Firmas

La lección Romero: ‘Formas de autodestrucción en tiempo récord’

Aquí debería ir una frase impactante, algo que atrape al lector. Yo siempre pienso en el comienzo de ‘Cien años de soledad’ como la manera más brillante de empezar una novela: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. Es el ABC del cronista parlamentario. Hay que arrancar con algo impactante que te identifique para tener eso que llaman “el estilo de ” o “la pluma de”.

Sabiendo esto, uno se afana en buscar durante los plenos del Parlamento algún chascarrillo o detalle que le ayude a crear un hilo conductor para subir al lector a la cresta de la ola política riojana. Literatura a base de metáforas, paradojas, hipérboles, ironías, pleonasmos… con el espectáculo que nos brindan nuestros queridos representantes públicos y sus satélites. Lo que acaba ocurriendo, generalmente, es que la realidad acaba superando a la ficción que un humilde plumilla pueda imaginar.

Cuando eso sucede y el Parlamento se acaba convirtiendo en un circo de tres pistas, lo único que se puede hacer es recostarse en el asiento, ver el espectáculo e intentar no sonrojarse demasiado. Más tarde, en la tranquilidad de la redacción y frente al teclado, toca plasmar la historia con un par de opiniones recurrentes. Y a partir de ahí, lo que surja como en ese jueves que te ibas a tomar una caña y llevas cinco pintas. Lo canta Vetusta Morla: “Dejarse llevar suena demasiado bien. Jugar al azar. Nunca saber dónde puedes terminar. O empezar”.

Apliquemos pues toda esta teoría a lo que este martes ha perpetrado la diputada de Podemos, Raquel Romero, quien se ha pasado todas las pantallas del videojuego parlamentario en una sola partida. “Estás en la cuarta dimensión”, le ha dicho acertadamente el portavoz y futuro senador autonómico, Raúl Díaz. En su estreno en el exconvento de La Merced -esta referencia siempre debe usarse en una crónica riojana-, Romero ha dinamitado cualquier lógica que los allí presentes conocían.

Un discurso lleno de reproches y ataques personales al único partido que puede mantener a tu formación con vida en la región no es la mejor estrategia política a seguir. Y si aderezas la ensalada de hostias con una fábula que tiene por título ‘La zorra y el cabrón en el pozo’ para vacilar, la cosa se pone tan sumamente espectacular que tú próximo paso sólo puede ser coger un bidón de gasolina, echártelo por encima y prenderte fuego al grito de “sí se puede”. Seamos serios, por favor.

La actuación de Romero en la investidura de Concha Andreu quedará para la historia. La Universidad de La Rioja se encuentra estudiando la estrategia de Podemos y su diputada como una asignatura optativa el próximo curso: ‘Formas de autodestrucción política en tiempo récord’. Tras la sesión, diferentes dirigentes morados –Pablo Iglesias, Irene Montero y Juan Carlos Monedero, al menos- han montado en cólera tanto en público como en privado por lo sucedido en la calle Marqués de San Nicolás. ¿Qué ocurre entonces?

Raquel Romero está sola. No tiene quien le escriba. Salvo un pequeño grupo de personas de las que se ha rodeado estas semanas, su soledad se agiganta día tras día y hasta los líderes nacionales reniegan de su estrategia. Por si hay algún despistado, el círculo de confianza de la diputada: el secretario general de Podemos, Kiko Garrido; la asesora en el Ayuntamiento de Logroño, Nazaret Martín (mujer del primero); la concejal logroñesa Amaya Castro; el asesor Miguel Reinares; y los hombres de negro (Francis Gil y Mario Herrera) llegados desde Castilla-La Mancha para negociar con el PSOE. No anda tampoco lejos Joaquín Giró.

En las manos de las personas mencionadas en el último párrafo está el futuro del Gobierno de La Rioja. Concha Andreu o elecciones. Truco o trato. Susto o muerte. Por el momento, va el susto. La muerte sería en septiembre. Salvo para el PP, claro, que sería la resurrección.

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