Toros

Diego Urdiales, fiel a su bajío, también en Burgos

Anda el ganadero burgalés Antonio Bañuelos celebrando el trigésimo aniversario de que pusiera en marcha aquella locura de llevarse el toro bravo desde la llanura hasta los 1.100 metros de altitud donde se asienta su finca de ‘La Cabañuela’. De la dehesa a la tundra. El milagro de los toros del frío.

Se rindieron ante él hoy sus paisanos para tributarle el merecido homenaje. El de aquel sinsentido que hoy es ejemplo de cordura en forma de bravura, casta y nobleza. Aunque no siempre, como sucedió hoy. Y eso que el encierro de Bañuelos vino igualado en peso, trapío, demasiado escaso, por cierto, y edad, los cuatro años recién cumplidos. Aunque la verdadera armonía de los animales vendría en forma de falta de casta, fuerza y poder. Como para soplar las velas, cerrar los ojos y desear todo aquello de lo que carecieron.

Urdiales viajó a Burgos acompañado de ese bajío que no parece querer alejarse de él lo más mínimo. Una embestida regaló su primero por el pitón izquierdo y que Urdiales cinceló en forma de verónica majestuosa. En eso de colocar el toro en el caballo, el de Bañuelos empezó a hacer cosas feas. Enterró los pitones al comienzo del trasteo y, como afligido, hizo verdadero honor a su nombre: ‘Zángano’.

Foto: Coliseum Burgos Tauroemoción

Acudió ´Londinense’ con puntualidad exacta al capote de Urdiales en el saludo a la verónica. Recogido el capote, asentadas las plantas, encajada la figura, hundidos los riñones, el pecho volcado y la suerte cargada. Todo tan mecido y recogido. Ganando siempre terreno. De cante grande la media. Sin apenas castigar en el caballo, brindó Urdiales al público, pensando en que aquel buen son, aquella forma de colocar la cara, de irse de los vuelos o de humillar serían una realidad. No pasaron de espejismo. El bajío, lo de siempre. Dio sitio Urdiales a aquel ‘Londinense’ que ya empezaba a acudir tarde y mal a los cites. De embestida mortecina. Que Urdiales mimó ofreciendo los vuelos y rehusando cualquier toque brusco. Dos o tres naturales hubo templados, de inmejorable trazo y exquisito son.

Por faroles recibió Talavante a su primero. También con verónicas de gran suavidad y temple a un toro que viajaba largo y siempre humillado. Quitó por chicuelinas pese a aquella manera de embestir y el de Bañuelos llegó muy flojo a la muleta. Perdía las manos el de Bañuelos o protestaba; dependía aquello de si Talavante bajaba la mano o trataba de enlazar cinco muletazos en la misma serie.

Foto: Coliseum Burgos Tauroemoción

El sello de Ortega llegó en el recibo a la verónica, que no fue tan aplaudido como la estocada caída que acababa de cobrar Talavante o las que luego dejaría el trianero. Qué cosas. La mayor virtud de este de Bañuelos era su forma de colocar la cara, siempre tan humillada. Se fueron desordenando las embestidas y Ortega pareció como limitarse a acompañar aquel desorden. También a recorrer mucha plaza y a estar mucho tiempo en la cara y torear más bien poco.

No solo no consiguió corregir Talavante ninguno de los muchos defectos que llevaban las embestidas del que hizo quinto (aquella violencia, aquellos cabezazos, aquella cara siempre alta), si no que pareció encontrarse a gusto entre tanta farfullaría. Cortó, sorprendentemente como antes, una oreja.

El arrebatado inicio de Ortega, tan arrebatado y trianero a partes iguales, vino a esfumarse demasiado pronto. Le faltó a Ortega dar sitio a su enemigo y también cogerle el sitio a aquel. Como un naufragio con dos o tres pinceladas que tampoco le permitieron a Ortega llegar a la orilla del triunfo y, mucho menos, del convencimiento. Una mala tarde de toros.

Plaza de toros de Burgos. Tercera de la Feria de San Juan. Casi lleno. Toros de Antonio Bañuelos, justos de presentación, descastados y sin fuerza en conjunto. Con más posibilidades segundo, tercero y sexto.

• DIEGO URDIALES, silencio y silencio tras aviso
• ALEJANDRO TALAVANTE, oreja y oreja
• JUAN ORTEGA, oreja y ovación tras petición

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