San Mateo

Capellán apela a la igualdad de todos los españoles en el Pisado de la Uva

Capellán apela a la cohesión territorial en el discurso institucional del Pisado de la Uva

El presidente del Gobierno de La Rioja, Gonzalo Capellán, ha hecho este jueves un llamamiento a la “cohesión de España” durante su discurso en el acto institucional del Pisado de la Uva, con motivo del día de San Mateo, jornada capital en las Fiestas de la Vendimia de Logroño.

En este sentido, Capellán ha subrayado que “hoy no se pueden entender ni aceptar desigualdades entre los géneros, ni entre los habitantes de una misma región, ni entre las personas que conviven en un mismo país”, recalcando que La Rioja “es mucho más que la más pequeña de las comunidades autónomas de España”.

“La Rioja es una parte esencial de España y ha contribuido y contribuye de un modo relevante -y me atrevo a decir que hasta ejemplar- a la cohesión de España. Constituimos un factor de estabilidad y tranquilidad territorial. Y esto en un momento de nuestra historia reciente tan crucial como el que actualmente vivimos hay que resaltarlo, valorarlo y tenerlo muy en cuenta a todos los niveles”, ha señalado el presidente autonómico, comprometiéndose a “dedicar todos los esfuerzos y medios para poner las condiciones de posibilidad a esa libertad, fundamental e irrenunciable”, en la comunidad.

Con referencias a María de la O Lejárraga y Manuel Bartolomé Cossío, Capellán ha llamado a “trabajando juntos, como una comunidad unida, para proteger y enriquecer nuestra tierra; sigamos fomentando la sostenibilidad y la innovación en nuestro campo y en nuestra industria. Sigamos formando a nuestros alumnos a través de la mejor educación posible. Sigamos ofreciendo caminos que explorar a los más jóvenes y servicios de calidad a los no tan jóvenes. Sigamos cuidando de todos con una sanidad pública bien gestionada. Sigamos compartiendo la belleza y el goce de La Rioja a través del turismo. Y, sobre todo en estos días, sigamos disfrutando de nuestros vinos y nuestros extraordinarios productos con alegría y gratitud”.

El discurso de Gonzalo Capellán, íntegro

“Excelentísimas e Ilustrísimas autoridades.
Queridos amigos y amigas.

Saludo a todos los presentes desde esta sencilla fórmula protocolaria, porque el momento lo requiere, porque los riojanos nos caracterizamos, entre otras muchas cosas, por la cercanía, por la sencillez y la calidez de nuestra acogida.

En los últimos meses cuando he tratado de sintetizar la quintaesencia de nuestra peculiar y original forma de ser, de nuestra idiosincrasia colectiva, me he referido a los riojanos como gente luminosa, trabajadora, honesta, hospitalaria, abierta, afable y podría seguir adjetivando casi sin límite muchas otras de las cualidades humanas que a veces nosotros mismos, por ser sus portadores, no somos capaces de ver con tanta nitidez como las manifestamos a quienes nos visitan, nos conocen y se quedan prendados de las personas que habitan esta maravillosa tierra que es La Rioja.

Esa forma de ser, ese halo que rodea la riojanidad, que crea esa atmósfera pura, especial, única y hasta vibrante, se siente en todas las ocasiones en las que los riojanos nos juntamos para celebrar, como hacemos hoy aquí en este auténtico epicentro de Logroño, con motivo de la festividad de San Mateo en este apreciado acto, público al tiempo que muy íntimo, muy nuestro, como es el pisado que festeja la vendimia por medio de numerosos símbolos.

A mí, como a muchos riojanos, me evoca y me traslada a la infancia, a esos primeros contactos con la viña, con los hombres y las mujeres que se afanaban en la vendimia, el desprendimiento de la uva de su cepa, su depósito en el cesto, su traslado hasta el remolque, e incluso, después, esos viajes que me dejaban hacer en el vehículo hasta la bodega. Y allí, la prospección de la uva, la medición del grado, la descarga y luego ese inconfundible y dulce aroma de un primer mosto natural que indicaba que estaba en marcha todo el proceso hacia la consecución del producto que identifica a nuestra tierra de un modo singular, el vino.

