La Rioja

Con el maletín preparado para atender en remolques, huertos y gallineros

Hace no demasiado tiempo, antes de que las grandes ciudades ejerciesen de imán para gente en busca de prosperidad, el escalafón más alto del estatus social lo marcaban tres profesiones: el cura, el maestro y el médico. Mucho ha cambiado la vida desde entonces. Las iglesias pierden aforo más rápido que los pueblos y los maestros denuncian que ya no son lo que eran. No obstante, para los habitantes de las áreas rurales los profesionales sanitarios siguen representando un eje fundamental en su rutina.

Bien lo sabe José Luis Ponce, médico rural que presta servicio regularmente en los consultorios de Leiva, Tormantos, Herramélluri y Villalobar. “La cercanía y la confianza con nuestros pacientes juega a nuestro favor y facilita, entre otras cosas, el cumplimiento de los tratamientos”, señala.

En los más de 170 consultorios rurales de La Rioja las dificultades técnicas (véase, consultar por internet el historial del paciente) se suplen de un modo más natural. “En muchas ocasiones conocemos y atendemos a una familia al completo -nietos, hijos y abuelos-, lo cual es una baza muy importante”, explica el galeno. Esa proximidad, sin embargo, a menudo deja de ser una ventaja para convertirse en inconveniente: “Para nosotros ellos son mucho más que pacientes y cuando tienes que dar una mala noticia o alguien ‘se va’ algo se rompe dentro de ti”.

La extensión geográfica es, sin duda, el mayor handicap al que se enfrenta la medicina rural. José Luis y la enfermera que le acompaña recorren cada día cuarenta kilómetros para atender los cuatro consultorios de su zona. Un hecho que, cuando se presenta una urgencia, complica mucho las cosas. Al otro lado de la balanza, “al ser consultas menos masificadas nos permiten una atención integral y sin prisas”, subraya el galeno.

Policía, hay un doctor en mi salón

En sus dieciséis años como especialista en medicina rural, José Luis Ponce recuerda un buen número de anécdotas relacionadas con su labor. “He atendido urgencias en domicilios, en la calle y en carreteras, pero también en remolques, huertos y gallineros”, señala.

También evoca cómo “hace años recibimos un aviso urgente de un abuelo que vivía solo y al que le dolía la tripa. al llegar al domicilio llamamos y no nos abría la puerta. Ya pensando en lo peor, decidí subirme a una tapia y entrar por la ventana, pero cuál fue mi sorpresa cuando en el salón me encuentro al paciente viendo la televisión con los cascos puestos”.

La historia no termina ahí: “Él también se sorprendió, quizás más que yo, y se llevó un buen susto al ver entrar a un hombre de blanco por la ventana de su casa; tuve que atenderle por el dolor abdominal y por el susto y no hacía más que repetirme ‘si llego a tener algo en la mano se lo tiro a la cabeza, doctor'”.

Reorganizar la Atención Primaria

Ponce incide en que “la medicina rural nunca puede desaparecer porque forma parte de la vertebración social y representa un factor de equidad indiscutible”, si bien apunta que la despoblación en los pueblos lleva a que “se tenga que reorganizar nuevamente la atención primaria en nuestra región en los próximos años”.

Llegados a ese momento, el facultativo reclama “que la Administración tenga en cuenta la opinión de los profesionales que cada día recorremos las carreteras para atender en los consultorios rurales”. En el capítulo de reivindicaciones, Ponce denuncia que “en verano la población se multiplica por cinco en los pueblos pero las plantillas no se modifican, con todas las dificultades que eso genera a pacientes y profesionales”.

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