La Rioja

Un oficio en extinción: “Los inquilinos jóvenes no conocen la esencia de los porteros”

Un oficio en extinción: “Los inquilinos jóvenes no conocen la esencia de los porteros”

Empleados de fincas urbanas, así se denominan oficialmente a los trabajadores que nosotros conocemos como porteros o conserjes. Una profesión que durante muchos años ha ocupado un papel fundamental en las comunidades de vecinos, tan valiosos que resultaba casi impensable prescindir de sus servicios. Pero el avance de las nuevas tecnologías y el ahorro repercuten directamente en la elección de un buen sistema electrónico y la contratación de empresas de servicios, lo que desemboca, irremediablemente, en la no muy tardía extinción de los porteros.

“En los portales donde los compañeros se han ido jubilando ya no ha entrado otro portero. Los vecinos que vienen a vivir ahora a los edificios son gente joven que no ha conocido lo que era tener una persona en su portal diariamente. Los mayores lo han vivido y saben lo que significa. Que no es estar aquí sentado viendo pasar gente, sino estar preocupado por todo lo que pasa o puede pasar, adelantándote a las situaciones para que los vecinos siempre tengan sus servicios a punto”, explica Alejandro, que lleva ‘guardando’ Gran Vía 12 desde hace 28 años.

Cuando su suegro se jubiló, Alejandro decidió probar suerte y “aquí sigo. Bajo todas las mañanas a las 8 y empiezo con mis tareas: vigilancia, limpieza, recogida de basura, repartir el correo y la prensa… y sobre todo, estar pendiente de las incidencias que puedan surgir”. Dice ‘bajo’ porque vive en el propio edificio, y eso es precisamente lo que diferencia a un portero de un conserje: el primero cuenta con un inmueble en la propia comunidad en la que ofrece servicio, no así el conserje, “pero las funciones son las mismas”.

Más allá de custodiar el portal, dar los buenos días, recibir la correspondencia o mantener a punto el inmueble, Miguel Ángel atiende, desde hace 24 años, a las personas que llegan a Avenida de Portugal 2. “Este edificio tiene la peculiaridad de que son todo oficinas, de hecho es el primero que se construyó en Logroño, en 1975, solo para ello. Hasta aquí llegan todos los días muchas personas que no saben dónde van exactamente, desorientadas, y una de mis funciones es darle las indicaciones pertinentes para que lleguen sin problema al despacho que vengan. En este inmueble está, entre otros, el Registro de la Propiedad, bufetes de abogados o asesorías, así que el tránsito es continuo, sobre todo por la mañana, cuando el goteo es incesante”.

Misma situación la de Ignacio, que lleva 26 años custodiando el edificio de la calle María Zambrano 11. En esta ocasión, la primera planta de oficinas da paso a nueve pisos más con tres vecinos por rellano. “Hace años estaba aquí la Notaría y todo el día había gente entrando y saliendo. Algunos llegaban amigablemente, pero cuando terminaban, casi se tiraban de los pelos, y yo siempre les decía: ‘Antes de firmar hay que leer la letra pequeña’, recuerda riéndose.

Se dice que un buen portero es ciego y sordo de puertas adentro y es bastante cierto. Custodian un gran manojo de llaves y no pocos secretos y anécdotas, siempre con discreción, “pero nos daría para escribir un libro. Yo he visto nacer y morir a muchos vecinos y eso al final te crea un vínculo y se fraguan relaciones muy buenas, incluso de amistad. Con otros, bueno, hay veces que si les dices cosas que no les gustan…, pero en general son unas personas espectaculares, educadas y muy amables”, afirma Ignacio.

Sus tareas, en ocasiones, exceden lo estrictamente laboral, dando paso a una relación más personalizada con un toque, incluso, de familiaridad. Mary Joy es filipina, aunque con doble nacionalidad española, puntúa. Comenzó a trabajar en Gran Vía 9 hace casi tres años “con ayuda de unos amigos del edificio, vecinos que me conocían y depositaron su confianza en mí. Siempre les estaré agradecida”.

En este caso, a Mary Joy le gusta que le consideren portera y residente, ya que también vive en el edificio. “Soy muy servicial y me da igual que me llamen a cualquier hora porque son mis vecinos, pero intento que sepan diferenciar que cuando estoy en el trabajo soy portera y cuando subo, vecina. Afortunadamente son muy respetuosos y la gente no abusa de ello”.

Mary está encantada con su trabajo, y eso se nota cada vez que habla de su día a día. “Mantengo la limpieza de todas las zonas comunes y controlo la sala de máquinas para que nunca falte calefacción en invierno y agua caliente, pero lo que más me gusta es recibir a la gente que viene. Suelo tener el portal abierto y todo el mundo que entra, ya sean vecinos o no, me trata muy bien. Me encanta hablar con ellos”.

Limpian el suelo por las mañanas, comprueban las instalaciones, cambian las bombillas, sacan la basura, están atentos a cada fluorescente que tintinea o repasan los espejos, pero sobre todo, los porteros y conserjes, te dan los buenos días, te desean una buena jornada y están ahí para recibirte cuando has tenido un mal día.

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