La Rioja

Atención personalizada en el Centro Gonzalo de Berceo: “No bajamos la guardia con las familias”

Cuidar al cuidador. Una frase que por más que se repita sigue siendo necesario insistir en ella. El cuidador, esa persona que, de la noche a la mañana, adopta ese rol con todo lo que conlleva: ser los pies, las manos, los ojos incluso la cabeza de un familiar. Y el Centro de Día Gonzalo de Berceo lo sabe bien y por ello “nos interesamos mucho por las familias, pensando en su conciliación y su atención psicológica”, explica Elena García, directora del centro.

Hasta el Gonzalo de Berceo se acercan muchas familias solicitando atención y apoyo para sus mayores y “trabajamos a fondo para que salgan del despacho con soluciones y servicios que mejoren su situación y la de los suyos”, destaca Marta Abad, una de las trabajadoras sociales. “Nos cuentan sus necesidades y nosotros dirigimos nuestras labores en función de ello”. Rehabilitación, fisioterapia, talleres de estimulación manipulativa o cognitiva, y ahora, con la pandemia, “muchos hijos vienen porque sus padres están algo depresivos o con miedo y nosotros les animamos a que prueben nuestros grupos de actividades de ocio para que vean que no están solos”.

Además, el centro va más allá y, dependiendo de la situación en casa, explican a las familias cómo pueden solicitar la ayuda a domicilio, ofertan el servicio de transporte, “si necesitan una cuidadora por las noches también somos mediadores… en definitiva, aportamos soluciones reales a los usuarios y sus familias”. Y si es necesario, “y por humanidad”, desde el centro se les recomienda una estancia temporal en una residencia, “porque vemos que la familia ya no puede más y tememos que acabe rota. Cuando no queda otro remedio, hay que ser sinceros. Lo hablamos con el equipo y aconsejamos un espacio residencial, por el bien de los cuidadores y de las personas mayores”.

El Gonzalo de Berceo también se ha convertido en intermediario en el contacto con la red de trabajadores sociales del Ayuntamiento de Logroño, “porque mucha gente desconoce que los servicios municipales están para beneficio del ciudadano y les informamos de todo. Si no está valorados, les damos las solicitudes para que empiecen los trámites de valoración de dependencia y para los que ya lo tienen, les recordamos que tiene derecho a un centro de día”.

El problema llega cuando las listas de espera son infinitas y “no se pueden permitir un centro de día privado. Ahí les explicamos que existe una prestación económica concedida a todo ciudadano que esté valorado con un grado 1, 2 o 3 de dependencia, y en esto hacemos mucho hincapié porque la gente lo desconoce”, subraya Marta.

Soluciones personalizadas

El principal objetivo marcado por cada uno de los profesionales que trabajan en el Centro de Día Gonzalo de Berceo, además de proporcionar calidad de vida a sus usuarios, es que el cuidador pueda conciliar y tenga espacios “para respirar”. Algo difícil si tenemos en cuenta que cuidar a nuestros mayores puede tener muchas recompensas, pero en muchas ocasiones desemboca en situaciones límites de agotamiento físico y psíquico que cuesta aceptar.

El “yo puedo con todo” se repite en muchas familias pero, “nosotros, a través de la comunicación y la relación con ellas nos damos cuenta de la situación real que se está dando en el domicilio. Vas conociendo quién está sobrecargado, conoces quién vive en una realidad paralela, o lo que es peor, quién no ve la realidad”. Un caso muy frecuente se da entre los cuidadores y los propios enfermos de Alzheimer. “Es muy duro reconocer que tu pareja, padre o madre ya no es el que era antes, y para dar ese paso necesitan ese apoyo del psicólogo que le ayude a admitir la situación”, indica Elena.

“No podemos bajar la guardia con las familias, pero tampoco con los usuarios, porque es muy complicado ver cómo cuando están en los niveles incipientes de demencia empiezan a reconocer que algo pasa, que la cabeza se va perdiendo y para ellos mismos es durísimo”. Por ello, necesitan una persona, un psicólogo, que les transmita que “es normal, y no solamente a ellos, sino a todos los profesionales que estamos alrededor, nos enseñen a saber tratarlos en cada momento de la enfermedad”, aclara la directora.

El “yo puedo con todo” al final pasa factura y “tenemos que estar encima de la familia para que se den cuenta de que nosotros somos una ayuda, que estamos para eso. Somos una descarga”, recalca Marta. Una alternativa que, además, beneficia al propio anciano, ya que en el centro “les damos muchos cuidados y terapias de calidad que en el domicilio no pueden desarrollarse de la misma forma”.

Foto: Clara Larrea

La relación con la familia es fundamental y desde el centro se transmite cada avance y evolución del usuario. “La trabajadora social se pone en contacto con los familiares el primer día, a la semana y al mes, y, además, la terapeuta ocupacional, la fisio, las enfermeras y la supervisora llaman para contarles cómo se está trabajando con la persona en cada área, cuáles son las necesidades y los objetivos que se plantean”. Para completar, al mes y medio de estar en el centro se les hace entrega por escrito del PAI, el Plan de Atención Individualizada.

Para la mayoría de los cuidadores, estar presente cuando un ser querido te necesita es fundamental, pero “hay que ser conscientes de que tu propia salud y bienestar están en riesgo y nosotros trabajamos para que tanto usuarios como familiares tengan la calidad de vida que merecen”.

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