Todo eso ha pasado, fugazmente ahora por mi cabeza o, más bien, ha aflorado porque está ahí dentro, muy profundo enraizado desde mis orígenes, mientras contemplaba ese pisado y ese primer mosto que acabamos de ofrendar a la patrona de La Rioja, la Virgen de Valvanera.

Antes de entrar en lo que propiamente nos ha reunido aquí, no puedo dejar de recordar públicamente que hoy es una jornada dedicada, más allá de nuestras fronteras y de la festividad que nos ocupa, a dos grandes causas. Por un lado, este 21 de septiembre es el día internacional del Alzheimer por decisión de la Organización Mundial de la Salud y, por otro, es el día internacional de la paz, por indicación de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Los riojanos nunca hemos sido ajenos a las preocupaciones colectivas, y nunca debemos serlo, porque de otro modo estaríamos perdiendo una parte importante de esa empatía que nos caracteriza y que nos dignifica, individualmente como personas, y colectivamente como sociedad. Vaya, por tanto, un recuerdo previo como llamada a la sensibilización hacia estos dos grandes objetivos de la especie humana.

Hechas estas consideraciones, he de decir que es un inefable honor y orgullo estar aquí hoy, para dirigiros unas pocas palabras, unas pocas reflexiones, en este emblemático acto del pisado de la uva de San Mateo. Este acto es, sin ningún lugar a dudas, todo un símbolo de la rica tradición vitivinícola de nuestra región y de la pasión que los riojanos sentimos por el lugar que nos ha visto crecer. Por otra parte, la presencia de la virgen de Valvanera en el articulado de este encuentro nos recuerda el vibrante sentir que emana de dicha advocación mariana, tal como nos recuerda, con aires de jota, el texto de aquella propuesta que realizó José María Lope Toledo como posible letra para nuestro himno.

Con el sol te vi un día,
María de Valvanera.
Dicen que la sierra es fría:
yo digo que es una hoguera.

En efecto, toda La Rioja crepita de buenos sentimientos en momentos como el que ahora mismo estamos viviendo en este patio del instituto Sagasta de la ciudad de Logroño, la capital de nuestra querida región.

La Rioja es mucho más que la más pequeña de las comunidades autónomas de España. Con su diversidad de paisajes y el elevado número de municipios que la conforman para sus poco más de 5.000 kilómetros cuadrados, podría decirse que somos un resumen de muchas cosas buenas e incluso protagonistas destacados de algunas realmente extraordinarias. Recorrer los siete valles de esta región es una de las experiencias más hermosas que uno puede realizar. Al hacerlo es cuando se puede adquirir la perspectiva suficiente para darse cuenta de la inmensa fortuna que tenemos de habitar este lugar del mundo.

La Rioja es y significa en el contexto de España mucho más que los 320.000 habitantes que reflejan nuestros datos demográficos, e infinitamente más -que no lo dude nadie- que la representación parlamentaria que se concreta en 5 representantes en el Senado y 4 en el Congreso de los Diputados, Cámara en la que se deciden aspectos y asuntos trascendentales para nuestro país, para España. La Rioja es una parte esencial de España y ha contribuido y contribuye de un modo relevante -y me atrevo a decir que hasta ejemplar- a la cohesión de España. Constituimos un factor de estabilidad y tranquilidad territorial. Y esto en un momento de nuestra historia reciente tan crucial como el que actualmente vivimos hay que resaltarlo, valorarlo y tenerlo muy en cuenta a todos los niveles.

Lo he venido diciendo estos últimos meses cada vez que he tenido oportunidad, lo reiteré el día de mi toma de posesión como presidente en San Millán de la Cogolla, y lo he expresado con toda claridad en los actos recientes en los que he tenido ocasión de participar en Madrid en foros públicos e institucionales. Porque las verdades hay que decirlas con convicción, y en esta actualidad que discurre tan deprisa, hay que decirlas varias veces, reafirmarlas para que calen y se fijen en el discurso colectivo y en el imaginario social.

