La Rioja

Concha Andreu: “Ha llegado el momento de renovar también el voto de nuestras propias palabras”

Concha Andreu: “Ha llegado el momento de renovar también el voto de nuestras propias palabras”

La presidenta del Gobierno de La Rioja, Concha Andreu, ha dado el protagonismo de su discurso del Día de La Rioja a las palabras. En el corazón de la lengua castellana, donde descansan las primeras palabras de tan noble idioma, la jefa del Ejecutivo regional ha apelado al diálogo, la convivencia y el entendimiento en este país. Y para esa también noble tarea, San Millán de la Cogolla como lugar de encuentro mundial. “Ha llegado el momento de renovar también el voto de nuestras propias palabras”.

Sin olvidar el sufrimiento que la pandemia ha provocado en toda la sociedad riojana, la presidenta ha lanzado la mirada hacia el futuro más inmediato. En este sentido, ha indicado que nos encontramos en un “doble ecuador” en el que todavía tenemos que superar la pandemia mediante la vacunación y, al mismo tiempo, recuperar el pulso político que haga avanzar a la comunidad.

Andreu ha reconocido que ahora toca “reactivar la agenda y el programa” a los que se comprometieron hace casi ya dos años. “Un trabajo que se ha visto en ocasiones mediatizado cuando no imposibilitado por el orden de prioridades impuesto por la crisis sanitaria, y su gestión. Ésta ha centrado nuestra preocupación y nuestros esfuerzos; siendo conscientes de los otros efectos colaterales de la pandemia, que han abierto brechas y frentes en zonas sensibles de nuestra sociedad: el empleo y la economía”.

“No ha habido ni en las instituciones ni en los colectivos sociales, no sólo ni un sólo día, con su noche, sino ni un sólo segundo de descanso desde marzo de 2020”, ha añadido la presidenta, quien ha señalado que se trata de una guerra sin cuartel contra el miedo y el pesimismo. “En la sanidad, en la educación, en los servicios, en las fuerzas de seguridad. En la primera línea de exposición y de riesgo. En innumerables historias anónimas, fundamentales, la más alta expresión de lo humano. Para ellos y para ellas, ninguna palabra de agradecimiento será suficiente”.

Discurso completo de Concha Andreu

Excelentísimo Presidente del Parlamento riojano, excelentísima delegada del Gobierno de España en la región, excelentísimo presidente del Tribunal Superior de Justicia de La Rioja, ilustrísimo Prior, que con tanta hospitalidad nos acoges siempre en esta casa, que también es la casa de los y las castellanohablantes, resto de autoridades presentes, amigas y amigos.

Las palabras son nuestra constitución. Las palabras nos constituyen. Y nos comprometen. A ellas nos debemos y por ellas nos debemos a quien se las dirigimos. En cada caso: individual y social. Histórico, político y poético.

Una comunidad es también una comunidad de palabras. Que perviven, que se transmiten, que se conservan, que se modifican, que se conectan entre sí. Porque dan forma a nuestras ideas y a nuestra visión de la realidad. Las palabras nos concretan. Y nos relacionan. Al cuidarlas, nos cuidamos. Darles sentido es dar sentido a nuestro pensamiento, a nuestros anhelos, a nuestras necesidades.

Somos nuestras palabras. Las que se dicen, las que se escriben, las que nos argumentan. Las que nos articulan. También las que circulan por el silencio de nuestra imaginación y callamos.

Las palabras son el instrumento de la comunicación. Y ningún lugar como en el que nos encontramos hoy para certificar el valor esencial de las palabras que nos hacen individuos y sociedad. Hablantes y poetas. Lectores y escritores. Ciudadanos y gestores. Únicos y universales. El lugar donde hace diez siglos un amanuense anónimo sintió la necesidad, urgente, pragmática, oportuna y expresiva, de glosar en los márgenes de un texto culto, el boceto de un lenguaje para el común, destinado a enriquecerse y a transformarse; a ser ligazón de hablantes y naciones. Y arpa de una literatura sin fronteras. El castellano tuvo aquí su primer pupitre y las glosas que contenían noticias de su germen serían brote temprano de un corpus destinado a vincular pueblos, voluntades, proyectos, versos y relatos.

