La Rioja

Tinta y tinto: ‘Amenaza nuclear’

Sólo la destrucción total puede evitar la destrucción total. Por eso las bombas nucleares mantienen el mundo a salvo. Nadie está tan loco como para apretar un botón que acabe con el enemigo si este tiene su propio botón para acabar con él. De esta forma hemos ido funcionando, más o menos bien, desde la Guerra Fría. Y así seguimos, aunque de vez en cuando se nos escapa algún misil en Irak, Afganistán, Siria, Palestina, Ucrania… cosas de que no haya destrucción total sino destrucción así a secas.

De esta lógica saben mucho en los partidos políticos, donde los dirigentes que más lejos llegan son aquellos que poseen armas nucleares y amenazan con usarlas contra sus propios compañeros. Hasta que llega el momento de la verdad. Ni siquiera tras lo visto estos días entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso se ha alcanzado la destrucción total. Pese a una escalada bélica nunca vista en el PP, nadie ha apretado el botón rojo para arrasar con el principal partido de la oposición. Han estado cerca. Mucho. Pero no lo suficiente.

Por eso el PP seguirá vivo a nivel nacional después del ridículo de esta semana, aunque la reconstrucción vaya a tardar más de lo que desean sus dirigentes y por el camino tengan que girar varias veces a la derecha. Lo saben también en el PP de La Rioja, donde en 2017 ya protagonizaron entre Cuca Gamarra y José Ignacio Ceniceros una lucha igual de intestina que la de Casado y Ayuso.

Por aquel entonces no fue con tanto foco mediático, pero sí con una pelea encarnizada en busca del voto del afiliado para hacerse con el poder orgánico. El resultado ya es de sobra conocido: partido dividido en dos facciones (más o menos igual de numerosas) y elecciones perdidas en 2019 después de veinticuatro años de gobierno. Gamarra acabó en Madrid a la sombra de Casado y Ceniceros dio varios pasos hacia atrás, anunciando su retirada en el próximo congreso (previsto para finales de abril, primeros de mayo de este año).

Con estos mimbres hemos llegado a mediados de febrero y todo apunta a nuevo choque de trenes, como si las lecciones pasadas no hubieran sido aprendidas. Alfonso Domínguez confirmó el jueves lo que era un secreto a voces en el pequeño Logroño del poder. Optará a presidir el PP en la región, provocando así una nueva guerra política de las que prometen aumentar la tensión innecesariamente. Ese mismo día, el también candidato Alberto Bretón confirmó la distancia entre los dos. Ambos diputados y consejeros del último gobierno popular, lucharán por hacerse con el poder haciendo llamamientos a la “unidad” sin conseguirla antes de la cita con las urnas propias.

Bretón le lleva cierta ventaja temporal a Domínguez, ya que anunció su candidatura hace meses, tras ser cesado como secretario general del partido. Sin embargo, el diputado arnedano tiene la ventaja de contar con el beneplácito del “aparato”, la dirección nacional y, según apuntan los que llevan la cuenta, un mayor número de apoyos entre los compañeros que no están en primera línea. De hecho, ha prometido presentar “pronto” a su equipo mientras que su rival sigue con Daniel Osés, José Luis Pérez Pastor y Penélope Ramírez como únicas caras reconocibles en sus fotos.

La otra ventaja con la que cuenta Alfonso Domínguez es más filosófica. Sin quererlo, presentó su candidatura el mismo día en el que el PP decidía (casi) inmolarse a nivel nacional. No podía haber elegido mejor jornada porque es imposible que hubiera elegido peor. Algo parecido a eso que instauró Enrique Ballester en ‘Barraca y tangana’ como dogma: “Cuando vuestras parejas os presenten a sus padres, intentad parecer gilipollas profundos. Luego, cualquier cosa que hagáis se antojará meritoria. Será automáticamente sobrevalorada”.

Lo dejó dicho también Rajoy. “Cuanto peor, mejor para todos. Y cuanto peor para todos, mejor. Mejor para mí. El suyo, beneficio político”. Ojalá pudiéramos entender al bueno de Mariano, quien incluso nos dejó reflexiones que ahora se utilizan para ligar. “Haré todo lo que pueda y un poco más de lo que pueda si es que eso es posible. Haré todo lo posible, e incluso lo imposible, si también lo imposible es posible”. Y así, batalla ganada sin librar batalla alguna. Ya podían aprender sus sucesores.

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