Como sabéis bien, la noble aspiración de construir juntos un futuro mejor para La Rioja es el objetivo prioritario del Gobierno y en ese proyecto colectivo, conjunto y compartido, hay un corazón cuyos latidos lo impulsan y le dan vida: la libertad. Siempre he puesto como horizonte de toda nuestra acción lograr que La Rioja sea una verdadera tierra de oportunidades donde todas las personas puedan libremente desarrollar su proyecto vital en cualquiera de los 174 municipios que conforman nuestra Comunidad Autónoma. Y para ello debemos dedicar todos los esfuerzos y medios para poner las condiciones de posibilidad a esa libertad, fundamental e irrenunciable.

Podemos definir, pensar y practicar la libertad de muchas maneras, pero permítanme traer aquí hoy una concepción de la misma que en su día pude leer en un texto de la escritora riojana, nacida en el lugar donde el español escrito comenzó a caminar -si me permiten la metáfora-, San Millán de la Cogolla.

María de la O. Lejárraga, en ese escrito que aún recuerdo porque me llamó poderosamente la atención, entendía la libertad como “la posesión intangible de la propia persona, el derecho a ordenar la propia vida, sin otra restricción que la impuesta por la propia conciencia o por la ley”. Nadie duda en pleno siglo XXI de que esa libertad individual bien entendida es una condición indispensable para una sociedad democrática.

Pero tampoco puede quedar el más mínimo resquicio a la duda de que una verdadera democracia, de que una sociedad plenamente democrática no puede lograrse sin otro preciado y valioso bien: la igualdad, que sería el alma que complementa a ese corazón que representa la libertad. Tampoco puede imaginarse un proyecto de futuro de país sin que exista una igualdad efectiva entre todos sus habitantes, sin perjuicio de que cada persona haya decidido libremente vivir en el lugar que desee dentro de su propio país.

Y retorno en este punto de nuevo a la ilustre escritora riojana porque en el mismo texto antes citado hace una reflexión que sigue teniendo hoy la misma oportunidad y validez, a pesar del paso del tiempo -es más creo que una afirmación así no puede o, al menos, no debería caducar nunca-:

“Mientras la obra humana en la tierra se sustente por obra conjunta, indivisible, equivalente de mujer y varón, mujer y varón deben tener y tienen, en realidad, derecho, uno y conjunto, indivisiblemente igual a todos los bienes que la especie pueda poseer en la tierra (entre ellos la libertad)”.

Y hoy no se pueden entender ni aceptar desigualdades entre los géneros, ni entre los habitantes de una misma región, ni entre las personas que conviven en un mismo país.

Los riojanos, gente moderada, sensata y cabal nos sabemos parte importante de España. Nuestra tierra, de clima benigno e irrigada por nuestros ríos, nos ha brindado un entorno propicio para prosperar y florecer. Somos una comunidad que sabe trabajar, que valora el esfuerzo y que entiende que el fruto del trabajo bien hecho es la base de nuestro progreso, pero que este progreso se enmarca irremisiblemente en el del conjunto de nuestro país.

Este trabajo se manifiesta en múltiples facetas de la vida, como pueden comprobar todos los que nos visitan: la industria del calzado, la de la automoción, la del embalaje, la del champiñón, la de los productos de la huerta, la de la ganadería, el comercio, la hostelería, los servicios, la investigación, la tecnología, la sanidad, la enseñanza, la de la actividad cultural o la de un turismo experiencial en el que cada viajero puede forjar algunos de sus mejores recuerdos.

Porque todo, en realidad, está vinculado a nuestra percepción, a nuestras sensaciones. Recordando las palabras del último Borges al prologar su Obra poética podemos afirmar que “El sabor de la manzana está en el contacto de la fruta con el paladar, no en la fruta misma”. Esa analogía nos la planteaba el genial escritor argentino para explicar que la poesía y lo que escribimos cobra sentido en su interacción o comercio con el lector, con la persona que lee, interpreta y hace suyo el sentido de las palabras, del texto.

