UD Logroñés

Gol en Las Gaunas: ‘Parece que se podía vivir sin fútbol’

Ataques furibundos al fútbol. Es lo que está soportando el deporte rey en plena pandemia. Nada nuevo, es una reacción que se repite en cada crisis. Que entiendo el hartazgo de todos aquellos a los que no les gusta este deporte. Imposible llegar a entender cómo debe afectar a la piel de un ‘antifútbol’ el bombardeo constante de partidos, previas, posts, declaraciones, fichajes, análisis, tertulias… de crónicas en los diarios escritos, en los digitales; en los carruseles de las radios, en las retransmisiones televisivas en directo en máxima audiencia como un Rennes – PSG de indudable interés para un riojano de a pie. Imposible que podamos entender el sentimiento de frustración de un ajeno al fútbol por la presencia constante de este deporte en los medios. Pobre gente.

De verdad, pobre gente. Doble ración de empatía de cara a la próxima información irrelevante para el mundo salvo para un futbolero. Pero, cuidado, que nosotros, los amantes confesos y hasta obsesivos de este noble arte del balompié, no estamos libres de sentir el repudio social. Y duele, vaya si duele. Joder, al menos actualicen sus argumentos que no son 22 chicos y chicas en pantalón corto dándole patadas a una pelota redonda.

Es más, podemos aceptar que nuestra familia nos dé la espalda con este asunto poque no tengamos más temas de conversación que el próximo partido de nuestro equipo. Donde hay confianza da asco. Podemos entender la ausencia familiar de empatía hacia el dolor que nos provoca una derrota inesperada de nuestro equipo. Porque, sí, hay que reconocerlo amigo futbolero, tu familia está harta de tener que mirar a qué hora juega tu equipo para ver qué plan te pueden presentar de cara al fin de semana.

A las nueve y media de un sábado con partido en Las Gaunas, pues no se cena. Vamos, que no debería cenar nadie. Viene el Racing de Santander. Si es a las doce, se sabe que el vermut va después. A las cinco, no hay siesta de domingo ni película alemana de La1 que merezca la pena. Al pueblo se va antes o después, o se baja a toda prisa, siempre antes del inicio del partido de tu equipo.

Y es verdad que LaLiga y desde esta temporada la Federación Española de Fútbol pues no nos lo están poniendo fácil para que respeten nuestra afición con eso de jugar de viernes a lunes como si no pasara nada. Sí que pasa, señores ‘pimpinela’. Cantidad de planes rotos y familias en riesgo. El fútbol no respeta el descanso familiar. Consejo: si no puedes con tu adversario, únete a él.

Porque los futboleros hemos sufrido la mayor crisis existencial que se recuerda, que ha puesto incluso en riesgo la comprensión real de nuestro sentimiento. Hemos dudado. Nos han hecho dudar. Porque un club que no juega es el agujero de un donut, solo comparable con la desaparición de tu equipo, de lo que sabemos mucho por aquí.

No se trata de relativizar la pandemia. Han pasado cosas, por desgracia, más graves; pero ahora que vamos saliendo del pozo gracias a la vacunación convendría poner en valor, aunque solo sea por un segundo, el esfuerzo que ha hecho toda esta gente aficionada al deporte rey, que mueve masas y que según parece es cosa fatal cuando surge una pandemia transmitida por los aerosoles esos.

Hemos tenido que aguantar ataques durísimos a nuestras creencias. Titulares hirientes como ‘Futbolero el que lo lea’ o incluso letras luminosas sobre una fachada madrileña lanzadas desde un proyector ubicado en un edificio colindante que creaban una frase lapidaria directa al corazón del pobre aficionado al fútbol que no mete con nadie. Atento: ‘Pues parece que se podía vivir sin fútbol’. ¡Cómo! Paren el mundo que yo me bajo.

Qué clase de mente enferma puede firmar al pie de esta frase. Eso es ir a hacer daño. Cero empatía por su parte. No hay Rennes – PSG en directo que merezca una reacción tan agresiva: ‘Pues parece que se podía vivir sin fútbol’. Que las autoridades sanitarias pararon el fútbol casi antes que las clases. Que tuvimos que afrontar nuestro día a día, ir al trabajo o hacerlo desde casa, sin un resultado que echarse a la boca, sin una jugada polémica que destripar. Que el futbolero dejó de ver a sus amigos de grada durante un año y medio, y no hay videollamada que iguale a la posibilidad de ver en directo un cambio de orientación de Álex Pérez. Tengan algo de consideración. Que esta gente ha sufrido en soledad.

Claro que se puede vivir sin fútbol, pero la existencia se hace extraordinariamente larga y aburrida. Pregunto: ¿qué se hace un fin de semana sin fútbol? Uno, se aguanta, vale. Hay que desengrasar; pero un invierno entero sin ir al estadio eso es ponerle cuatro puntas al ataúd del divertimento.

Háganse cargo, autoridades sanitarias riojanas, lo que le habéis pedido a esa pobre masa de aficionados de La Rioja a la Unión Deportiva Logroñés. Les dijeron: “No vayan al estadio a ver a su equipo en Segunda”. Y nos mintieron: “Esto pasará y se podrá ir al estadio, y seguro que con el equipo en Segunda”. Qué mentira más grande. ¿Y ahora qué? ¿Quién recompone los pedacitos rotos de una ilusión tras veinte años de espera?, ¿quién?

Pues Iñaki y los suyos. Ya andan con el pegamento uniendo las piecitas, poco a poco, tras un reencuentro en casa para el recuerdo. No mereció la pena la espera. Pero la vuelta fue fantástica.

Se puede vivir sin fútbol, pero todo resulta algo más emocionante cuando puedes ir al estadio a vibrar por unos colores reconocibles juntos a otros como tú. Tras 544 días de espera, Las Gaunas le explicó a los ajenos el padecimiento vivido durante todo este tiempo. El pasado sábado por la noche comprendimos finalmente lo larga y frustrante que ha sido la espera. Escuchamos la necesidad que había en más de 4.500 riojanos de volver a este recinto para estar al lado de su equipo. Por eso las emociones brotaron en cada acción. Antes, durante y después. La liturgia futbolística de ir, estar y permanecer en el estadio fue completa.

Desde el calentamiento hasta la salida en formación del equipo, pasando el mal trago de emociones con ese minuto de silencio en recuerdo de las víctimas de esta pandemia. El pitido inicial, el primer córner, ese disparo a puerta, la parada de Serantes, el fallo inesperado, el gol en el minuto 40… el descanso para volver a ver a los compañeros de grada tantos días después y saber por fin de ellos; la segunda parte, la sustitución de Iñaki en la ovación más grande jamás escuchada en la historia de este club solo superada por la que recibieron los jugadores una vez eliminados por el Hércules; los ocho minutos de descuento, y la emoción irrefrenable de haber vuelto a Las Gaunas para ver al equipo.

Mucha gente ha sufrido mucho. Demasiado. Y claro que sin fútbol se puede vivir. Lo hicimos cuando lo importante era sobrevivir en los balcones. Pero el fútbol también ayuda a superar el aislamiento obligado porque el fútbol es sencillamente el mejor lugar para ver a mucha gente. Es, de momento, el evento social riojano que más gente ha logrado reunir en un mismo espacio en tiempo de pandemia. Por algo será. Y convendría que lo entendierais.

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