Gastronomía

El emparedado: en el ambiente del mercado (y IV)

Pasan tres minutos de las doce del mediodía, y ya es legal tomarse un vino. La mañana transcurre en el Mercado del Corregidor. Y, sí, ya es legal tomarse un blanquito. Mañana intensa, de compras para unos, de entregas y repartos para otros, en los puestos la actividad no cesa tras la primera hora punta de todo buen mercado, y éste lo es. En medio de la vorágine, El 23 se presenta como una parada obligada. Siempre a tiempo para apañar una mañana. Acuden hasta el puesto número 23 de este mercado de Logroño con necesidad de cafeína, de algo dulce y, por supuesto, de emparedados.

Un cafecito, quizás un vino porque ya han dado más de las doce, y por supuesto algo sólido para seguir en pie hasta la hora de comer. El bocadillo de huevos revueltos con pimientos tiene muchos adeptos. Un solo para allí, uno con leche para allá; y la vista clavada en los emparedados. José presume de su frescura. Lo son. De mayonesa, huevo, anchoa, lechuga; y el clásico de tomate, huevo, jamón… Dos grandes clásicos en este oasis situado en medio del ajetreo del Mercado del Corregidor.

Pasa el de la carnicería, la de la pescadería, la clienta habitual, el vecino del barrio… Pasan por El 23 personas que aprovechan la mañana y también la tarde. Porque a la hora de la merienda, los emparedados de este local de mercado son una gran solución de camino a cualquier actividad fuera del horario escolar. José se ofrece a pasarlos por la plancha o a degustarlos en fresco. Es la cultura de mercado, donde dos grandes clásicos del entre pan y pan tienen su puesto, El 23 del Mercado del Corregidor.

Logroño, Nalda, San Vicente

Lo del emparedado es algo cultural, muy riojano. Las recomendaciones no paran de llegar a la redacción de NueveCuatroUno. Y son certeras, como la de Ana Isabel, que analiza uno de las propuestas más interesantes de las que existen en Logroño cuando se trata de comer un buen emparedado. “Uno de mis lugares favoritos para comer emparedados es el bar Sierra La Hez, situado en la Travesía de Laurel”, explica. “Tienen los típicos emparedados vegetales con atún o el de tomate, que nunca decepcionan. Pero además, tienen uno de salmón, txaka y remolacha que está buenísimo”, porque en este pequeño local de La Laurel hacen las cosas muy bien, y sus emparedados superan las expectativas.

Pilar comenta que “estoy leyendo con mucho gusto vuestro artículo de los emparedados, tan genuinamente riojanos. Y además de los históricos que habéis nombrado, mención honorífica para los del Iturbe”. Asegura que es uno de sus primeros recuerdos y que estaban “buenísimos”. Y cuenta una anécdota: “La madre de una amiga nos invitaba alguna vez al salir del cole y mi hermano aún recuerda que se moría de envidia”. Recuerdos de una buena infancia entre emparedados. Pilar cierra su comentario reconociendo los emparedados del Cibeles, coincidiendo con otros muchos lectores. “Soy Pilar y ando por los sesenta y tantos”, y estará estupenda porque los emparedados alegran la vida.

Está claro que el asunto del emparedado va de recuerdos. Lidia se suma “por supuesto a los míticos del Don Torcuato” y reseña “otros dos establecimientos que ya han cerrado y por lo tanto desgraciadamente ya no vamos a poder degustarlos”. Beti, Don Torcuato, Cibeles… y Lidia suma “el Ruta 51 de Nalda en el que hacían unos emparedados de mayonesa, lechuga, huevo, anchoa y jamón cocido que estaban para chuparse los dedos”. Y el otro local, que ha cambiado de manos, es La Trompeta de Plata, “de Yoli, en el que hacían unos de huevo, jamón, tomate y mayonesa que eran estupendos”.

Agus cierra esta nueva ronda de recomendaciones con otra propuesta: “Para mí de los mejores emparedados clásicos (de lechuga, mayonesa, huevo con anchoa y de bonito con tomate) están en la barra del Restaurante Casa Toni, en San Vicente de la Sonsierra”.

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