Si cambiamos de fruta, y de la manzana pasamos a la uva y a su elaborada consecuencia, el vino, también podemos decir que cada uno se apropia de él, que nuestro paladar y nuestros sentidos se apropian del vino, lo mismo que quien visita nuestra tierra, la percibe, la siente y la experimenta a su manera de forma única e inconfundible dejándole una huella imborrable en la memoria. También la fiestas, estas fiestas, son la manera singular en la que cada uno tenemos de vivirlas. Nuestra vida son experiencias y las vivimos y disfrutamos en ese contacto e interacción con la realidad en la que las personas, como parte misma del paisaje, dan verdadero sentido a cada experiencia enmarcada ineludiblemente en los dos vectores esenciales o categorías a priori que determinan la existencia humana: el espacio y el tiempo.

El acto de hoy es nuestra particular fiesta de la cosecha. Somos herederos de una tradición vitivinícola que se remonta a siglos atrás, y que ha forjado la identidad de esta comunidad autónoma. Nuestros vinos son reconocidos en todo el mundo, y eso no es casualidad. Es el resultado de la dedicación, el esfuerzo y la pasión de generaciones de riojanos.

Nuestro ilustre pedagogo y crítico de arte, Manuel Bartolomé Cossío, nos invitó a afrontar un reto de suma trascendencia: “Cada cual tiene la obligación de hacer de su vida un arte”.

Creo que dicha reflexión encaja perfectamente con la esencia de La Rioja. Porque creo que los riojanos hemos sabido generar un estilo de vida concreto en el que el trabajo no está reñido -sino plenamente hermanado- con el disfrute del calendario, con el goce de vivir los pequeños placeres de la mesa, la familia y la amistad sincera. Y eso es un arte que domina magistralmente quien vive aquí o aquel que nos visita para comprobarlo, para disfrutarlo y para compartirlo.

Ya vamos viendo que esto que nos ha reunido hoy aquí va más allá de lo agrícola. Efectivamente, en el acto de hoy lo vitivinícola se une a lo simbólico. Este pisado de la uva nos recuerda que la vendimia, que hoy celebramos con alegría y entusiasmo, es la mejor metáfora de nuestro compromiso con el deber, con el esfuerzo realizado y con la recogida del fruto de tantos desvelos.

Cada racimo de uva que se pisa en este acto representa un paso hacia adelante, un logro alcanzado y un compromiso renovado con nuestra tierra y con nuestra gente. La naturaleza nos brinda sus frutos con generosidad, pero también nos exige cuidarla y respetarla, como un tesoro que debemos preservar para las generaciones venideras. Y el baile abrazado dentro del tinanco nos señala que todo fruto lo es también del trabajo, de la entrega y de la cooperación de los unos con los otros.
Mirando hacia el futuro, debemos abrazar los retos que se nos presentan sin desviar de ellos la vista. No cabe ni el miedo ni la apatía. No cabe la táctica del avestruz, que dicen que esconde la cabeza cuando algo le atemoriza o no le gusta. Los riojanos siempre hemos ido de frente ante las cosas.

El clima, la tecnología, la despoblación, la globalización, el cambio de modelo económico-comercial, la bioética, la plena inclusión social de todas las personas, la salud y el bienestar emocional de la población, etc., nos plantean desafíos nuevos de gran complejidad prácticamente todos los días, pero también nos ponen delante la necesidad de descubrir nuevas estrategias para seguir adelante y afrontarlos con éxito.

Algunos de esos desafíos adquieren dimensiones inquietantes -lo sabemos-, pero nunca serán capaces de minar nuestra determinación de superarlos, ni de extinguir la energía con la que cada día luchamos y lucharemos para combatirlos.

Para crecer y para acompañar el paso de la Historia de la mejor manera posible debemos trabajar juntos, como una comunidad unida, con valentía y visión de futuro.

