La Rioja

Médicos rurales del cuerpo y del alma

La Atención Primaria rural o ‘salud de cerca’ es la gran desconocida

No tienen grandes listas de espera, los números de sus consultas no son dramáticamente abultados como en los centros de salud urbanos. Es la Atención Primaria rural. Son médicos y enfermeros de los pueblos más pequeños de la región que atienden problemas de salud, sí, pero también muchos otros relacionados con la soledad, la afectividad y el envejecimiento.

Han cambiado los largos pasillos de los hospitales y los grandes centros de salud por las carreteras de los valles, que se recorren casi a diario; por las casas de sus pacientes, que abren sus puertas de par en par para recibirlos. Ya no son sólo médicos y enfermeros, son parte de una comunidad, algo más que pasar una consulta de cinco minutos marcada por la presión de una lista infernal que parece que no se acaba nunca. Su consulta está siempre abierta, pero no sólo allí hacen revisión de sus vecinos: en el bar tomando un café, en la calle en un encuentro casual, mientras te montas en el coche para volver de nuevo a casa.

Javier Soldevilla lleva seis años trabajando en el mundo rural como enfermero. Después de pasar la mayor parte de su vida profesional en la atención hospitalaria, con la presión y los ritmos frenéticos del día a día, después de llevar tres décadas trotando y destrozando los largos pasillos de los hospitales, hace seis años decidió parar, pensar, y creyó que la atención en el mundo rural podía ser un buen final de carrera profesional.

La salud de cerca, la que se vive en los pueblos más pequeños, la que poco o nada tiene que ver con la que se vive en las ciudades y que a veces es, por estar lejos de los núcleos urbanos importantes, una gran desconocida.

“Creo que se trata más de una medicina comunitaria que de una convencional, y que además el servicio que damos mantiene una buena parte de la población de lo que se conoce como la España despoblada o a punto de despoblarse”, cuenta. El enorme envejecimiento de la población es uno de los principales problemas a los que se enfrentan estos médicos rurales que no tienen que ver a sesenta pacientes al día porque, a veces, entre tres municipios congregan ese número de vecinos. “Estoy convencido de que si no estuviésemos, muchos de los pueblos ya estarían vacíos sobre todo en esa época del año tan dura en los pueblos rurales que es el invierno”, asegura.

Otro de los problemas que se encuentran es la falta de médicos y enfermeros que quieran apostar por el mundo rural. “Ya hay poco apetito en general por la Atención Primaria, si a eso le sumas el medio rural… las distancias parece que son el problema, pero cuando llegas y lo vives desde dentro te das cuenta de que justamente esas distancias son lo que hacen más atractivo este trabajo. Hay que ponerse las pilas en este aspecto”, asegura.

A eso se une la falta general de médicos. “Los ‘boomers’, que dirían los jóvenes, estamos todos o recién jubilados o en vísperas de la jubilación. Sabíamos que iba a pasar pero nos hemos encontrado de bruces con el problema”.

En el otro lado cuentan con la ventaja de no tener que afrontar la presión en cuanto al número de pacientes que atender cada día. “Aquí no hay listas de espera, se atienden las peticiones casi a diario y, si la cosa se complica, como mucho al día siguiente”, cuenta. Lo mejor de la tarea es el agradecimientos de los vecinos. “Son conscientes de la importancia de nuestro trabajo y te lo hacen ver cada día”.

Y es que ellos no son sólo sanitarios. “Somos un miembro más del municipio, conoces la trastienda de cada uno de los pacientes, sabes su situación personal, como se encuentran anímicamente”, cuenta. Y es que además de atender las dolencias del cuerpo, en la mayoría de los casos también atienden las del alma. “Aunque es un trabajo muy agradecido, porque en la mayoría de los casos son personas muy mayores que son muy afectivos”.

Miguel Azofra es médico también en Ausejo. Reconoce que en el mundo rural las listas de espera casi no existen. “Hay incluso gente de Logroño que mantiene la cartilla médica en los pueblos porque sabe que es una forma de poder ser atendido aunque para ello tenga que desplazarse”, cuenta. La medicina comunitaria que se lleva a cabo en estos pequeños pueblos tiene otras muchas ventajas. “Aquí eres uno más del pueblo, estamos más encima de los pacientes porque no hay tantos cambios de profesionales, es como un grupo de amigos que está condenado a entenderse”, bromea.

Sabe que faltan medios, que una ambulancia llega más tarde que en una ciudad, pero todo ello se compensa con el apoyo y la asistencia mutua. Según su visión, el principal problema es que muchos profesionales no ven atractiva esta forma de trabajar. “Tener que recorrerte la N-232 para ir al trabajo no es atractivo para muchos, además hay días que tienes que recorrer tres o cuatro pueblos para las visitas a domicilio; muchos piensan que es más cómodo estar sentado en tu consulta”, asegura.

Frente a ello está la gratitud de los vecinos. “En una ciudad este es un servicio más: voy, me atienden y me marcho”, pero “aquí saben que se trata de un servicio esencial y de que muchos pueblos sobreviven gracias a él, y te lo agradecen continuamente”, confirma.

Aún así, queda mucho trabajo y muy bueno por seguir haciendo en un mundo rural que pasa muchas veces desapercibido a los ojos del resto de la población.

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