El 9 de junio del año pasado, 2020, nos costaba mucho, mucho, encontrar las palabras para iniciar esta jornada. Y la entereza para pronunciarlas. Como tantos otros días desde hacía meses, en los que ni en nuestras casas, ni en las instituciones, ni en los medios, ni en la calle, acertábamos a describir exactamente, con palabras cotidianas o conocidas, lo que nos estaba sucediendo. Ni mucho menos perfilar el horizonte al que nos enfrentábamos. Era una versión del mundo para el que no teníamos apenas palabras. Una circunstancia global casi imposible de glosar, sobre todo en los primeros momentos. Inacabables, angustiosos primeros momentos. Tuvimos, de hecho, que incorporar a nuestro vocabulario muchas palabras de última hora, con las que tendríamos que convivir, como con la propia pandemia; asociadas a ella. Una terminología de estado excepcional, de laboratorio, de protocolos sanitarios y de seguridad, de geografía vírica a todas las escalas: individual y grupal.

Pero también sobrevino una oportunidad de subrayar palabras que la rutina y el egoísmo nos hacen a veces relegar o dar, erróneamente, por supuestas: solidaridad, entrega, confianza, valor, sacrificio, prójimo. Palabras mayores. Unos meses –cuyas secuelas perduran, si bien en otro nivel– en los que las palabras, pronunciadas cara a cara, físicamente, sin interponerse una pantalla o una mascarilla, se vieron impedidas o alejadas. Y a menudo, de una manera inevitable, insuficientes para alejar una incertidumbre sin precedente.

Nunca, nunca antes, habíamos apreciado, como lo hemos hecho en la circunstancia del confinamiento y de la distancia, el valor de la comunicación; del puente que las palabras tienden con los seres queridos y con aquellos de los que necesitamos ayuda o hemos de prestársela. Las palabras de quienes han velado por nuestra salud en circunstancias de extrema dificultad para ellos y para ellas; cuando incluso resultaba casi imposible disponer de palabras para el consuelo propio.

Ha sido imprescindible, lo sigue siendo, llamarnos, hablarnos, contarnos, preguntarnos: reconocernos, en definitiva. Y reconocer el timbre de cada voz familiar. Así como las palabras leídas en los libros que nos han acompañado a lo largo de horas de extensión y naturaleza desconocidas. Las palabras también nos sanan.

Y, por encima de todo, nunca, nunca antes sentimos tanto, tan dramáticamente, el no poder despedir con palabras guardadas en el corazón a las personas que nos habían dado y cuidado nuestras vidas, y de quienes, en otras ocasiones difíciles, habíamos recibido palabras de amor, de comprensión, de guía y de ánimo. Sus nombres serán nuestro índice. Para siempre.

Sin duda, en este año largo, hemos agradecido cada palabra que nos ha permitido ver la luz y la salida. La lengua es un modelo de conectividad, de alumbramiento. Una construcción. Aprendamos y apliquemos el valor reconstructivo del lenguaje a nuestros actos y proyectos.

Este valle emilianense ha de ser, y así lo estamos procurando e ideando desde el Gobierno de La Rioja, un texto de textos; un enclave no solamente regional, sino nacional y mundial, de la lengua española; de las palabras que nos han construido y auxiliado.

Un lugar de encuentro del ámbito hispano-parlante, en cualquiera de sus manifestaciones: el aprendizaje, la reflexión, el diálogo, la creación, la empresa, la formación, el turismo idiomático y la transmisión de conocimientos. La capital del español. Y la cuna del español del siglo XXI. En un contexto global y digital: el espacio en el que actualmente estamos registrando e imprimiendo el presente y el futuro.

Palabras en todas sus dimensiones. Tanto las que han generado una cultura, una educación, una narrativa o una lírica, como estructuras organizativas y Constituciones. Porque en las sociedades libres, las palabras atestiguan y validan la legitimidad, saberes y principios que las han conformado.

Este valle de San Millán, y su epicentro de Yuso, donde nos reunimos, muy cerca de su biblioteca fabulosa, ha de ser un gran libro abierto a la escritura de la memoria y del tiempo. A las páginas del pasado, a las páginas en curso del presente y a las páginas en blanco del futuro. Este valle es una permanente invitación al asentamiento de las palabras, de las ideas. Y de sus portadores y habitantes. Porque somos, sin duda, habitantes de las palabras. Receptores, guardianes y viajeros del verbo.

El próximo año se cumplirán 30 años desde que Fernando Lázaro Carreter hiló para siempre este valle de San Millán con una palabra: diálogo. Su memorable discurso de Homenaje a la Lengua en el año 1992 se titulaba: “Diálogo entre lenguas”.

Si entonces el Director de la Real Academia Española expresó que “ningún lugar mejor que este maravilloso mirador riojano como testigo de una fraternidad idiomática que nunca debió enturbiarse”, hoy, en el mismo lugar, hago mías sus palabras para volver a reivindicar el diálogo, la convivencia y el entendimiento en este país. Me gustaría que este lugar fuera siempre un símbolo de encuentro.

