La Rioja

En Logroño y rumbo a Santiago con tres mulas y dos perros

Plaza del Mercado de Logroño. Seis de la tarde y un viento que obliga a algunos a agarrar fuerte la copa y a otros a levantarse corriendo para que las mamparas de las terrazas no acaben con ellos. Turistas admirando La Redonda; unos sacando fotos y otros revisando las notas que han tomado de la guía de viaje. Tres mulas y dos perros correteando. Los tótems que anuncian dónde las mascotas pueden y no pueden hacer sus necesidades. Espera, ¿tres mulas?

Sam, Merlín y Totoró han llegado a Logroño esta misma tarde junto con sus amigos Tari y Temmie (dos perros) y “su mamá”, Johanna Lungwitz, una joven alemana de 23 años. El Camino de Santiago cada vez es más inclusivo y eso lo agradece Johanna, que lleva una semana en España y cuatro meses viajando por el mundo desde que saliera de su país natal.

La idea era aprender español -se está quedando en idea- y viajar con su familia. No tiene trabajo fijo, pero colabora en una granja germana de rehabilitación de personas a través de los animales, y “quería conectar eso con el Camino. Está siendo una experiencia increíble, mucho mejor de lo que me había imaginado”, explica en inglés. Lo del castellano todavía se le resiste.

Mientras Sam, Merlín y Totoró aguardan atados a tres árboles de la Plaza del Mercado, Tari y Temmie no paran de jugar. Descansan diez segundos debajo de una de las mesas de la terraza, y vuelta a su particular visita de la ciudad. Es la hora del descanso pero, ¿para qué pudiendo jugar? Johanna, sin embargo, sí se ha sentado tranquilamente a tomar algo con sus otros compañeros de viaje.

Dos aguas con gas, cocacola, un vino blanco, otro rosado y una pequeña magdalena de chocolate. Así pinta la mesa en la que un grupo de peregrinos “que nos hemos ido conociendo por el Camino” charlan, sobre todo, del vendaval que se está levantando en Logroño y de cómo eso podría influir en sus planes.

Joan Alonso, argentino de nacimiento e instructor de buceo en Valencia, aunque este viaje lo ha iniciado en Honduras, cuenta que conoció a Johanna mientras la joven se echaba una siesta en mitad del campo por un pueblo navarro. “No sé si se acordará, pero me quedé mirando a las mulas y ella se despertó. Le pregunté por los animales y se unió al grupo”.

Esta noche se quedan todos a dormir en Logroño y mañana emprenderán el camino. “Algunos están diciendo que igual se quedan otro día más aquí porque es una ciudad grande y tiene muchos servicios, tiendas y restaurantes. Además, lo poco que hemos visto nos está encantando y quieren conocer más la ciudad”, explica Joan. La que no va a dormir en una cama es Johanna, pero está acostumbrada. “Con los animales no puedo entrar a los sitios, así que procuro buscar alguna granja a las afueras de la ciudad o algún lugar tranquilo donde pueda dormir en mi tienda”.

Ninguno tiene prisa por acabar. “Calculo que llegaré en cuatro o cinco semanas a Santiago, pero en el Camino uno nunca sabe”, señala la joven alemana. Por su parte, Joan hace un pequeño gesto de molestia y explica que su rodilla estos días “no está dando lo mejor, así que no quiero forzar. Lo que está claro es que otro compañero y yo queremos llegar hasta Santiago e incluso Finisterre”. El resto de peregrinas tienen intención de poner punto final a su aventura en Burgos o León.

 

Todos coinciden en que hacen el camino porque les encanta viajar y conocer lugares nuevos, y Joan destaca que hace años su abuela le regaló un libro de España y él decidió que cuando fuera mayor conocería el país de cabo a rabo, “y qué mejor forma que caminándolo”. Por su parte, Johanna tenía claro que quería hacer un gran viaje con su familia, como ella llama a sus animales, y esta ha sido la mejor opción. “Estoy muy unida a mi familia humana, pero ellos son como mis hijos y necesitaba hacer algo con ellos”.

Parece que el descanso va llegando a su fin. Primero porque el tiempo está revuelto y en cualquier momento Sam, Merlín y Totoró pueden salir volando; y segundo porque hay que descansar para mañana continuar el Camino, “Camarero, la cuenta por favor”. Pagan ‘a pachas’ y es que desdichas y caminos hacen amigos.

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