Toros

Diego Urdiales, un torero sin suerte

El eterno infortunio que persigue a Diego Urdiales en cada sorteo es digno de estudio. Y no en cualquier parte. La mala suerte que rodea a Diego Urdiales bien merece ser analizada por la NASA, en Cambridge o en Harvard. Por lo menos. Porque no es normal que todo aquello que queda fuera del control del torero de Arnedo salga mal. Como tampoco tiene explicación alguna que hoy a Urdiales le hayan correspondido dos de los tres peores toros que Alcurrucén ha lidiado en Las Ventas. Vaya por delante que Alcurrucén ha decepcionado, pero ha habido toros, los lidiados en tercer, quinto y sexto lugar, que han tenido por cualidades el son, la prontitud, la fijeza y la transmisión.

También muchos defectos, claro, como la mansedumbre en su conjunto cantada en el caballo. Que no se me olvide, la corrida fue muy desigual. No solo en presentación, que también, sobre todo en edad; hasta quince meses de diferencia entre unos toros y otros. Dicen que se rechazaron toros en los corrales y hubo que remendar el encierro a última hora. Lo de siempre en estos casos.

Volviendo a la mala suerte de Urdiales, hay que decir que el riojano no atinó ni en el orden a lidiar sus toros. Dejó como cuarto una pintura. Tan bajo, tan bien hechito y de la gloriosa familia de los ‘músicos’ de Núñez. Flauta se llamaba. Y no solo no sonó; desafinó tela. Se emplazó de salida en los medios y a la que fue a recogerlo Urdiales, el toro se lanzó al pecho del riojano. En efecto, a Urdiales le había mirado un tuerto. Lo peor es que ese tuerto era el tal Flauta, que parecía reparado de la vista. Huía Flauta de los caballos y la lidia vino a rozar lo imposible. Había que dominarlo por abajo y matarlo por arriba. Y eso fue lo que hizo Urdiales, que cobró una gran estocada.

Como dije, de haber invertido Urdiales el orden de sus toros, estaríamos hablando ahora de una película diferente. Y no porque hubieran embestido mejor, qué va. Muy noble fue Antequerano, tanto como carente de poder y fuerza. Pero aquellos guiones tan embarullados que interpretaron luego Talavante y Luque se hubieran visto parapetados por la despaciosidad, el mimo, el pulso y el temple de Urdiales.

Claudicó el tal Antequerano en el tercer muletazo de las dos primeras series. Era entonces cuando Urdiales empezaba a apretar, someter y mandar. Caro el trazo, exquisito el temple. Cosida siempre la embestida a la muleta. Y, así las cosas, Urdiales dio tiempos, pausas y treguas. Tan alejado de las prisas del triunfo, pese a necesitar de uno grande más que el comer. Se fui viniendo estrepitosamente abajo el toro de Alcurrucén y apenas dio tiempo a un breve haz de naturales cadenciosos, de perfecto dibujo y total clasicismo. Como aquella trincherilla que fue un cartel de toros. Pecó Urdiales de pasarse de faena, pero ¿quién no se excedería cuando medio le embiste un toro de quince? El volapié de Urdiales fue de libro.

Entre aquel cuarto y ese primero, por malo, anduvo Cornetillo, lidiado en segundo lugar. Tan informal como irregular. No anduvo fino con la espada Talavante. Otra historia fue el quinto, el de mejores hechuras, pese a ser protestado de salida. Fue entonces cuando empezó a arreciar la lluvia y, poco después, cuando Talavante inició su faena de rodillas. Larga fue aquella serie de hinojos y también la más sometida del trasteo. No terminaba de salirse de los vuelos aquel Rompe-Plaza como tampoco de irse de su cara Talavante. Todo tan a prisa, todo tan embarullado. Los toques tan marcados. Cobró media estocada y, como en su anterior enemigo, escuchó un aviso.

Los toros de más lavada expresión y, por tanto, protestados de salida fueron a parar a manos de Luque. “Toro – toro” gritaban desde el siete (y otros tendidos). Supo aprovechar los viajes y las inercias Luque en su primero, que tan buen son traía en su embestida. Un derechazo enganchado muy adelante fue lo mejor del trasteo, que bajó enteros al natural y, mucho más aún, con unas ‘luquecinas’ deslavadas y poco apropiadas a un toro cuya mejor virtud fue el recorrido. Dejó media estocada trasera, sonó un aviso y le pidieron un trofeo. ¡Ay si hubiera toreado Urdiales ahora a su primero!

Distraído e informal llegó el sexto al último tercio. Con transmisión, a Dios gracias. Y ahí que supo volver a aprovechar aquellos viajes Luque, tirando ahora más de técnica, eso sí. Fue a más el trasteo, como el buen son del toro, que fue atemperado embestidas y arreones. Y rompió la faena una serie tan pulsada como vibrante por el pitón derecho. La estocada, por sí misma, fue de premio.

Plaza de toros de Las Ventas (Madrid). Vigésimo festejo de la Feria de San Isidro. Lleno de entrada. Toros de Alcurrucén, desiguales de presentación, edad y comportamiento. Mansearon en conjunto y algunos, como tercero quinto y sexto, tuvieron transmisión. A menos el primero. Malo el segundo y peor aún el cuarto.

– DIEGO URDIALES, palmas tras aviso y silencio.
– ALEJANDRO TALAVANTE, silencio y ovación tras aviso.
– DANIEL LUQUE, ovación tras aviso y vuelta al ruedo tras aviso.

Incidencias: Iván García saludó una ovación tras parear al tercero.

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