El Rioja

Fernando Remírez de Ganuza, un visionario de la excelencia en Rioja

Nació en la villa navarra de Meano, pero pronto pisó las tierras de Rioja Alavesa para dar rienda suelta a su pasión por las viñas viejas y los vinos de guarda. Quién le diría a Fernando Remírez de Ganuza que las raíces de aquella viña de su madre en Elvillar le llevarían a crear su propia bodega en Samaniego y convertirse en un referente de la excelencia del vino de Rioja. La denominación, su tierra y gran parte del mundo del vino ha amanecido este martes con la triste noticia de su muerte a los 73 años a causa de un tumor en el pulmón.

Es la pérdida de un visionario, de una figura revolucionaria que rompió moldes en una época en la que nadie se salía del cauce de la producción masiva: introdujo la clasificación rigurosa de la uva y el uso de mesas de selección en su propósito de elaborar vinos de alta gama, manteniendo un compromiso fiel por la calidad en cada fase del proceso. Especialmente, en el viñedo. Y es que al mundo del vino llegó como corredor de fincas, la mayoría de viñedos, durante la década de los 70 y los 80. De ahí pasó a ser socio en Torre de Oña, pero solo aguantó un par de años. Con tanto manejo de parcelas conocía a la perfección cuáles eran las de mejor calidad, así que seleccionó unas 27 hectáreas para comenzar su proyecto en 1989 bajo el mantra, que aún perdura, de hacer pequeñas producciones de alto nivel.

Cuidado en la viña, defensa del territorio y sus suelos y crianzas prolongadas fueron las bases de Remírez de Ganuza para consolidarse como un grande en la historia del vino. Esa pasión culminó con el alzamiento de la firma de Samaniego como la primera bodega en España en hacerse con los 100 puntos Parker. El bendecido fue su Gran Reserva de la añada 2004. Unas 2.000 botellas que emanan de viñas viejas repartidas por diferentes localizaciones de la Sierra Cantabria: Samaniego, Leza, Ábalos, San Vicente de la Sonsierra, Elciego y Laguardia. Las uvas de tempranillo, graciano y algunas variedades blancas, con una crianza larga de unos tres años, dotaron a este vino de una fruta perfectamente fundida con el roble francés que lo llevaron a lo más alto.

Este legado pasó a manos de la familia Urtasun, de Vitoria, en 2019, que adquirió por completo la propiedad, aunque en 2010 ya se había hecho con el 50 por ciento. Ahora ya son 80 hectáreas propias repartidas en más de 200 parcelas. José Ramón Urtasun, actual propietario, no ha querido perder la oportunidad de mostrar el vínculo tan estrecho que le unía a Fernando. “Él me lo enseñó todo y, más allá de la relación profesional, fue un gran amigo. Son momentos muy difíciles y creo que el mejor homenaje que le podemos hacer es dejar la bodega que fundó en lo más alto posible y continuar su legado”, destaca con emoción su pupilo.

Las muestras de cariño y condolencia no se han hecho esperar, como es el caso de Juan Luis Cañas, quien en los micrófonos de Radio Rioja ha mostrado la dureza de la noticia de su muerte: “Ha sido una persona que ha ido por delante de muchos en el mundo del vino. Siempre estaba para ayudarte, daba gusto estar y hablar con él. Tenía suerte, además, de contar con su yerno Jesús Mendoza en bodega”.

Remírez de Ganuza nunca bajó ni un solo escalón en esta pirámide de la excelencia que, en todo caso, ha seguido escalando año tras año. Ni siquiera lo ha hecho en la actual crisis del vino que palpa Rioja, cuando esta bodega asegura que vive uno de sus mejores momentos, con ventas al alza y reconocimientos a nivel internacional. Basta con decir que en 2022 se constituyó como la primera de Rioja y la segunda de España (solo por detrás de Vega Sicilia) capaz de vender 50.000 botellas de su reserva a más de 50 euros. Así lo atestiguó Urtasun en una entrevista el pasado año en NueveCuatroUno, refrendando que el tiempo pone a cada uno en su sitio, porque el legado de Remírez de Ganuza se mantendrá en cada botella que lleva su nombre.

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