La Rioja

La marea riojana que limpió chapapote hace dos décadas

A las 15 horas y 15 minutos de un 13 de noviembre de 2002 comenzaba uno de los mayores desastres ecológicos de España, y del mundo. El petrolero Prestige sufría una vía de agua cuando navegaba a 50 kilómetros de la costa de Finisterre y empezó a derramar parte de las 77.000 toneladas del fuel que transportaba. Tras varios días de maniobras para su alejamiento de la costa gallega, el barco acabó partiéndose en dos y hundiéndose a 250 kilómetros de la costa.

La mancha negra que llenó de chapapote cientos de kilómetros de costa en Galicia (también de Asturias y Santander, aunque en menor medida) no fue menor que la marea de voluntarios que llegaron a sus costas para colaborar en la limpieza con los gallegos. También fueron muchos los riojanos que dieron un paso al frente y dedicaron su tiempo a mancharse las manos por una causa común. Fines de semana de viaje en autobús de noche para llegar a las playas de Muxía y dedicar unas horas a retirar de los paisajes de la Costa da Morte (la más afectada por el desastre) miles de kilos de fuel que habían empapado de negro playas y acantilados de alto valor natural y paisajístico.

A pesar de que han pasado dos décadas son muchos los riojanos que recuerdan con emoción esos días en las costas gallegas. Dos calagurritanos que dedicaron su tiempo a limpiar chapapote fueron Eva y Darío, entonces novios. Darío, argentino de nacimiento, había vivido antes de llegar a Calahorra en Galicia. “Quizás por eso me tocó un poco más el corazón, tenía amigos allí”, comenta.

Viajaron a través de un autobús que organizó la asociación Paso Viviente (también lo hicieron otras en la ciudad como Amigos de la Historia). “Entonces estábamos muy metidos en el grupo y no nos lo pensamos”, cuenta Darío. La llegada a la costa gallega fue impactante. Por un lado ver cómo todo estaba inundado de un negro brillante y devastador para el paisaje, la flora y la fauna. Un desastre natural que había allí y que era portada de medios de todos el mundo.

Por otro, comprobar de primera mano que no eran los únicos que habían cogido sus mochilas y la cantidad de voluntarios incesante que estaban llegando desde todos los rincones de España. “Estaba todo bastante bien organizado. Nos daban primero unas pautas de seguridad, cómo colocarnos los kits de limpieza, dónde podíamos y no podíamos meternos y después a cada uno lo trasladaban a una zona, en coches de voluntarios pero también del ejército”, recuerda.

El arnedano Diego Muro también estuvo por allí esos días. Él llegó a Galicia a través del grupo scout Vallaroso. “La plataforma Nunca Mais coordinaba autobuses y en el nuestro había gente de diferentes asociaciones pero sobre todo de grupos scouts de toda La Rioja”. Viajaron de noche y pasaron todo un fin de semana en las costas gallegas. “Recuerdo que dormimos en una lonja de pescadores”, comenta.

“Creo que pudimos hacer mucho más”. Es crítico en cómo se gestiono incluso la ayuda que llegaba de otras comunidades. “Se perdía demasiado tiempo en explicar cosas que eran obvias y al final limpiando sólo estabas unas horas. Incluso gente que fue varios fines de semana seguidos tuvo que pasar por esa formación que no tenía demasiado sentido”, asegura.

Lo que tiene claro es que esa movilización ahora sería imposible. “Sería mucho más complicado mover a tanta gente a pesar de los medios que ahora tenemos porque el movimiento asociativo no les interesa a los políticos, ahora contratarían a una empresa que lo limpiase y ahí se hubiese acabado la historia”, asegura.

El diputado Javier Merino presidía entonces el Consejo de Estudiantes de la Universidad de La Rioja. Desde allí fueron en torno a dos mil personas que salieron hacia las playas gallegas. “Recuerdo que se movilizó toda la universidad, el Gobierno de La Rioja fletó los autobuses pero pensaron que como la mayoría de los que se animaban a ir eran estudiantes, era mejor coordinarlo a través del Consejo de Estudiantes y así lo hicimos”, cuenta.

Pero la llamada a limpiar las costas traspasó la movilización universitaria. “En los autobuses iban madres, padres, fue una pasada”, asegura. Recuerda que los autobuses iban acompañados por miembros de servicios de Protección Civil de La Rioja. “Nos unían a todos las ganas por hacer cada uno lo que podía dentro de sus posibilidades”, recuerda. Él no pudo viajar a Galicia. “Recuerdo que había mucho que coordinar desde aquí, salieron muchísimos autobuses durante muchos fines de semana. La universidad, además de para formarse, es un lugar perfecto para hacer este tipo de actos voluntarios y de compromiso. La gente estaba muy conciencia con ir a ayudar”, asegura.

Nacho Peñalva también se trasladó hasta Muxía a limpiar chapapote. Este catón estudiaba en la Universidad de Zaragoza y pasados unos meses del desastre tuvo la oportunidad de ir  a colaborar con la limpieza de las costas gallegas. “En Zaragoza  el movimiento universitario fue muy fuerte, hubo muchas manifestaciones de protesta y se fletaron muchos autobuses”, cuenta.

Él y su grupo esperaron a primavera para acudir a Galicia. “Recuerdo que estuvimos cinco días allí limpiando después de 15 horas de autobús y aunque había sensación de que íbamos un poco de vacaciones curramos de lo lindo. Nos daban unos cunachos como los de la vendimia y pasábamos horas retirando fuel. Mi grupo iba muy concienciado recuerdo que estábamos indignados con todo lo que estaba pasando y llegamos allí y vimos el desastre a pesar de que ya habían pasado meses desde el hundimiento”.

Durmieron en el polideportivo de Muxía y comieron en unas carpas que había habilitadas en el municipio. “La gente del pueblo fue muy hospitalaria, pero tengo sobre todo el recuerdo de ver el desastre, cómo había quedado todo”, recuerda.

Ejemplos de jóvenes que lo fueron en su día, que dejaron a un lado su tiempo libre, los posibles miedos que había a reacciones posteriores y que dieron un ejemplo a todo el mundo, una marea blanca que permitió que, ahora, después de veinte años, las costas gallegas vuelvan a lucir en su máximo esplendo y que quede esa sensación de que los jóvenes estuvieron a la altura de las circunstancias.

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