La Rioja

Javier Hueto: la cara más reconocible de la procesión calagurritana

Si una persona lleva la batuta de la procesión de los Santos Mártires en Calahorra ese es Javier Hueto. Desde hace más de cuarenta años se encarga de organizar la comitiva que sale cada 31 de agosto y 3 de marzo por las calles de la ciudad. Atento a que todo vaya en orden, se encarga de colocar a cada uno en su sitio, de decir cuándo tienen que parar y cuándo reanudar el paso. En las vísperas, en el chupinazo, su simpatía y su compromiso con la ciudad son inquebrantables.

No es de ponerse medallas y es consciente de la importancia del trabajo en equipo. “Siempre tengo la colaboración de la secretaria de Alcaldía y de todos los que participan, es un orgullo hacer esa labor para la ciudad”, comenta, recordando que con 20 años (ahora está a punto de cumplir los 63), tras cumplir el servicio militar, empezó a hacer esa labor que tan bien se le da.

Desde entonces han pasado tres alcaldesas, dos alcaldes y decenas de reinas de las fiestas (y ahora también reyes) que han recibido sus consejos y, a veces, sus órdenes en uno de los momentos más importantes para los calagurritanos.

Miles de anécdotas se acumulan a sus espaldas después de tantos años. “Recuerdo que un año hacía mucho calor y el encargado de llevar el pendón (siempre es el concejal más joven de la corporación) no dejaba de sudar; le sudaron tanto las manos que se le resbaló y estuvo a punto de caérsele; menudo disgusto llevaba el pobre hombre”.

Durante la procesión, además, se encarga de pedir limosna con la típica frase “que los Santos lo aumenten”. “Hay que estar muy pendiente de todo porque es una procesión muy larga en la que participa mucha gente y a veces se descontrola un poco”, asegura.

Pero Javier, o Hueto, como realmente le conoce todo el mundo, también hace más de cuarenta años que empezó a trabajar como barrendero en la ciudad. Es raro el vecino que no quiere que sea él quien barra su calle. Su mimo en dejar todo “como los chorros del oro” lo tiene encumbrado entre los vecinos de los barrios en los que suele trabajar. “Es el que mejor deja la calle”, es fácil oírle a cualquiera. “La verdad es que siento mucho el cariño de los calagurritanos, aunque desde la pandemia la gente se ha vuelto un poco más tiquismiquis y protestona”.

Echando cuentas para ver si le compensa jubilarse ahora, dentro de un año o esperar un poco más, reconoce que las fiestas son el momento de más trabajo del año. “Son días en los que nos volvemos todos un poco más guarretes y hay mucho que limpiar cada mañana porque tanta gente en la calle se nota”.

De lo que tiene claro que no va a jubilarse es de la procesión calagurritana. “Yo aquí estaré hasta que venga alguien que me diga que no es necesario que lo haga”, remarca mientras se toma uno de los sorbetes que ha preparado Andrés Sirvent tras la procesión para las autoridades.

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