Educación

Las altas capacidades en los niños “pueden ser un caramelo envenenado”

Álex estaba en tercero de Primaria cuando Mayka y Eduardo empezaron a ver que había cosas que no cuadraban.”Siempre había sido un niño que vivía en su mundo, un poco inmaduro para algunas cosas, que no tenía los intereses propios de un chico de su edad. Era disperso, algo impulsivo… pero ese año empezó a hacer alguna macarrada que no encajaba con su forma normal de actuar”. Aunque Mayka ya había ido buscando qué podía pasarle a su hijo, fue ese el momento en que se puso en manos de un psicólogo especialista. El resultado fue contundente: era un niño con altas capacidades.

“Entonces empiezas a atar cabos, entiendes por qué cuando tenía 7 años dejó de ver dibujos para ver documentales de la II Guerra Mundial, por qué su lenguaje no era el mismo que el de los niños de su edad, por qué no le gustaban las mismas cosas que a sus compañeros de clase…”, y reconoce que lo que buscaban en un principio era algún déficit de atención.

En ese momento, decidieron hacerle también las pruebas a María, la pequeña. “Nos dijeron que normalmente los hermanos tienen entre ellos una diferencia de unos 10 puntos de cociente intelectual (CI)”. El rango en el que estaba Álex les venía a decir que María también podía serlo. Y así fue. En ese momento fue cuando se acercaron hasta la asociación ARNAC: “Es mi primer consejo para todos aquellos que se encuentran con la misma situación; cuando conoces a otras familias que se encuentran en tu misma situación empiezas a quitarte la culpa, porque muchas veces piensas que algo has hecho mal”.

Porque lo que pudiera parecer una ventaja en el ámbito educativo es, realmente y en muchos casos, una crianza “exigente y una incomprensión constante por parte de todo el mundo”. Mayka lo explica claro: “Todo el mundo piensa que como tienen altas capacidades no necesitan ayuda, y son niños que no entienden lo que les pasa, que tienen una gran frustración y que en muchos casos son dianas del fracaso escolar e incluso el abandono escolar”.

El día a día de Álex y María está lleno de extraescolares. “Mis hijos no pueden estar de cinco a nueve sin nada que hacer porque se suben por las paredes y yo al techo. Tienen que estar siempre ocupados porque sus cabezas no paran”. Casi no duermen -los pequeños consideran que “hora dormida es hora perdida”- y con ellos cualquier negociación se convierte en un auténtico suplicio. “Desde muy pequeños te dan la vuelta a cualquier argumento porque siempre van un paso por delante”. No lo hacen con mala intención, pero hay mucha gente que piensa que son manipuladores: “Son defensores de las causas perdidas, con ellos cada minuto es intenso”.

Y es que las etiquetas enseguida se colocan en estos niños. “Lo normal es que piensen que son unos listillos, unos frikis o unos raritos, pero es que su cabeza va a mil y en el fondo no dejan de ser niños y su gestión emocional es, en la mayoría de los casos, de su edad”. Mayka intenta no recordar las veces que su pequeña le ha dicho eso de “mamá, quiero ser normal”.

En el ámbito educativo tampoco las cosas son sencillas: “Son los grandes olvidados”. Todo el mundo da por hecho que no necesitan ayuda porque ellos pueden sacar todo solos, pero la realidad es distinta. “Hay muchos profesores que no saben qué tienen entre manos, el sistema educativo está basado en la repetición y ellos desconectan enseguida. Es complicado que tengan hábitos de estudio porque durante muchos años no les hace falta estudiar…” y así se van sumando las piedras en el camino. “Hay niños que se sienten bien en su vida escolar, pero hay otros que sacan las cosas a duras penas y otros se quedan por el camino porque ni siquiera quieren ir al colegio”. Grandes talentos perdidos.

Para Mayka, conocer la asociación o los talleres de la Universidad de La Rioja ha supuesto encontrar la luz. “Ven que hay chicos a los que les pasa lo mismo que a ellos, que son normales en un contexto concreto, que se les motiva a través de retos, que se habla de las cosas que les gustan”. Esas son las claves para sobrellevar esta situación un poco mejor: “También es importante ir a terapia y, en mi caso, verbalizarlo desde un principio; hay otros padres que no quieren contarlo pero para mi ha sido fundamental”. “Es un caramelo envenenado si no lo sabes llevar bien”, sentencia.

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