La Rioja

El pastor que da vida a las piedras catonas

David Martínez pasó parte de su vida entre la carnicería que regentaba y el pastoreo de sus más de quinientas ovejas. Se convertía así en la tercera generación de pastores en Autol, un trabajo arduo que le permitió a este catón descubrir que tenía un don en sus manos. Su padre y antes su abuelo se habían dedicado también al pastoreo por los campos autoleños y él empleaba las tardes en cuidar de sus ovejas una vez había dejado apañada la carnicería. “Era un trabajo bonito pero en el que pasaba muchas horas solo, por eso era necesario buscarse algún entretenimiento en el que matar las horas mientras las ovejas pastaban”, cuenta.

Una tarde, el azar puso en su camino una punta de acero. “Iba hacia donde tenía las ovejas y por una calle me encontré una punta y me la eché al bolsillo” recuerda. “Después, mientras estaba en el campo vi una piedra y por mero aburrimiento intenté hacer un agujero con la punta”. Ahí empezó todo. La llevó a casa y su hija, después de quedársela como llavero, le propuso comprarse una lima para tallar esas piedras de río con las que se iba topando. Desde entonces no ha parado y ahora acumula en casa decenas y decenas de obras de arte talladas.

Vírgenes, peces, lunas, anillos, llaveros, cruces, incluso un Picuezo y una Picueza… lo suyo es pura intuición. “Veo una piedra y es ella la que me dice qué figura hay dentro y hasta que no la saco no puedo parar”, cuenta mostrando la colección de tallas en piedra que ha ido acumulando con el paso de los años. Otras veces su ojo avizor encuentra signos en la vida diaria. “Una vez me fijé en una luna que había en el circo al que fuimos la familia y otra en una película en la que un hombre daba un amuleto a otro por enseñarle a leer”. Se fijó bien en la pieza y la dibujó para luego tallarla en piedra. “Sé dibujar algo aunque no fui a la escuela”, dice David.

Aunque está jubilado hace años y ya vendió las 517 ovejas que tenía, David sigue tallando al aire libre. “Esto no se puede hacer en una mesa, hay que hacerlo apoyándose en otra piedra y que sea la naturaleza la que mande por donde ir”, explica. Ni una sola de estas pequeñas obras de arte en miniatura ha vendido en estos años por mucho que se lo han solicitado. “Es mi vida, y cuando me pase algo a mí como si las quieren devolver al río; pero, de momento, se quedan conmigo”, asegura.

La búsqueda de estas piedras negras, que encuentra especialmente en los campos y en el Cidacos, le han traído algún susto que otro. “Hace un tiempo estaba buscando piedras cuando me topé con una pareja de la Guardia Civil, no sé que pensaban que estaba haciendo pero me llamaron la atención, les enseñé las piedras que llevaba en el bolsillo que había encontrado ese día pero no les debí convencer mucho, así que les hice acompañarme hasta la furgoneta donde siempre llevo alguna pieza ya tallada… no daban crédito y me pidieron venir a ver toda la colección”, recuerda.

Una de sus piezas más apreciadas es la recreación completa del parque de los Picuezos del municipio. Lo tiene en una gran bajera donde guarda más piezas. “Es que todas ya no me caben en casa”. En un cunacho de vendimia lo guarda. Allí se ven a las dos figuras pétreas imagen de la localidad, el estanque y dos personas disfrutando del paisaje. “Yo digo que soy yo y mi mujer”, dice Daniel, que además de artesano tallador es poeta. “Tengo muchas poesías a mi mujer, a mi hija, a mi nieta y le hice una a mis piedras, que son una de las cosas más importantes de mi vida”, finaliza guardando con mimo de nuevo la pieza en el cunacho.

Conoce cada una de sus tallas, dónde encontró las piedras y cuándo las talló. Manos que dan vida a las piedras. Arte por el simple hecho de disfrutar los procesos, orgullo de un don que conoció el día que la casualidad quiso que se encontrase una punta de acero.

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