La Rioja

“Las únicas barreras que tenemos son las que nosotros mismos nos imponemos”

Según el último informe del Gobierno de La Rioja, emitido en enero de 2022, la población con discapacidad reconocida en la región es de 20.231 personas, un 6,3 por ciento de la población riojana. Si vamos más allá, en lo referente a la discapacidad sensorial, la cifra es de 3.133 personas.

Uno de los objetivos, o más bien desafíos que se presentan ante esta realidad, es la incorporación de estas personas a la universidad. Este sábado se celebra el Día Internacional del Implante Coclear y UNIR, que lleva en su ADN el hacer posible el acceso a los estudios universitarios a cualquier persona, trabaja para eliminar las barreras que lo impidan.

Por ello, los alumnos de UNIR cuentan con el Servicio de Atención a las Necesidades Especiales (SANNEE), del que actualmente forman parte en España 952 personas, más las de América. Un departamento que se encarga tanto de ofrecer asesoramiento burocrático (becas, ayudas, etc..) al estudiante como de acompañarlos en el aprendizaje y adaptar las pruebas a sus necesidades. “Este servicio está dedicado a las personas con necesidades educativas especiales, tanto personas con una discapacidad oficial como trastornos permanentes o transitorios”, concreta Pilar Rodríguez, responsable del SANNEE. Cuestiones que se amplían también a la diversidad cultural, idioma de por medio.

Hasta el servicio, los alumnos llegan por dos vías. “Con las personas que tiene diversidad funcional en matrícula nos ponemos en contacto nosotros para concertar una cita, valorar la situación y darles toda la información”. Otra forma demandada se realiza a través de los tutores, “que nos acercan estudiantes con trastornos psíquicos, trastornos específicos de aprendizaje, déficit de atención, dislexia, o trastornos de ansiedad y depresión, que en los últimos años han aumentado llamativamente”, destaca Pilar.

Inclusión real

Iván Martín tiene 24 años y estudia un grado en Administración y Dirección de Empresas en UNIR que complementa con un trabajo a jornada completa. Tiene una discapacidad auditiva “y dependo de un audífono e implante coclear”. Durante sus estudios en el colegio a instituto, Iván destaca que siempre ha contado con el apoyo y las herramientas para conseguir un aprendizaje y una formación lo más completa posible.

Una vez en la universidad, la cosa no ha cambiado, es más, ha mejorado. “En UNIR me facilitan todos los materiales para no tener que preocuparme de comprarlo. Además, cuento con clases en directo mediante el campo virtual en el que se explica el temario más detenidamente y la interacción con los profesores para resolver las dudas que me surgen es muy fácil”.

Al tener un trabajo a jornada completa, hay ocasiones en las que Iván no puede acudir a las clases, “pero puedo verlo en diferido en otro momento, y si tengo dudas, contactar con los docentes por correo. A la hora del estudio, me facilitan mucho las clases grabadas que puedo escuchar en otro momento y captar los conceptos de una manera más lenta para comprender lo que se está tratando”.

Y es que, además, Pilar Rodríguez especifica que para las personas con poca audición “contamos con subtítulos en las clases presenciales, siempre que se puede en tiempo real. Cuando no es posible, los proporcionamos en diferido. Son subtítulos automáticos con una revisión posterior que dan muy buenos resultados”. Iván lo confirma. “Tanto en las clases en directo como en las diferidas, los subtítulos me facilitan mucho el trabajo para lograr una mayor compresión. Además, dispongo de un tutor en el que puedo apoyarme y preguntarle todas las dudas o informarme de cualquier cambio o solicitud que yo haya pedido”.

Otra situación en la que las necesidades se multiplican es en la referida a los exámenes. “Algunos estudiantes tienen afectada la capacidad lectoescritora y requieren tiempo adicional, además de más atención por parte del profesor e incluso del propio tribunal, que ubica a los alumnos en las primeras filas y refuerzan la información que se va ofreciendo de manera oral”.

Para que todo funcione, cada comienzo de curso, “nos reunimos con todos los profesores para pedirles que, en caso de contar en sus aulas con personas con este tipo de problemas, además de utilizar micrófonos remotos para que puedan oír con más claridad y menos esfuerzo, procuren verbalizar de una forma adecuada y mantengan una posición que facilite que el estudiante pueda apoyarse en la lectura labial en caso de no contar con subtítulos”, indica Pilar.

Camino por recorrer

Como bien afirma Iván, “la tecnología ha avanzado mucho y eso nos permite mejorar nuestra calidad de vida en muchos aspectos, pero todavía queda trabajo por hacer. Estamos en constante cambio y necesitamos apostar más por la diversidad auditiva fomentando su inclusión en las universidades ofreciendo servicios que nos garantice un aprendizaje y una formación equiparable a una persona oyente”.

Y es que, tal y como destaca Pilar, “vamos paso a paso huyendo de la adaptación para acercarnos a la accesibilidad universal. Ese es el gran reto, el que no sean necesarias las adaptaciones porque todo es accesible para todas las personas, sean como sean”. Y eso pasa por concienciar a la sociedad educativa de que no existe un estudiante estándar. “Hay que pensar en esa variable diversidad a la hora de diseñar los contenidos y el continente, incorporándola en los planes de cada asignatura”.

Pasos necesarios que todavía están en proceso, pero no detuvieron a Iván que, como siempre dice, “hay que seguir formándose, cueste lo que cueste, pero siempre estar en formación continua, porque las únicas barreras que tenemos son las que nosotros mismos nos imponemos”.

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