La Rioja

Un pasado en Mali y un futuro forjado en el Camero Viejo

Tata y Assa viven en Jalón de Cameros, donde son unos vecinos más junto a sus cuatro hijos

Tata Traore y Assa Diakite junto a dos de sus cuatro hijos, en las calles de Jalón de Cameros

Menor de edad. Una patera destino Tenerife. Más de 50 personas en una embarcación inestable. Una semana en el mar. La suerte, a pesar de lo complicado del viaje, se puso de parte de Tata Traore y logró pisar tierra firme en el archipiélago canario. En aquel momento en el que pisó la arena un sentimiento de calma le inundó el cuerpo, pero su mente estaba a más de mil kilómetros de distancia, en su pueblo natal de Kouroukere, Mali, donde no sabían nada de su marcha. “Tardé un tiempo en contactar con mi familia y avisarles de que estaba bien. Esperé a estar más asentado”. Porque de esta isla se fue a la vecina Gran Canaria y de allí viajó a Madrid junto a otros tantos jóvenes valientes para, finalmente y después de varios meses en ruta, ingresar en un centro de menores de Zaragoza.

Aquello sucedió en 2007, cuando tan solo tenía 16 años. “Muy joven, ya ves. Vine a buscarme la vida y gracias a Dios salió bien. Tampoco tenía muchas más opciones, aunque mis hermanos se quedaron, aunque uno de ellos ahora vive en Almería”. Ya con la mayoría de edad, hizo un curso de jardinería y logró encontrar trabajo durante dos años. También estuvo en los montes de La Rioja y Castilla y León trabajando en la gestión de prevención de incendios forestales. “Mucho recorrido, mucho trabajo”, porque a sus 33 años parece haber vivido ya varias vidas. La última parada la hizo en 2016, cuando llegó a Jalón de Cameros para conocer de cerca La Rioja despoblada.

Por aquel entonces, trabajaba de jardinero en una empresa de Navarrete y uno de los servicios fue cortar el césped del parque de Jalón. Pero no sabía que ese sería su único contacto con el municipio. Cuando su contrato concluyó, la alcaldesa Raquel Sáenz contactó con él para ofrecerle trabajo en su explotación ganadera y Tata aceptó. “Me he criado siempre con animales porque mi padre, en Mali, tenía vacas, cabras, … de todo. Ahora me encargo del tractor, de llevar el forraje y el pienso, y hasta ordeño también a las ovejas”, relata. Un nuevo empleo y, sin saberlo, una nueva vida con la que ya está familiarizándose para convertirse en un camerano más. Y si “toca vacaciones” en la explotación ganadera, Tata se traslada al valle en época de vendimias para mantenerse ocupado. “Todo lo que haga falta para que a los hijos no les falte de nada”.

Mientras reforman la que fuera la casa del maestro de Jalón donde vivirá junto a su mujer Assa Diakite y sus cuatro hijos pequeños, la familia se aloja en una vivienda de Cabezón de Cameros de forma temporal. Con la nieve cayendo sobre casas de piedra de este pueblo de la sierra, Tata recuerda lo diferente que era su infancia respecto a la de sus hijos: “Allá, aunque no teníamos nada, éramos felices. Tengo diez hermanos y recuerdo la libertad con la que vivíamos allá, muy diferente a la que tienen aquí, pero esto es la vida y al final acabas acostumbrándote. Por contra, soy consciente de la cantidad de oportunidades que tienen mis hijos viviendo aquí y que no se parecen en nada a las que yo tenía en Mali. Ellos aquí solo estudian y estudian, mientras que yo allá apenas aprendí árabe y francés y pronto tocó ponerse a trabajar”.

De Kouroukere, haciendo frontera con Mauritania, también es su mujer. “Prácticamente éramos vecinos porque el pueblo es muy pequeño, pero nunca creí que acabaríamos juntos”. Fueron varios viajes los que Tata hizo a su tierra natal y entre visita y visita, la relación con Assa se fue afianzando. Ahora ya son seis en la familia, sus dos primeros hijos nacieron en África, mientras que las dos más pequeñas ya lo han hecho en España. “Ella está contenta de vivir aquí, pero es cierto que al estar en un pueblo tan pequeño las oportunidades laborales son escasas y ella quiere trabajar, lo que sí hacía en Mali porque trabajaba en el mercado”.

Tata Traore con Jalón de Cameros al fondo.

Otro de los obstáculos para Tata es la falta de una guardería en los alrededores de Jalón donde llevar a la pequeña de ocho meses. “Además, tenemos que desplazarnos varios días hasta Logroño para llevar a los niños a apoyo escolar porque el transporte interurbano no llega todos los días aquí y los horarios son limitados. Por el momento no nos planteamos movernos de aquí porque nos gusta el pueblo y la tranquilidad que hay, pero la falta de servicios lo hace todo más difícil y al menos está el colegio de San Román a donde pueden ir a aprender”, reconoce. No han pasado muchos años desde que este maliense se bajó de aquella patera a rebosar de mentes desesperadas, pero fue esa desesperación la que le hizo forjarse un nuevo futuro en un nuevo hogar que ya no es tan desconocido.

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