Hemos también de volver a encuadernar lo que desencuadernó la pandemia, a la que no podemos dar, en absoluto, por capítulo cerrado. Y volver a recuperar el ritmo de lectura de la realidad, de sus problemas y retos. De cada uno de nosotros, pero también de nuestra región.

No cabe duda que ha llegado el momento de renovar también el voto de nuestras propias palabras. Y de los compromisos y propósitos que conllevan. Una posibilidad arraigada en la sociedad riojana y en los gobiernos sucesivos que de ella surgen gracias a un texto: el de nuestro Estatuto de Autonomía que el año que viene cumplirá cuarenta años.

El Estatuto contiene las palabras que nos ratifican como Comunidad y garantizan los instrumentos para ejercitar nuestro autogobierno. Lo que significa capacitarnos de operatividad y de libertad para ser capaces de marcarnos unas cotas de administración propia que, ajustadas y compensadas con las administraciones del resto de Comunidades, aseguren la articulación de España.

No está de más recordar algunas de sus palabras, y hacerlo con convicción y emoción, pues no son un mero expediente oficial: son vitales. En lo competencial, por supuesto, pero también en lo moral, en lo ideológico. Y así, en su título preliminar, se afirma que los poderes que nos otorga el marco autonómico “emanan del pueblo y son ejercidos de acuerdo con la Constitución”. Del pueblo.

Y que “El estatuto de Autonomía aspira a hacer realidad los principios de libertad, igualdad y justicia para todos los riojanos en el marco de la igualdad y solidaridad con las demás nacionalidades y regiones de España”. Libertad, igualdad, justicia, solidaridad.

Conviene que transmitamos en voz alta estas palabras a las futuras generaciones de riojanas y riojanos. Desde su infancia hasta su juventud. Deben conocerlas y ser conscientes de que están pensadas para su progreso y el de su tierra. Que no se escriben solas y que hay que perseverar en ellas, y protegerlas. Y estas palabras también necesitan a la juventud riojana para que las encarnen y representen. Para que sigan siendo realidad. El futuro de La Rioja es el de sus jóvenes.

Y yendo a la mayor, debemos ser conscientes y consecuentes con que el sistema autonómico ha sido la clave de bóveda de la convivencia y avance de la España democrática en las últimas décadas. Convendría no olvidarlo; ni dar un paso atrás; pues entrañaría una grave irresponsabilidad y un gran peligro, de consecuencias insospechadas.

Los textos, como la sociedad que los produce –y viceversa–, se transforman sobre lo ya escrito. Ambos están vivos. La ley para la Reforma de nuestro Estatuto se inició en el Parlamento de La Rioja en junio de 2017 y tras su tramitación parlamentaria fue aprobada dos años después, en abril de 2019, en un Pleno extraordinario celebrado precisamente aquí, en este Monasterio.

El pasado mes de mayo, superado el intervalo en su tramitación provocado por la pandemia, las Cortes Generales tomaron en consideración la reforma, que fundamentalmente recoge una equiparación competencial e institucional con el resto de Comunidades Autónomas y también, y no menos importante, un esfuerzo ético para limitar al poder, combatir privilegios y reducir lo máximo posible la posibilidad de que se produzcan conductas intolerables en el ejercicio de responsabilidades públicas.

Nos encontramos en un doble ecuador: en el de la superación –dilatada y con altibajos– de la pandemia, gracias al comportamiento responsable de una inmensa mayoría de la ciudadanía y a la vacunación, que el año pasado por estas fechas, recuérdenlo, era todavía un escenario lejano. Y en el de la legislatura que compete al Gobierno que presido.

Toca ahora reactivar agenda y el programa con el que nos comprometimos con la sociedad riojana; un trabajo que se ha visto en ocasiones mediatizado cuando no imposibilitado por el orden de prioridades impuesto por la crisis sanitaria, y su gestión. Ésta ha centrado nuestra preocupación y nuestros esfuerzos; siendo conscientes de los otros efectos colaterales de la pandemia, que han abierto brechas y frentes en zonas sensibles de nuestra sociedad: el empleo y la economía. Sólo desde la inmunidad frente a la COVID-19 podemos afrontarlos con fuerza y recursos.

