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Gol en Las Gaunas: ‘Cuando a Bambi le dieron matarile’

En muchas de las películas de mi generación los buenos perdían. El libro de estilo del buen cine invalidaba los giros inverosímiles de guion para que el prota se saliera con la suya. A Bambi le dieron matarile. Y fue así como a un crío en los ochenta le advertían a bocajarro que la vida es muy puta. Con E.T. aprendimos a llorar, a Rocky le saltaron los empastes a puñetazos para acabar perdiendo los combates, el de Taxi Driver la diña, Carrie no deja títere con cabeza… El cine como heredero por aquella época de la Guerra de Vietnam, los asuntillos de Nixon, JFK, la crisis de los misiles, o los muchos años sin ganar una Copa de Europa el Real Madrid. Se buscaba un ideal que era inalcanzable. Lo normal, entonces, era fracasar. El Lute, el Vaquilla y el cine quinqui nos enseñaron que la heroicidad iba por barrios.

Nadie, entonces, compraba un final feliz. Salvo los hippies que se quedaron clavados en los sesenta, los de la Generación Yo que cogieron la ola del narcisismo, y por supuesto los yuppies de los ochenta que ocultaban sus fracasos en buen traje y un par de zapatos. El resto trataba de sortear las jeringuillas, la crisis del carbón o los elevados índices de desempleo. Como para pensar en finales felices. Aprendimos a enamorarnos de los finales trágicos, hasta que Instagram, el Real Madrid y Hollywood nos han arruinado la vida. Afortunadamente nos queda la UD Logroñés, para reconocer que la vida es miserable.

Tan es así que alguien calificó todo esto como ‘fatalismo romántico’, que elevó a la categoría de obra de arte el gran Billy Wilder. Es eso del pesimismo divertido, porque entre el dolor y la miseria siempre hay espacio para el humor como mejor remedio para tirar hacia adelante. No hubo perdón para Bambi y por eso aquí seguimos yendo a Las Gaunas para observar con vergüenza la involución de una plantilla en la que nadie, salvo Sergio Rodríguez, ha nacido en los ochenta. Muchos de los seguidores de la UD Logroñés no han visto jugar en Primera al CD Logroñés. Son tan jóvenes que nacieron a la vez que este club. Y por culpa del Real Madrid y de Instagram han podido creer que esto del fútbol es fácil.

Afortunadamente estamos los entrados en años para asegurarles que el fútbol de barro tiene más sinsabores que buenos momentos. Que tu equipo busca seguro el ideal aunque habitualmente pierde la batalla. Y que esto consiste en intentarlo una y otra vez. Aunque para eso hay que contar con las personas adecuadas. Y a falta de cinco jornadas para el final, con el equipo a ocho puntos de la permanencia, tras haber ganado tan solo seis partidos en 32 jornadas, con Zourdine Thior apartado del equipo, sin un 9 aunque Vinicius no lo sabe, con Dupi desaparecido, sin centrales de garantías, con los dos capitanes no riojanos en entredicho… parece claro que no se ha acertado con las personas, que esto se ha dejado en las manos equivocadas, las que no han sabido poner límites a una plantilla a la que sus aficionados llevaban mucho tiempo señalándoles la luna del descenso, aunque ya se sabe que los necios prefieren fijarse en el dedo.

Sergio Rodríguez no acertó firmando a Dupi. Dupi no acertó en absolutamente nada. Y la nada acertó con estos futbolistas, que con sus actitudes habituales tanto en los entrenamientos como durante y tras los partidos están demostrando que ni tan siquiera entienden la cantidad de corazones que han roto. Así que nos toca a los que vimos morir a Bambi explicarles a los más jóvenes qué es eso del fatalismo romántico, que es ponerle un poco de humor a la vida, a la dura vida de un aficionado de un equipo de fútbol que ha fracasado estrepitosamente.

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