A medida que avanzamos hacia ese futuro, es esencial también recordar nuestras raíces y valores fundamentales, que nos han convertido en lo que somos hoy. La historia de La Rioja está llena de ejemplos de superación y esfuerzo. Desde los primeros viticultores que labraron estas tierras hasta los innovadores bodegueros que han llevado nuestros vinos a todos los rincones del mundo, hemos demostrado una y otra vez que, juntos, somos capaces de grandes cosas. Una historia compartida es el mejor trampolín desde el que impulsarnos en el presente hacia un futuro compartido. Juntos y en armonía, una tierra pequeña, será siempre muy muy grande.

La historia de La Rioja está impresa en cada botella de vino que producimos, en cada viñedo que cuidamos y en cada copa que compartimos con el mundo. Nuestra región es un tesoro que debemos preservar para las generaciones futuras, y nuestro trabajo es un legado que debemos honrar con esmero y dedicación.

Como riojanos, llevamos en nuestras manos la responsabilidad de cuidar y cultivar esta tierra que tanto amamos de todas las formas y maneras, con alegría y con determinación; con la azada; con el tractor; con el corquete; con la ganadería, y también con nuestra atención hostelera; con nuestra dedicación en cada oficina; con nuestras aportaciones a la investigación, a la cultura y a la ciencia; con nuestra nobleza en el deporte; con nuestro ofrecimiento a la solidaridad y con la convicción de que un mundo más justo y más equitativo es posible.

Por añadidura, La Rioja encuentra en la historia de nuestro idioma otra gran metáfora de su potencial y de todo lo que puede ofrecer a la humanidad entera, como origen que es del castellano escrito, esa hoguera que prendió en San Millán de la Cogolla con más fuerza que en ningún otro lugar de la península para acabar encendiendo después una red de conexiones en todos los puntos del planeta, en un gran abrazo de comunicación y relaciones compartidas. Esa comunicación universal está en la esencia misma de nuestra lengua, el español.

Sólo si somos conscientes de todas estas cosas, sólo entonces podrá mostrarse La Rioja con el orgullo que merece ante el conjunto de España y ante el resto del mundo.

Y cuando digo “nuestro”, estoy hablando de todos los riojanos, pero sobre todo estoy hablando de quienes tenemos el encargo democrático de servir a la ciudadanía. Los poderes públicos, y en especial el Gobierno de La Rioja, deben estar siempre al servicio de los riojanos, promoviendo el bienestar social y el desarrollo económico, cuanto más sostenible mejor, y ayudando a lograr que cada riojano tenga la oportunidad de alcanzar su máximo potencial. En este acto del pisado de la uva de San Mateo, reafirmamos el compromiso de este Gobierno con esta tierra.

El acto de hoy se sitúa en un momento especial del año. Un 21 de septiembre, casi como colofón al verano, casi como broche final del rosario de fiestas que han recorrido nuestra geografía riojana, y, a la vez, en el comienzo del curso escolar, que es un momento de nervios, de expectación, de reencuentro, de nuevos proyectos por desarrollar. Todos hemos tenido esa sensación en la infancia y, como profesor las he vivido en primera persona en numerosas ocasiones. A pesar de los nervios, es algo positivo, porque en ella anida la ilusión por hacer las cosas bien y por vivir con la máxima intensidad cada experiencia, cada momento, cada instante.

Aprovechemos, pues, este momento para decir con palabras claras lo que procede decir en alto: sigamos trabajando juntos, como una comunidad unida, para proteger y enriquecer nuestra tierra, La Rioja. Sigamos fomentando la sostenibilidad y la innovación en nuestro campo y en nuestra industria. Sigamos formando a nuestros alumnos a través de la mejor educación posible. Sigamos ofreciendo caminos que explorar a los más jóvenes y servicios de calidad a los no tan jóvenes. Sigamos cuidando de todos con una sanidad pública bien gestionada. Sigamos compartiendo la belleza y el goce de La Rioja a través del turismo. Y, sobre todo en estos días, sigamos disfrutando de nuestros vinos y nuestros extraordinarios productos con alegría y gratitud.

Muchas gracias a todos y a todas por ser parte de esta celebración. Que viva nuestra tradición vitivinícola y que viva el espíritu de esta tierra luminosa y trabajadora.

Os animo a gritar conmigo.

¡Viva La Rioja!”

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