi barrio, era muy chiquitito y sabía que había un ojeador que me estaba viendo. Se empezaba en prebenjamín, pero yo era más pequeño de prebenjamín”, recuerda. Y a partir de ahí, todo fue hacia arriba: “Estuve un año con la gente mayor que yo, de ahí empecé a subir y a subir”. Y tanto. Nueve años estuvo en La Fábrica, todos ellos como capitán. En ese camino coincidió con Sergio Reguilón: “Es un año mayor que yo. Cuando vas subiendo (cadete, juvenil) ya no coincides tanto, pero sí que he hablado mucho con él. Es buen chaval y buen futbolista”.

En su periplo, también conoció a Luca Zidane (cedido al Racing) y Achraf Hakimi (actualmente en el Borussia Dortmund). Sin embargo, llegó un momento en el que vio que debía cambiar de aires: “Como era capitán, estaba un poco acomodado. Veía que si salía iba a rendir más, así abría los ojos y espabilaba un poco”. Llegó un partido ante el Atlético de Madrid y después, le ofrecieron ir a la cantera del Valencia: “Me gustó, di el paso adelante y me sirvió mucho como persona”.

A pesar de su decisión, su adaptación fue progresiva y le costó despedirse de su entorno. En su camino, deja reflexiones impropias de su edad: “También te das cuenta de quién está a tu lado y quién no. Cuando sales, piensas que tienes, por poner un número, veinte amigos; pero al final solamente son tres”. En 2016, firmó tres años con la entidad valencianista, pero solo estuvo uno: “Era muy jovencito, había jugadores como Carlos Soler o Juan Villalba; el paso a Mestalla es muy complicado”. Por todo eso, tras un año en el ‘exilio’ decidió volver a casa, al Leganés B.

Su estancia en el conjunto ‘pepinero’ fue inolvidable. Fue convocado con el primer equipo en un partido de Copa frente al Real Madrid en el Bernabéu: “Me estaba duchando con un compañero, entró el segundo entrenador de Asier Garitano y me lo dijo. Me quedé alucinado, imagínate, después de estar nueve años ahí. Llegué a calentar y no salí, pero conseguimos el pase a la siguiente ronda”. A partir de ahí, jugó minutos en Primera frente al Espanyol, el Girona y fue convocado frente al Betis: “Es para toda la vida, lo llevo tatuado y es algo que no se me va a olvidar nunca”.

Un aprendizaje continuo

En sus pocos años en activo, ha coincidido con jugadores como Martín Mantovani, que logró saltar de Segunda División B a Primera. ¿Y cuál es la clave para dar el salto? Pues la constancia: “Tienes que tener un poco de suerte en muchos partidos y momentos. Es trabajar, trabajar y trabajar hasta conseguirlo. Hay mucha gente que trabaja y no lo consigue, pero es la única manera de llegar arriba”. Y también, no tirar la toalla: “En ningún momento quiero dejar el fútbol, yo sé lo que valgo, lo que puedo dar y tenía claro que iba a seguir”.

Experiencia que ahora aprovecha en la UD Logroñés, donde compite con jugadores como Andy y Olaetxea y se ‘aprovecha’ de la lesión de Errasti. Y con esa filosofía quiere seguir progresando:  “Yo me centro en mí, cada uno juega de una manera propia; mientras entreno, me fijo en los compañeros, porque todo el mundo tiene cosas buenas. Pero cada uno tiene que centrarse en uno mismo y si puedes fijarte en jugadores ‘top’, pues mejor”.

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