Los galardones que el Gobierno de La Rioja otorga este año quieren ahondar en la reflexión anterior sobre el entendimiento y la conexión. Sobre la herramienta del lenguaje y el vehículo de la comunicación como llaves para la creación de espacios comunes e interdisciplinares desarrollados en nuestra lengua. Por eso, otorgamos sendas medallas de honor a la Fundación Dialnet y al Grupo de Investigación “Gestión y control químico y microbiológico de los procesos enológicos” (GESVIN), dependiente del Instituto de la Vid y del Vino.

El Portal Dialnet es una referencia mundial desde su puesta en marcha hace veinte años. Creado por la Universidad pública de La Rioja es ya hoy un instrumento con alcance planetario de intercambio de conocimientos académicos y científicos en español y portugués. Mediante el libre acceso a través de internet. Dialnet es un banco de contenidos y datos ya imprescindible en cualquier punto de nuestro entorno cultural.

Sistematizado con rigor y una continua innovación digital, destaca también como un modelo de colaboración entre archivos, instituciones, bibliotecas y fondos divulgativos. Dialnet es una gran construcción, y sus innumerables usuarios, de cualquier punto del planeta, conocen su calidad, cercanía y, en general, el valor inestimable de su servicio, anulando distancias y facilitando el acceso al documento: al texto. Es modelo del “texto de textos” que deseamos para este valle.

Otro de los lenguajes que caracterizan a La Rioja y a los riojanos y riojanas es del vino. En su órbita se ha creado un mundo de expresividad e investigación. El vino “habla”. Y el mundo vitivinícola aúna la precisión científica a escala microbiológica con una gran proyección como sector económico esencial y como inventario de identidad cultural.

El Instituto de la Vid y del Vino, creado en 2008, supone el trabajo conjunto y continuado entre tres instituciones: el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la Universidad de La Rioja y el Gobierno de La Rioja, con el objetivo de avanzar en la investigación, desarrollo e innovación enológicas. Esta tarea, muchas veces, liderada por mujeres investigadoras.

Y, así, la medalla será entregada al Grupo de investigación GESVIN, en el que Doña Rosa López Martín, Doña Pilar Santamaría Aquilué, Doña Juana Martínez García, y Doña Ana Rosa Gutiérrez Viguera, destacan por su dedicación y experiencia. El trabajo de todas ellas y de sus equipos ha elevado a la excelencia el conocimiento integral de la naturaleza y estructura del vino. Lo que es tanto como decir de nuestra tierra.
La vid y el vino han conformado con los siglos una lengua propia, tanto en sus labores como en su poética, lo demuestra el extenso y diversificado trabajo del Doctor Don Miguel Ibáñez Rodríguez, a quien le será otorgado el galardón de “Riojano Ilustre”.

Profesor titular de la Universidad de Valladolid, en la Facultad de Traducción e Interpretación, y fundador y director desde 2005, del grupo de investigación “GIRTraduvino”, dedicado a estudiar las constantes, variantes y trasvases del lenguaje vinícola en los diferentes campos léxico-semánticos, ha ejercido su magisterio en diferentes países y centros académicos, nacionales e internacionales.

Es un experto en literatura medieval, con especial atención a Gonzalo de Berceo, y un gran conocedor de los dos monasterios que son coordenadas de este valle; por los que siente además un gran afecto personal. Miguel Ibáñez llegó a ser durante un tiempo incluso guía de Suso.

Y concluyo: haciendo extensiva la cualidad de agradecimiento inherente a un galardón a todas las mujeres y hombres que han procurado desde sus trabajos, responsabilidades, empeños y dedicaciones el que podamos seguir adelante. Aún hoy, en que permanecemos atentos a las cifras y curso de la pandemia.

No ha habido ni en las instituciones, ni en los colectivos sociales no sólo ni un sólo día, con su noche, sino ni un sólo segundo de descanso desde marzo de 2020.

Y una guerra sin cuartel contra el miedo y el pesimismo. En la sanidad, en la educación, en los servicios, en las fuerzas de seguridad. En la primera línea de exposición y de riesgo. En innumerables historias anónimas, fundamentales, la más alta expresión de lo humano. Para ellos y para ellas, ninguna palabra de agradecimiento será suficiente.

Sólo puede hablar el corazón. Como escribiera Antonio Machado de Gonzalo de Berceo, para él el primero, sin duda, entre sus trovadores, y al que situaba “en un prado”, en un valle como éste, dictando un “verso dulce y grave”. Y ahora habla Machado:

“Él nos cuenta el repaire del romeo cansado;
leyendo en santorales y libros de oración,
copiando historias viejas, nos dice su dictado,
mientras le sale afuera la luz del corazón”.

Pues esa luz.

Y, ahora, permitidme invitarles a que, todos juntos, proclamen conmigo: ¡Viva La Rioja!

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