La Rioja

Juli, ‘La Paloma’: la voz de las fiestas de Calahorra

Juli nació en pleno Casco Antiguo de Calahorra un 31 de diciembre de 1940. El día 1 de enero del año siguiente, con apenas unas horas de vida, su abuela fue a presentarla ante los Santos de Calahorra. Eso impregna carácter y te ata por siempre a las fiestas calagurritanas dedicadas, tanto las de marzo como las de agosto, a San Emeterio y San Celedonio.

Juli, ‘La Paloma’ (como la conocen todos en Calahorra), es la voz de las fiestas calagurritanas. Cada 30 de agosto los acordes salen por su garganta para honrar a los patronos en la ofrenda floral. Cada 31 de agosto, en la calle Mayor vive uno de los momentos mas emotivos de las fiestas calagurritanas. Sin megafonía, de cara a cara con los santos, les canta una jota por todos aquellos calagurritanos ausentes que, por un motivo u otro, no pueden estar ese día en la ciudad.

Todo empezó el año 2000. “Fue casi por casualidad, la joven Maria José Garrido había tenido un problema con la voz, entonces ella tendría 10 o 12 años y me dijeron que tenía que cantarla yo”. Desde entonces sólo dos años ha dejado de rendir ese pequeño homenaje a los Santos. “El primero fue el año que murió mi marido, lo hizo un 30 de agosto y la voz de la jota dejó de sonar en la ofrenda y en la procesión”. El segundo fue en 2020 que no hubo procesión por la pandemia. “Al año siguiente aunque no hubo fiestas, hubo procesión con coche y salí a cantarles a su paso”.

Aún recuerda ese primer año. “Yo no tenía traje de calagurritana y Pepe Ibañez, entonces concejal, me dijo donde los guardaba Isi y cogí uno de suyo prestado, luego ya me hice el mío”. Un traje que algún año le ha dado más de un disgusto. “Es que no sabes el calor que da llevar tanto refajo”.

Miles de anécdotas sobrevuelan por su cabeza. Como aquel año que había muchos niños a los que ‘pasar’ por los Santos. “No se ni el rato que estuve cantando, fueron seis jotas alegóricas a Los Santos, porque no dejaban de pasar niños y los cofrades me iban haciendo gestos para que siguiese cantando”.

Incluso le hizo una al Obispo de Calahorra y La Calzada Logroño el año que fue elegido ‘Calagurritano de Honor’. “Ese año no pude cantársela porque coincidió con el fallecimiento de Félix (su marido) pero aproveché al año siguiente para entonársela, le hizo mucha gracia”.

Ahora quiere dejar constancia de todas esas jotas dedicadas a los Santos que han ido saliendo de su cabeza a través de los años. “Quiero, antes de que se me vaya la cabeza, hacer un libreto con todas esas jotas que han nacido de mi cariño hacia San Emeterio y San Celedonio”.

Pero la relación de Juli va mucho más allá de ser la melodía más esperada por los calagurritanos en esos días tan especiales. Una de las tradiciones más arraigadas de las fiestas calagurritanas, la de ponerle el pañuelo fiestero a Quintiliano, salió de su cabeza.

Entonces estaba recién casada. Los había hecho unos meses antes. Corría el año 67. “En la cuadrilla, la del Ford (que era como se les conocía), teníamos la costumbre del día de la víspera ir a cenar a El Villar de Arnedo, a La Rubia. Cuando volvimos a Calahorra pasábamos por la glorieta y se me ocurrió decirle a los amigos: “Este calagurritano tan ilustre siempre tan olvidado en fiestas, ¿por qué no le ponemos un pañuelo?”.

En un principio los amigos no le hicieron mucho caso pero ante su insistencia  se decidieron. “Me acerqué a Cecilio Rodanés, que entonces era el cabo de sereno, y le conté lo que íbamos a hacer. Se llevó las manos a la cabeza y le dije: “date una vuelta a la manzana y para cuando vuelvas ya está puesto”. Hasta la autoridad le hizo caso. Y allí, con el pañuelo de su marido y el suyo atados para poder abarcar el cuello del ilustre orador, se quedó durante todas las fiestas.

“Al año siguiente lo volvimos a poner nosotros, entonces fue el de mi amigo Rogelio y el mío, ese año ya utilizamos una escalera que tenía cerca del ayuntamiento la Brigada Municipal”. Después de eso ya se convirtió en algo oficial y ahora es uno de los momentos que Juli intenta no perderse nunca. Antonio Gil, Ricardo el Chopas, Andrés Lasheras, su marido Félix Espinosa, Rogelio Barco…. Algunos ya no están pero su legado ya ha quedado para la historia fiestera calagurritana.

 

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