Tinta y tinto

Tinta y tinto: ‘Vuelta a la normalidad’

Ya se nos ha acabado el verano. Adiós a las fiestas de los pueblos, los amores fugaces y las vacaciones. “No te echaré de menos en septiembre”, que cantaban Los Piratas y ha repetido Iván Ferreiro este fin de semana en el Muwi. Vuelta a la rutina con energías renovadas y nuevos propósitos como si esto fuera Nochevieja. En las radios, las estrellas regresarán a los micrófonos para presentarnos renovadísimas programaciones que en dos semanas sonarán como toda la vida. Los gimnasios se llenarán de personas que, un año más, intentarán lograr una operación bikini imposible de cumplir con su agenda social. Las librerías nos mostrarán relucientes cuadernos y bolígrafos Pilot V Ball, esos buenos de tinta líquida y no los BIC baratos para salir del paso, con los que llenaremos páginas de proyectos y apuntes hasta que los consideremos inservibles al llegar octubre. Incluso el Congreso, el Senado y los parlamentos intentarán ser útiles de una vez por todas. E incluso el Logroñés promete emociones fuertes esta temporada.

Bienvenido sea el final del verano y bienvenida sea su rutina con sus días frescos y su lluvia. Siempre he pensado que el otoño empezaba hacia finales de septiembre hasta que en estos días de asueto he aprendido que hay dos: meteorológico y astronómico. Resulta que llevamos toda la vida dejándonos llevar por el de las estrellas y no por el que sigue la comunidad científica, que sería el primero y empezaría siempre el 1 de septiembre (hasta el 30 de noviembre). ¿Por qué? Pues porque así esa gente que consideramos con un coeficiente intelectual más alto que el nuestro porque saben de matemáticas y física tienen todos los años los mismos datos por fechas al no empezar las estaciones en días diferentes.

Inmersos en el otoño meteorológico, hemos regresado a nuestras ciudades y hemos abandonado la España rural para volver a ser productivos en el sistema. La vuelta a la normalidad también nos trae de vuelta los horarios. Adiós a las mañanas, las tardes y las noches sin prisa. La fiesta del despertador. Cinco minutos más. Al menos, durante los primeros días, podemos consolarnos rememorando lo vivido semanas atrás. “¿Qué tal las vacaciones?”. “Cortas”. Y resignación. Aunque quien no se consuela es porque no quiere. En Logroño, por suerte, todavía tenemos las fiestas de San Mateo para poner el broche final al verdadero verano y zambullirnos en el (también) otoño de verdad. Las estaciones meteorológicas, para los científicos y los técnicos. Nosotros somos más de improvisar y vivir al límite sin datos cuadriculados que nos estructuren las percepciones.

Por eso llevamos desde mayo de este año volviendo a la normalidad y ahora con la llegada de septiembre le vamos a pegar un acelerón. Le dimos la mayoría absoluta de toda la vida al PP en las urnas después de un par de experimentos y desde entonces no hemos parado de ser normales. La sirena del Espolón volvió a sonar en junio, los conciertos para las fiestas de Logroño que se anunciaron fueron la misma mierda de siempre y ya para finales de agosto recuperamos la doble fila en el centro de la capital riojana. Van a flipar todos aquellos logroñeses cuando estos días vean que el carril bici de Avenida Portugal ya no existe y que pueden dejar el coche un ratito donde les plazca, siempre y cuando le activen las luces de emergencia. Se nos podría haber ocurrido hacer efectivo el tiempo límite para la zona de carga y descarga o hacer una remodelación más ambiciosa de la calle, pero hemos preferido volver a la normalidad aunque el asunto implique devolverle seis millones de euros a Europa.

Nos hemos vuelto tan normales que le vamos a quitar el “sobrenombre” de Almudena Grandes a la Biblioteca de La Rioja. La noticia ha causado cierto revuelo en la prensa nacional como si los riojanos estuviéramos excesivamente preocupados por el asunto, más allá de las habituales quejas de aquellos que decidieron ponerle ese apellido como si se tratara del Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas. Lo cierto es que no se entendió en su momento el gesto del gobierno socialista -cosas de traer aquí ciertas polémicas de la política madrileña- habiendo otras opciones más riojanas para homenajear como María de la O Lejárraga o Ana María Matute, al estilo de la biblioteca a la que da nombre Rafael Azcona en la calle Alcalde Emilio Francés. Consecuencias de mezclar la política y la cultura.

En realidad, de mezclar la política con cualquier cosa. Habiendo cogido carrerilla para volver a ser normales, incluso el nuevo gobierno se ha dado cuenta de que pagarle más de 100.000 euros al año a un tipo (20.000 euros más que el presidente Gonzalo Capellán) para que dirija un proyecto fallido es una barbaridad. El director de Voces de la Lengua, Ignacio García, iba a convertir el Valle de la Lengua y La Rioja en la típica referencia internacional del español gracias a un presupuesto anual de tres millones de euros y un importante elenco de artistas como José Sacristán y Pepe Viyuela.

En ocho meses, según sus cuentas, ha contado con 7.000 espectadores -no confundir esta cifra con la de entradas vendidas, claro está-. Si somos generosos (ya lo hemos sido en lo económico, podemos serlo en lo informativo) y le damos una proyección de 10.000 al terminar el 2023, la cosa nos sale a trescientos euros de dinero público por espectador para un festival que no ha conseguido trascender ni siquiera en la propia región. Por poner algo de perspectiva un poco demagógica, el Actual reúne en Logroño a 30.000 personas durante una semana en sus diferentes disciplinas, el Rock Land Fest ha puesto a bailar este verano a 16.000 personas en dos días a golpe de guitarra en Santo Domingo y el Holika ha conseguido revolucionar Calahorra con 80.000 jóvenes en un fin de semana a ritmo de trap. Mención aparte para otras citas de este año como Bob Dylan o Marea, excluyendo siempre de esta lista al fútbol por aquello de ser el opio del pueblo para los culturetas.

Volvemos al cole, volvemos a la rutina y volvemos a la normalidad, aunque ahora nos ha dado por quemar vino (17,5 millones de litros este año) en vez de bebérnoslo como hemos hecho toda la vida. Quizás haya que pegarle una última vuelta a esto, como a que la normalidad sea que las mujeres no puedan bailar La Gaita de Cervera por “respeto” a una tradición que se ha cambiado tantas veces como le ha apetecido a una cofradía en favor de los hombres. No puede ser que la sociedad vaya tan por delante de las instituciones, siendo esto sólo denigrante para nuestras arcaicas estructuras. Y si no, que le pregunten a nuestro paisano Luis de la Fuente.

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