Sucesos

El ‘pequeño Nicolás peruano’ también causó estragos en La Rioja

FOTO: EFE/ Raquel Manzanares.

Tiene 28 años, es de origen peruano y tiene un morro muy fino. Con estos tres elementos sobre la mesa no habría nada que reprochar a su conducta. El problema es que entre los hábitos de Darwin Grover no figura el de pagar por sus ‘caprichitos’, lo que le ha valido el sobrenombre de ‘el estafador de la jet set’, ‘el estafador de los ricos’ o, incluso, ‘el pequeño Nicolás peruano’ debido al reguero de presuntas estafas que ha cometido a establecimientos de hostelería de lujo y a personas de ‘alto standing’. La policía lo detuvo la pasada semana en Galicia (el juez lo puso después en libertad), pero sus víctimas se reparten por todo el país, también en La Rioja.

Su forma de actuar es recurrente y ha propiciado una decena de requisitorias judiciales. Se hospeda en un hotel de lujo con identidades falsas -se hace pasar por un profesional de alto poder adquisitivo- y, tras pasar varios días a cuerpo de rey, se marcha simulando transferencias bancarias o, directamente, sin pagar.

Cuando el pasado lunes trató de replicar su estrategia en un hotel de Outeiro de Rei (Lugo) los agentes ya estaban sobre aviso y las alarmas saltaron cuando el perfil de su registro coincidía con las bases de datos policiales, que lleva meses tras sus pista. Cuando la policía llegó al establecimiento aún no había completado su ‘simpa’ (esta vez haciéndose pasar por representante de una minera canadiense), pero aún así quedó bajo arresto por los delitos de estafa, apropiación indebida y hurto que le imputan otros juzgados que le venían siguiendo la pista desde hace tiempo.

Según relata El Mundo, el de Lugo sería el último capítulo de una serie a lo ‘atrápame si puedes’ que también ha causado estragos en Madrid (en ‘barrios bien’ como Chamberí, Chamartín o El Retiro), Barcelona (estafó a establecimientos del Paseo de Gracia), La Rioja (sin aportar más detalles sobre este episodio) y Andalucía.

Aunque quedó en libertad en calidad de investigado, Darwin Grover admitió los hechos ante el juez y justificó su conducta aludiendo a problemas psicológicos que le llevan a simular un tren de vida inaccesible para obtener prestigio social.

El ‘estafador de la jet’ lleva dos años y medio en España y, salvo sus labores al otro lado de la Ley, no se le conoce actividad profesional que explique sus hábitos que, además de frecuentar establecimientos de lujo, pasan por conducir coches de altísima gama y lucir prendas de los diseñadores más codiciados.

Quien sabe si, aunque la Guardia Civil y la Policía le siguen los pasos, el de Lugo fue el último capítulo de un historial delictivo que evoca a las mejores películas de ladrones de guante blanco.

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