La Rioja

Las tardes de Lanas Maite: ovillos, pastas, risas y trenzados

Hace ya más de cincuenta años, Blanca abrió su pequeño negocio vendiendo lanas al peso en la esquina de la calle Cigüeña con la antigua Santos Ascarza, actual Alcalde Emilio Francés. Era una tiendita donde podías encontrar el ovillo más imposible del mercado. Blanca lo tenía. Con ella, dos empleadas que tejían las toquillas de entonces y algunos chales.

“Empezamos en una tienda pequeñita en el número 7 de la Cigüeña. Una amiga nos dijo que en la Estambrera vendían lanas. Las comprábamos, las metíamos en bolsas y las vendíamos. A cinco duros la bolsa y con ella se podían sacar tres jerséis”. Blanca cuenta que las lanas llegaban muy enredadas. “Las mujeres se pasaban el día devanando y algunos maridos también”. Con nudos, sí. “Pero la calidad le daba cien mil vueltas a las de ahora”.

Maite, hija de Blanca, explica orgullosa que siempre ha ido de la mano de su madre en el negocio hasta que se ha jubilado. “Las dos, a piñón. Mis hijos, cuando eran pequeños, aquí estaban cuando podían”. Todavía era una chiquilla cuando puso una tienda enfrente de la de su madre en la que también vendía lanas, pero el espacio era mínimo y decidieron abrir el local que hoy regentan en el número 13 de la misma calle Cigüeña. El lugar donde se ha llevado a cabo un sentido homenaje este lunes por la labor de estos cincuenta años.

Poco a poco el negocio fue creciendo y Maite se atrevió con la lencería. “Y las batas de casa de toda la vida”, añade Mari Carmen, una de sus clientas más fieles. Con la llegada del nuevo producto apareció la figura del probador y el género que entraba en la tienda cada vez era mayor.

Ropa de bebé primero y más tarde ropa de mujer. “Las clientas se iban haciendo mayores y algunas cambiaban su casa por la residencia”. Desde allí llamaban a Maite y les llevaba ropa a los centros. “Porque eran muy presumidas y siempre querían ir a la última. La verdad es que era un detalle muy bonito”, subraya Mari Carmen.

Las tardes se hicieron largas con el paso de los años y algunas de las fieles “plantaron allí el campamento”, haciendo así compañía a Blanca y Maite. Lo han recordado este lunes sus compañeras vespertinas. “Nos enseñaban a tejer tanto a punto como a ganchillo y nos ayudaban con las labores”. De esta forma, Lanas Maite se convirtió en un improvisado centro de reunión. “Entre lanas y risas hemos pasado muchas tardes y celebrado muchos cumpleaños”. No faltaban tampoco las pastas, el café y los chascarrillos.

La pandemia hizo acto de presencia y la tienda tuvo que cerrar. Aún así, las clientas llamaban a Maite para que les ayudara vía telefónica con los problemas que surgían con las lanas y los trenzados. Entrón entonces en escena una de las hijas de Maite. Familiarizada con el negocio desde pequeña, puso en marcha una tienda online.

“La voz se fue corriendo y entre Whatsapp y Whatsapp hacíamos los pedidos. El mismo día los teníamos en casa. Es más, con cada pedido nos llegaba una tarjeta personalizada dándonos ánimos”, recuerda Mari Carmen, fiel clienta y también usuaria del servicio digital. “Yo me he criado aquí y he intentado modernizar el negocio con el comercio online y las redes sociales”, ha explicado la nieta de Blanca este lunes, presente en el homenaje. Reinventarse o morir.

Con el regreso de la normalidad tras la pandemia, Lanas Maite ha vuelto a abrir sus puertas a esas reuniones que tanto se echaban de menos. Este lunes, al ritmo de una guitarra y con mucho cariño, las clientas han dado una sorpresa a las tres generaciones para agradecerles todo el trabajo y la compañía que les han hecho. No solo en el confinamiento sino en todos estos años. “Se merecen esto y más”.

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