San Mateo

Urdiales y poco más: el resumen de la feria matea

EFE/ Abel Alonso

No por esperado, el paupérrimo resultado artístico de la feria de San Mateo tiene justificación. Como ya vinimos a presagiar, el verdadero toro, bravo y encastado, ni estaba ni se le esperaba. Y no acertamos porque sepamos más que nadie de esto. No, qué va. Pero sucede que las ganaderías anunciadas en Logroño hace mucho que no lidian un toro sobrado de poder y empuje y se nos antojaba imposible que en Logroño vinieran a cambiar tal regularidad de toros flojos e insulsos.

Así las cosas, lo más interesante por el palo ganadero ha llegado con varios toros de Juan Pedro Domecq. Suena increíble, pero es cierto. Tan cierto como que el resto de las divisas anunciadas eran las de Domingo Hernández, ‘Zalduendo’ y ‘Cuvillo’.

Creo que el toro más bravo, más encastado y con más poder de la feria llevaba el hierro de Domingo Hernández y le correspondió a ‘Cayetano’. El de Ronda se empeñó en hacer justo lo contrario que debía hacer y, para colmo, mal. ‘Cayetano’ consiguió taparse y tapar aquellas bondades que atesoraba ‘Rumbero’. Hasta cortó una oreja por tal despropósito.

Lo de Domingo Hernández vino a ser remendado por un par de toros de Loreto Charro, de tan infausto recuerdo en Logroño (en 1994 lidiaron en ‘La Manzanera’ dos toros con las astas manipuladas). El caso que Loreto Charro lidió el pasado sábado en ‘La Ribera’ un toro de inusual calidad. Las fuerzas al límite y el poder ‘missing’, ‘Parasolillo’, una sanguina dibujada con las hechuras perfectas, tuvo el temple soñado en cada una de sus embestidas. Como también la largura y la repetición. Como la forma de salirse de los vuelos y de perseguirlos. Faltó la tanda rotunda de Talavante, que las fuerzas del de Loreto Charro no hubieran soportado y faltó la rotundidad de Talavante otrora.

Como dije antes, lo de Juan Pedro sacó el poquito carbón de esta feria. Manzanares aprovechó inercias y querencias en el último acto del domingo. Como otros tantos, el toro eligió los terrenos de chiqueros y allí que se fue el alicantino a templar la vibrante embestida que provocaba una muleta siempre puesta y presta. La espada de Manzanares funcionó como suele acostumbrar.

Recojo cable y rectifico aquello de que la corrida de Juan Pedro fue un tostón. El tostón son las corridas mixtas. El rejoneo es un espectáculo completamente diferente a la lidia a pie y tiene la combinación precisa, que, a lo sumo, es de un festejo y nunca de dos.

Dicho lo cual, por muy bien que estén los Hermosos de Mendoza nunca tienen competencia y no sabes hasta qué punto están bien o espectaculares. El paso de Guillermo por Logroño no pasó de voluntarioso, dejando para el recuerdo un par de banderillas cortas a dos manos. La actuación de Pablo dejó cosas mucho más reseñables, como su temple rebosante, su doma exquisita o la pureza con la que ejecutó un buen puñado de suertes.

De los toros de ‘El Capea’, hubo uno sensacional, que le correspondió a Guillermo, y tres de infinitas posibilidades para el arte del toreo a caballo.

En aquella entrevista previa al comienzo de la feria, Óscar Chopera, como portavoz en Logroño de BMF, empresa organizadora de la feria matea, vino a decirme que programar un festejo más con los riojanos que andan en los diferentes escalafones menores, por muy humilde que sea este, supone una carga adicional en el abono improcedente. Pues mire usted, el abono se carga de forma innecesaria y sinvergüenza con un festejo como el del martes. Si insignificante resultó la combinación de toros y toreros el día de la presentación, indecorosa resultó la presentación de un encierro que dio al traste con una tarde de toros para el olvido.

Todo lo que sea incluir a ‘Zalduendo’ en la feria de 2023 será una canallada.

Ferrera estuvo mal, que es como suele estar casi siempre. Siempre muy despegado. Anunciar a Ureña con este ganado tan insulso es un suicidio y Valadez dejó la impronta de su toreo, que es clásica y comprometida. STOP ‘Zalduendo’, a modo de lema.

A la corrida de ‘Cuvillo’ le faltó presencia, fuerza, empuje, casta y bravura. Hasta casi dos años de diferencia había entre un toro y otro. Al que le faltaba edad lo devolvieron y ¡otra vez Juan Pedro! vino medio a solucionar aquello. Fue con este ‘Pendenciero’ con el que Morante desplegó su sello a la verónica y su arrebato en unas chicuelinas al paso y camino al caballo de picar. Los ayudados por alto a dos manos tanto al inicio como al final del trasteo parecieron proteger una serie de naturales de excepcional embroque, reunión, trazo y temple.

A Roca Rey se le pidió con mucha fuerza el rabo del último toro de la tarde. Su trasteo tuvo tanta quietud como espectacularidad. También enganchones y demasiados tropiezos. Los cambiados por la espalda del inicio fueron epilogados por los pitones de ‘Madrilito’ rozando la taleguilla; mandar en la embestida es otra cosa bien diferente: engancharlo adelante, llevarlo templado y sometido… otra historia, vamos.

Y termino con lo mejor, que lleva el nombre de Diego Urdiales. El paso de Urdiales por San Mateo ha sido de figurón del toreo.; un compendio de torería tan exacta y precisa como descomunal. Una lección de terrenos, tiempos y distancias. Porque Urdiales ha ofrecido una dimensión absoluta de poder, gusto, inteligencia y plenitud. Cada lote de Urdiales tuvo un toro violento y brusco y otro ese punto más manejable. A todos ha podido y a todos ha conseguido romper a base de temple, hondura, profundidad y empaque.

Me quedo con su forma de torear al natural. Tan despaciosa, tan majestuosa. El cite en el sitio, el pecho ofrecido, el embroque exquisito, la embestida embebida en los vuelos, sometido siempre el toro en el cénit de la suerte, el remate más allá de la cadera. Dichosos somos los que hoy disfrutamos del toreo de Diego Urdiales.

Lo dicho: ‘Urdiales tiene la medida del toreo exacto en su cabeza; y la medida exacta del toreo en sus muñecas’.

La feria en su conjunto es otro cantar bien diferente.

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