Gastronomía

Al rico morro: la receta que perdura (II)

Decidió el señor Alfonso, con el visto bueno de su señora esposa, Elena, que ya era el momento. Que el asunto tocaba a su fin. Y de un día para otro cerraron su garito, remanso de la tradición gastronómica en una calle en constante evolución hacia cocinas internacionales. El Mesón Alfonso entregó las armas por jubilación. Y todo un barrio se llevó entonces las manos a la cabeza. Porque lo que habían tenido siempre al alcance de un vermut dejaba de tener presencia en la calle Villegas, y de repente toda una comunidad perdía su pincho favorito. Porque Alfonso y Elena ponían muchas cosas ricas, pero como sus morritos no había cosa igual.

Los morritos del Mesón Alfonso eran sencillamente perfectos. Es careta de cerdo, un producto modesto, y por tanto entendían que la ración debía ser generosa. Asados, con una especie de majado, sabrosos, una delicia que hacía que todo un barrio gozara y provocaba que otros muchos cruzaran la ciudad para visitar a Elena y Alfonso, que hacían lo que se debe hacer, presentar careta como la presenta cualquier riojano que de vez en cuando se asa en su bodega una caretita para almorzar.

No había otro secreto, pero a veces las cosas más sencillas parecen ser las más complicadas cuando se expresan en términos hosteleros. Así lo hacían ellos, y se lo están reconociendo los lectores de NueveCuatroUno, que han escrito sus recuerdos en el ya desaparecido Mesón Alfonso. Pero estamos de enhorabuena, porque a veces la responsabilidad hostelera permite que un barrio mantenga sus buenas costumbres. Y el morro que preparaban cada día en el Mesón Alfonso se ha trasladado, gracias al interés de otro bar muy implicado con su calle, unos metros más allá. Al Ámsterdam, donde hacen el morro exactamente igual a como lo hacían en el Alfonso.

El lector Toño Santolaya nos ha puesto sobre la pista: “Recuerdo lo del bar Alfonso, y creo que la receta la cogió un bar vecino de la calle Villegas”. Y así, en el Ámsterdam de la calle Villegas sirven cada día los morros al estilo Alfonso y Elena. En diez minutos en una mañana de martes ha servido para antes de la una cuatro morritos, con el mismo sabor, con la misma ración generosa. Gracias al bar Ámsterdam por salvar un barrio y conservar una receta que perdura en el tiempo gracias al compromiso de unos hosteleros con la suficiente sensibilidad como para traspasar recetas en lugar de metros cuadrados. “Se lo corto o lo prefiere entero”, qué sensibilidad más extraordinaria en el bar Ámsterdam.

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