San Bernabé

De la mano, a por el pan, el pez y el vino

Uno a uno, la colección se va completando. El jarrito de San Bernabé decora el merendero de la familia Ortega-Rodríguez. Desde el siglo pasado. Ya no recuerdan quién instauró esta tradición familiar. Pero el caso es que cada año hay que conseguir el jarrito. Toca el del 2023. Falta el del año 2020. Es el almanaque familiar. Un recuerdo feliz. Todos ellos perfectamente ordenados cronológicamente. Se aprecia a simple vista que no ha cambiado mucho el diseño del jarrito. Solo los más expertos en la materia reconocerían una evolución en el diseño de este recipiente que todo logroñés dibujaría a mano alzada y con los ojos cerrados.

Es el mejor continente para magníficos recuerdos familiares. Desde la más tierna infancia. Cuando de la mano se acudía a por el pan, el pez y el vino. Un mostito para el niño. Pan, pez y vino. La tradición que perdura. Es el día de Logroño. En San Bernabé, la degustación de las degustaciones. El voto que se debe cumplir. Casi 27.000 raciones. En recuerdo a los héroes de 1521. Soportaron el sitio del maldito ejército francés al mando del General André de Flix, que había sacudido pero bien a los navarros en Pamplona.

Pescadito frito, un trozo de pan sobado, y en el jarrito vino joven. La familia Ortega-Rodríguez tiene controlado un rincón en el que se puede liberar alguna mano para dar cuenta con este voto logroñés. Habitualmente el condumio se solventa con cierta celeridad. Por ir dejando sitio a la siguiente familia logroñesa. El día será largo, el voto está cumplido, y esperan alguna que otra ración de calamares por el centro de Logroño. Es un día para las familias. Cuatro accesos diferentes, para entrar en el espacio central, situado en la Muralla del Revellín, para conocer a alguno de los miembros que conforman la Cofradía del Pez, artífices de la degustación de degustaciones. Pan, pez y vino. Porque aquí somos de celebrar en la calle, comiendo y bebiendo… viviendo.

Al niño se le da mosto, aunque con el dedo se le moja el labio con unas gotitas de vino joven. Que vaya sabiendo cómo sabe. Bienvenido a Logroño. Porque en 1521 aquellos logroñeses resistieron el sitio francés. No contaban los invasores con la pericia y resistencia logroñesa. Las puertas cerradas, las murallas bien pertrechadas, y a través de los calados hasta el Ebro para pescar algo que llevarse a la boca. Los graneros de la ciudad, llenos de trigo. Peces, pan, y por supuesto vino. Así se aguanta lo que haga falta. Los logroñeses de fiesta y los franceses, fuera, sudando la gota gorda. Nos volvemos a casa que con esta gente no se puede negociar nada.

Desde entonces una tradición de obligado cumplimiento. Una resistencia que dota de identidad a los logroñeses. Se podría haber solventado el asunto peleando, tirándoles piedras, negociando, montando el taco… Pero nada más lejos de la realidad. Aquellos logroñeses se cerraron, comieron peces con pan, y bebieron vino. Que no parece mal plan para pasar un sitio. La degustación es la esencia de las fiestas logroñesas, ya sea en San Bernabé, con la gran degustación anual, o por las Fiestas de la Vendimia. Cocinas improvisadas en las calles. Todo se asa, todo se fríe, todo se aliña, todo se riega con buen vino.

Así fueron nuestros antepasados y así seguimos siendo. Ellos cerraron las puertas de la ciudad ante la llegada del invasor. Y ahora se abren de par en par para recibir con ese sentimiento a todos los que visitan Logroño. Pasen, vean, coman y beban. Logroño y los logroñeses lo celebran todo en la calle. Pan, pez y vino, de la mano. Para cumplir con el principal voto como logroñeses: comer y beber el 11 de junio.

Subir