Iniciaba en Arnedo Diego Urdiales la temporada de su 25º aniversario como matador de toros. Que es una vida de torería, verdad y pureza. Con sus esfuerzos y denuedos, fatigas, temores y miedos. Una historia de fidelidad a una única forma de entender el toreo, enemistada en ocasiones con un sistema tan injusto como intransigente. También salpicada de no pocos triunfos, muchos de ellos inolvidables. Un viaje, en definitiva, de 25 años con escalas en los avernos y en las glorias del toreo. Toda una vida, como decía.
Fue su hija, Claudia, la encargada de entregarle en nombre del empresa Espectáculos Taurinos Ignacio Ríos, concesionaria del coso arnedano, un ramo con 25 rosas blancas. Una por temporada y todas por igual.
Los abarrotados tendidos obligaron a Urdiales a saludar una ovación en el tercio que compartió con sus compañeros de cartel. Y fue eso todo lo que tuvo de idílico la primera tarde de toros de la temporada riojana de 2024. Demasiado poco, claro.
Muy decepcionante fue el juego de los toros de Alcurrucén, tan apretaditos de carnes como vacíos de fondo, poder y entrega.
Devolvió tanto cariño Urdiales a sus vecino con cuatro verónicas en el saludo a su primero. Brotaron con mando y aunaron compás, ritmo, empaque y verticalidad. Un quite por chicuelinas certificó que aquel alcurrucén no terminaba de alejarse de los vuelos de los trastos. Brindó Urdiales a su hija un trasteo en el que sólo hubo una serie en redondo, con ritmo, exposición y reunión. El pitón izquierdo terminaba los viajes desentendido, cuando no protestando.
Hizo quinto un toro de brava expresión, reunidos los pitones y vueltas las puntas, y manso de condición. Buscó siempre terrenos de tablas y terminó rajándose con descaro y alevosía. Las pocas veces que embistió lo hizo sobre las manos y, cuando no, limitándose a sólo pasar.
Tuvo su aquel el saludo de manos bajas de Talavante a su primer oponente. Vistoso fue aquel quite por gaoneras y casi todo lo que llegó en el último tercio pareció surgir como muy aprisa y casi siempre sin grandes apreturas. Un cambio de mano pareció descubrir una larga y acompasada embestida por el pitón izquierdo, que nunca fue del todo aprovechada. Talavante no anduve diestro con la espada.
Una oreja paseó del sexto, tras una obra más pausada, aunque iniciada de forma un tanto alocada. Una serie más templada por el derecho vino a marcar un antes y un después en la tarde del extremeño para conseguir después una serie relajada, templada y de buen trazo con la mano izquierda. Seguramente, demasiado poco para aquel buen son y aquellas nobles embestidas del toro de Alcurrucén. Unas bernardinas en los medios despertaron a unos tendidos que hasta pidieron con cierta tibieza el doble trofeo pese a que Talavante pinchara con la espada.
Morante de la Puebla se limitó a castigar muy en exceso a sus dos oponentes. Siempre anduvo como ausente y desconfiado. Tres broncas, dos al pasaportar a sus enemigos y otra al abandonar el coso, fueron todo su balance.
La ficha
Plaza de toros de Arnedo. Lleno en los tendidos. Toros de Alcurrucén, correctos de presentación, deslucidos, sin fondo, desclasados y faltos de entrega en conjunto. Más manejables resultaron los lidiados en tercer y sexto lugar.
- Morante de la Puebla: bronca y bronca.
- Diego Urdiales: palmas tras aviso y silencio tras aviso
- Alejandro Talavante: ovación y oreja