TRIBUNA

Vuelta al mercado

Las ciudades han cambiado mucho en los últimos tiempos; Logroño, también. Hace no tantos años la vida de una ciudad de tamaño pequeño, como la nuestra, giraba en torno al centro, al ágora como la denominaban los griegos. Nuestra ágora era El Espolón y todo su entramado de calles alrededor. Ahí se hacía la vida. Se paseaba, se trabajaba, se iba al colegio, se jugaba, se quedaba con los amigos y se compraba.

Todo estaba plagado de tiendas, de pequeños comercios que cubrían las necesidades del día a día y no solo, también había comercio de alto nivel: joyerías, relojerías, estupendas boutiques, tiendas de decoración, de menaje para el hogar, de iluminación, de deportes. En fin, todo un universo al alcance de los vecinos de la ciudad que prácticamente no tenían que moverse para ver saciados sus apetitos consumistas.

¿Y qué pasó? Que la ciudad cambió y todo eso fue desapareciendo poco a poco. Se crearon nuevos barrios, cada vez más alejados del centro, porque los gustos de las personas fueron cambiando. Veíamos en las películas, con cierta envidia, que la gente vivía en espacios más abiertos, con más parques, con avenidas más amplias, con jardines particulares, incluso piscinas. Que esas gentes compraban en grandes centros comerciales, a los cuales naturalmente se desplazaban los fines de semana toda la familia en coche y llenaban sus carros de compra embriagados por unas estanterías llenas de color y productos de lo más variados. Y copiamos el modelo.

Y aquí estamos hoy. Con una vida de película americana, o inglesa o australiana, que dista mucho de nuestros usos y costumbres tradicionales. Porque hoy, lo que era el centro de la ciudad, con su algarabía, correr de niños, paseo de mayores, conversaciones y saludos está desapareciendo al igual que muchos de sus comercios. No me quiero poner dramática, pero nuestro centro está perdiendo su esencia, su alma, en definitiva su vida. Pero todavía nos queda algo importantísimo que estamos a tiempo de salvar: nuestros mercados.

Sin lugar a dudas, ellos son un pilar esencial para impulsar un desarrollo económico sostenible. El acto de acudir a estos espacios para adquirir productos frescos, locales y de proximidad, así como elaboraciones artesanales de diversa tipología, procedentes de nuestro entorno cercano, contribuye decisivamente a la sostenibilidad ambiental, social y económica de nuestra ciudad.

Ha llegado el momento de recuperar las buenas costumbres y redescubrir esos lugares mágicos, que guardan el sabor de lo artesano porque además son lugares más que recomendables para conseguir género de alta calidad, fresco y barato. Es una opción más ecológica, te permite ir andando en lugar de coger el coche, y puedes llevar tu propio carrito y tus bolsas reutilizables para no tener que usar las de plástico. Es más entrañable porque proporciona el placer de pararte a saludar y charlar con los tenderos y con los vecinos que es una buena costumbre que hay que recuperar. Es posiblemente más barato: por ejemplo la verdura y la fruta al ser de temporada suele estar mejor de precio y en general se desperdicia menos, porque comprar a diario acaba compensando.

Los mercados y el pequeño comercio en general generan mucho empleo directo, mueven la economía local y logran que nuestras calles estén más llenas de vida.

En definitiva, decir mercado es hablar de nosotros, porque no podemos entender quiénes somos sin tener en cuenta lo mucho que nos ha influido. Esperemos que además de pasado a nuestros mercados también les quede mucho futuro.

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